LA PINTURA Y OTROS ASUNTOS DE FAMILIA
Cynthia Cohen exhibe en el nuevo espacio de Pasto un conjunto de obras de gran formato, en diálogo con otras de su abuelo, que recibió de Eva Perón el Premio del XL Salón Nacional de Bellas Artes.
Moviéndose con notable eficacia en telas de gran tamaño, la artista Cynthia Cohen ha querido esta vez bucear en unas profundidades diferentes en relación a lo que venía haciendo. La muestra con la que se estrena el nuevo espacio de Pasto Galería –que conserva su local de siempre en Pereyra Lucena y Austria al que ahora sumó este, amplísimo, en Brasil y Paseo Colón– evoca y recrea varios trabajos del abuelo de la artista, Juan Carlos Faggioli, un maestro de la pintura de caballete. Cuenta Cohen que Faggioli no fue un personaje fácil, tal vez por encarnar ese modelo masculino del artista de mediados del siglo XX, cercano al anarquismo y a los artistas del grupo de La Boca. En casa de su madre, Cynthia creció rodeada de obras de pequeño formato, hechas con gran eficacia por Faggioli entre las décadas del sesenta y el setenta y, si bien ahora elige que no lleven título, entre todas integran la serie Pan Dulce, como se llamaba la obra con que su abuelo ganó el Premio del XL Salón Nacional de Bellas Artes, entregado por la mismísima Eva Duarte de Perón.
Sin embargo, cuando vemos la elocuencia que destila uno y otro plan, descubrimos a una artista contemporánea que continúa pintando al óleo porque adora esa fluidez que tiene el color esparcido en capas, creando un plano pictórico que exhibe profundidades muy especiales.
El dato no es menor si consideramos la serie anterior, Futuro brillante, que retrataba piezas de joyería en un tamaño inusual, piedras rigurosamente facetadas, mayoritariamente frías y a diferencia de estas, como emergiendo del plano.
Al posicionarse tan dentro de la producción de otro, Cohen encuentra la manera de apropiarse de ese legado y sanar viejas historias familiares, coloca solo dos pequeñas piezas originales de Faggioli que se muestran en el gran espacio de la sala casi como un documento, las únicas colgadas de la pa
red.
El espectro de colores se nutre de azules y verdes talo respetando las composiciones tradicionales que representan tanto naturalezas muertas como un concierto clásico con los músicos casi suspendidos en una base de violáceos extraños y fascinantes. Cohen explora el uso de la espátula y, como una copista, le incluye la firma en el costado izquierdo, siguiendo el plan metódicamente casi sin alterar nada, salvo el cambio de escala y su impronta que no puede abandonar.
Sostiene la curadora de la muestra, Florencia Qualina, que la artista “las pinta con fidelidad y capricho, en partes iguales”. Es que la manera en que el color se aliviana y las formas parecen inquietas por unas texturas muy aireadas, produce una narrativa muy diferente que expone otra singularidad que las alejan de la mera copia.
La artista expresa la misma pasión por pintar que mostraba su abuelo y este es un aspecto muy visible en los coloridos jarrones con flores o en la obra que contrapone un primerísimo plano de uvas negras asociadas a una tajada de sandía que pierde el empastado original y se aligera con gracia. La sala de exposición de Pasto es muy adecuada para que el espectador pueda disfrutar las pinturas pues el sistema de colgado se basa en unos tensores que las alejan completamente de la pared para parecer suspendidas en el aire, susceptibles de ser recorridas como un objeto.
Las mesas son retratadas de modo tal que las formas, ya sean pescados, flores o huevos fritos, se puedan leer desde un plano rebatido, creando tensiones compositivas entre figura y fondo. El gran tamaño hace que de cerca y a la altura del ojo podamos disfrutar de la composición que apela tanto a la línea como al raspado, o al dibujo de los detalles a mano alzada. Distribuidas y colgadas en la neutralidad del espacio que domina el gris del piso y las paredes de cemento de la galería, podemos captarlas casi de un solo golpe de vista mucho antes de detenernos en estos detalles que van más allá del registro de partida.
Así como Eva Perón le entregara el premio a Juan Carlos Faggioli, el mismísimo Jorge Luis Borges le escribió un prólogo que alude al tiempo como una sustancia que, en su devenir “finalmente los destroza y olvida”. Borges insiste en destacar que la pintura como medio es “quizá el más eficaz y tangible de rescatar algo de lo que se llevan los siglos”. Muy pertinente volver a aquellas palabras del escritor, ahora que varias obras son retomadas para cierto disfrute del oficio concretando este acercamiento y este diálogo íntimo que se establece entre dos artistas de generaciones separadas por décadas.
La curadora Qualina se permite destacar otro aspecto que asocia la monumentalidad que ganaron las pinturas hasta volverse desmesuradas y carnales, y es que invierten el mandato que pesaba sobre las mujeres de pintar en pequeño mientras el gran tamaño se reservaba a los varones. Parte de esa contemporaneidad ganada por Cynthia se basa sin duda en estos tiempos en los que las mujeres conquistan territorio y se alejan del viejo paradigma como pocas veces en la historia.
Cynthia Cohen. Pan Dulce
Lugar: Galería Pasto, Brasil y Av. Paseo Colón Fecha: hastael 20 de diciembre. Horario: jueves a sábados, 15 a 20 Entrada: gratis.