Revista Ñ

NO LE HAGA ESTO A SUS HIJOS

Florencio Escardó y la Nueva Pediatría interpreta­ron ciertos malestares como “enfermedad­es de familia”. Entrevista con la autora de una investigac­ión sobre los aportes de esa figura clave de los 60.

- POR ALEJANDRA VARELA

En los años sesenta, en la biblioteca de cualquier familia de clase media con ambiciones intelectua­les podían encontrars­e los tomos de Escuela para Padres que Eva Giberti había convertido en libros después de desplegar junto a Florencio Escardó su tarea pedagógica y científica en las aulas, los hospitales y las columnas de opinión de los medios gráficos. Estos textos no deben identifica­rse únicamente como manuales de crianza. Formaban parte de cierto capital cultural al que padres modernos, interpelad­os por la joven psicóloga y el médico pediatra que ofrecían en la televisión su conocimien­to profesiona­l como una nueva ilustració­n, querían acceder bajo la premisa de entregar también un saber sobre su singularid­ad familiar.

La publicació­n de La medicaliza­ción de la infancia. Florencio Escardó y la Nueva Pediatría en Buenos Aires (Editorial Biblos) de la historiado­ra Cecilia Rusteyburu permite pensar la puericultu­ra y el desarrollo de una medicina psicosomát­ica que Escardó supo reelaborar en su consultori­o, en la Sala XVII del Hospital de Niños, en sus intervenci­ones en los medios de comunicaci­ón y en la reescritur­a de sus libros académicos, como un amplio dispositiv­o instrument­al y teórico donde el pediatra incluía procedimie­ntos que pertenecía­n al campo de la sociología, la antropolog­ía y la psicología para instalarlo­s en el espacio del hogar. La medicaliza­ción de la infancia era también una profesiona­lización de la crianza.

–Los planteos de Florencio Escardó convierten la crianza en una tarea que parece necesitar un estado de supervisió­n permanente ¿El disciplina­miento de los padres era una condición necesaria para humanizar a los niños?

–El concepto de medicaliza­ción de la crianza y de la infancia refiere a cómo la medicina se convirtió en un saber válido para intervenir sobre cuestiones vinculadas a la educación de los niños y las relaciones familiares. Se trata de un fenómeno en el que los médicos y las institucio­nes de salud no fueron protagonis­tas únicos. Las revistas femeninas, los periódicos y los programas de radio y televisión se comprometi­eron en la divulgació­n de esos saberes. También se sumaron sindicatos, escuelas y organizaci­ones religiosas. Las columnas de Escardó en las revistas El Hogar y Vea y Lea, o las de Eva Giberti en el diario La Razón, ofrecían indicacion­es precisas respecto de los comportami­entos que debían adoptar las madres, pero no deberíamos suponer una imitación lineal por parte de las lectoras.

–Pero ese nivel de intervenci­ón tan detallista ¿No limitaba las interpreta­ciones y exigía una aplicación sin mucho lugar para la crítica? –Desde la década de 1950, la Nueva Pediatría que proponía Escardó suponía una nueva manera de interpreta­r ciertas enfermedad­es. Recuperaba ideas de la medicina psicosomát­ica, pero también de la sociología funcionali­sta y de la psicología, para definirlas como enfermedad­es de familia. Entendía que eran los síntomas de un ordenamien­to disfuncion­al, en la que los miembros de la familia no cumplían con los roles esperados. La presencia de una madre sobreprote­ctora, o de un padre hostil o negligente, se convertían en un asunto del pediatra porque su objeto de intervenci­ón no era una enfermedad, ni un paciente aislado, sino la relación del niño con su familia. Pensemos que estos consejos interactua­ban con la reducción de la natalidad y con la reincorpor­ación de las mujeres al mercado laboral. Su presencia en los medios de comunicaci­ón o la publicació­n de sus libros socrianza no tenían solo un sentido pedagógico sino que eran un medio para prevenir enfermedad­es. Si el pediatra desde el consultori­o era quien debía orientar el flujo de afecto al interior del hogar, era también el profesiona­l indicado para explicar cómo se debía educar a los hijos. La potenciali­dad de la noción de enfermedad­es de familia podría pensarse en su capacidad para tramar el soma con la psiquis, al mismo tiempo que a la medicina con la sociología y la psicología, y al pediatra con el proceso de transforma­ción de las relaciones familiares. También entendía que había que modificar la enseñanza de la profesión. En la Segunda Cátedra de Pediatría de la Facultad de Medicina de la UBA, Escardó privilegia­ba este enfoque y las prácticas en el Hospital y en el Centro de Desarrollo Integral para la Comunidad en la Isla Maciel adquiriero­n un papel fundamenta­l para entender al niño en su medio.

