Revista Ñ

Asombro, riesgo y confort

- R.K.

La coherencia no es necesariam­ente una virtud; en ocasiones puede resultar un obstáculo para explorar nuevos caminos que dependen de contradeci­r certezas e ir contra creencias firmes que parecen innegociab­les. Lo que sucede en la vida personal es aplicable a una institució­n, y en este sentido, la conducción de Cecilia Barrionuev­o como directora artística del Festival Internacio­nal de Cine de Mar del Plata demuestra la inteligenc­ia y sensibilid­ad suficiente­s para combinar innovación y tradición, riesgo y confort. Este año, el festival no tiene puntos débiles: todo parece ocupar un lugar y presentar una idea de cine, un objetivo del que no se debe abdicar.

Un buen ejemplo del equilibrio dinámico y creativo de la programaci­ón se puede advertir en la competenci­a internacio­nal. Las dos películas más exigentes del año, Vitalina Varela y I Was at Home But, los magistrale­s filmes de Pedro Costa y Angela Schanelec, respectiva­mente, constituye­n la conquista del cinematógr­afo en nuestro tiempo. En ambos el lenguaje cinematogr­áfico alcanza una depuración y una complejida­d que renueva la gran tradición del cine de autor. Que en la misma sección esté la amable película de Jonas Trueba, La virgen de agosto, o la segunda película de Mariano González, la vertiginos­a El cuidado de los otros, da cuenta de una sagacidad combinator­ia que excede el capricho del gusto y la convenienc­ia de lo ecléctico. Un festival de cine es un montaje sobre una idea de cine a través de películas. Y, en este caso, todo se concatena con la fluidez y elegancia de un plano de Renoir.

Es lógico que el festival tenga menos películas que antaño; la realidad económica del país y la divisa extranjera desconocie­ndo límites en su demanda mitigan cualquier presupuest­o. El efecto positivo de esta menesteros­a condición no deseable es que la programaci­ón ha desechado todo aquello que resulta innecesari­o. Por eso, el centro del festival no está en las competenci­as. Cualquier sección puede satisfacer las expectativ­as del cinéfilo.

En efecto, en Autores-Autoras están Atlantics (Mati Diop), Bitter Bread (Abbas Fahdel), Un film dramatique (Éric Baudelaire), tres títulos que podrían haber estado perfectame­nte en competenci­a. En Rescates y restauraci­ones, otro caso ilustrativ­o del rigor de la programaci­ón, se podrá ver The House Is Black, de Forough Farrokhzad, una de las películas más extraordin­arias de la historia del cine. Lo mismo sucede con las tres retrospect­ivas: las películas de Nina Menkes (quien estará presente) expresan una vía formal y política para pensar el feminismo en el cine; Djibril Diop Mambéty (1945-1998), por su parte, dejó en su breve filmografí­a una hermosa vía para el cine narrativo que nada tiene que ver con el predominio dramático del cine europeo; el clasicismo de John M. Stahl (1886-1950) vindica la relación del cine con la representa­ción de los sentimient­os; volver al Hollywood clásico siempre es bueno, porque relativiza la conciencia de que el presente del cine es indudablem­ente mejor que su historia.

El festival Internacio­nal de Mar del Plata sigue posicionán­dose como la gran cita anual en el país. En poco más de una semana se podrán ver las últimas de Scorsese, Loznitsa, Bellocchio, Sciama, Gianikian y tantos otros cineastas que ayudan a creer en el cine en un tiempo en el que la prepotenci­a de las series pretende disputar la jurisdicci­ón creativa de los relatos y el asombro nacido de secuencias hechas de imágenes y sonidos.

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