– ¿El elemento más revolucion­ario en la pediatría que propone Escardó aparece cuando desplaza la noción de buen comportami­ento, que está sustentada en una idea de obediencia, por la tarea de crear las condicione­s para que ese niño pueda desarrolla­r su propia personalid­ad? –La columna de Escardó en Vea y Lea en la década de 1940, “No le haga esto a sus hijos“ podría leerse como un manifiesto en este sentido. Sin embargo, sería injusto atribuírse­lo solo a él. Se inscribe en un movimiento pedagógico internacio­nal que recuperaba algunos saberes de la psicología infantil y del psicoanáli­sis para reivindica­r una transforma­ción de la disciplina y la didáctica escolar, y denunciar los efectos de los castigos para la salud psíquica de los niños. El aporte de Escardó resulta relevante si lo relacionam­os con su compromiso de trasladarl­o al hospital. Escardó denunciaba el carácter traumático de las extraccion­es de las amígdalas sin anestesia, el uso de sondas y otros procedimie­ntos invasivos. Junto con Eva Giberti, publicaron Hospitalis­mo en 1964 donde resignific­aban la teoría del apego de John Bowlby para definir como aberración el aislamient­o al que eran somebre

tidos los niños durante la internació­n. Advertían que la presencia permanente de las madres en la sala favorecía su recuperaci­ón, y en la Sala XVII la permitiero­n. Esta decisión también podría leerse como revolucion­aria. En la década de 1960, había mujeres de los sectores populares que convivían y se entrometía­n en las tareas de los profesiona­les. Una de las editoriale­s de la revista del Hospital de Niños visibilizó las quejas de los médicos y ofrecía ideas para disciplina­rlas.

–La relación que Escardó tiene con los espacios institucio­nales es de transforma­ción y experiment­ación de sus ideas. Lo que en el espacio familiar podía verse como normalizac­ión, en el espacio estatal parece lograr una dimensión más política y crítica.

–En sus inicios, en sus artículos científico­s referidos a la puericultu­ra, editó Siluetas descolorid­as donde denunciaba los tratos deshumaniz­ados en la Casa Cuna. Tanto durante el peronismo como en los gobiernos posteriore­s, adoptó posicionam­ientos críticos de las políticas de salud estatales. Aunque esto no significa que resultara ajeno al diseño de esas políticas porque, como ha demostrado la historiado­ra Karina Ramacciott­i, estas críticas incidieron en las decisiones del ministro de Salud Ramón Carrillo. Tenemos que pensar el carácter revolucion­ario de la propuesta en relación con la década de 1960. Las historiado­ras han matizado la radicalida­d de este proceso respecto de los cambios en las costumbres familiares llamándolo revolución estancada o revolución discreta. Por supuesto que tanto el psicoanáli­sis como la Nueva Pediatría ofrecían críticas a ciertos valores tradiciona­les y legitimaba­n que las mujeres adoptaran nuevos roles en el espacio público pero continuaro­n pensando a la pareja heterosexu­al como el reaseguro de la salud psíquica de los hijos.

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FABIAN GASTIARENA Escardó denunciaba el efecto nocivo de los castigos en la salud psíquica de los niños.
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Cecilia Rustoyburu Biblos
304 págs.
$ 704
La medicaliza­ción de la infancia Cecilia Rustoyburu Biblos 304 págs. $ 704

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