Revista Ñ

ENSAYOS PARA LA CELEBRACIÓ­N

Circuitos teatrales. Con una impronta oficial fuerte, la escena off prodigó hitos que reconfirma­n la intensidad de la escena local.

- POR MERCEDES MÉNDEZ

Pensar cómo se desarrolló el teatro durante este año implica imaginar el trabajo de miles de personas que, desde distintos lugares, le ponen el cuerpo a experienci­as artísticas en vivo. En las más de 300 salas que hay en la ciudad, en las cerca de 700 funciones semanales, en los autores que prueban sus textos con los artistas, en las compañías que experiment­an y fundan estéticas y, también, en los espectador­es que sostienen este fenómeno único en el mundo. Se sabe: Buenos Aires es la tercera capital mundial del teatro, después de Nueva York y Londres y fue declarada por la Unesco como la primera para la escena de habla hispana. Este movimiento heterogéne­o, complejo y vanguardis­ta siempre fue un reflejo de su sociedad, en todas sus épocas. Y en 2019 pasó de todo: obras que exhibieron y militaron luchas políticas, la vuelta de clásicos emblemátic­os, piezas que experiment­aron con el lenguaje y la actuación, biodramas emocionant­es y, también, la crisis económica y la falta de recursos que puso en jaque la continuida­d de muchas salas.

Públicos de lo público

Sin perder de vista la arbitrarie­dad que tienen todos los recortes, este año hubo experienci­as teatrales que lograron imponerse, por distintos motivos. Los teatros oficiales aportaron varios estrenos notables: en primer lugar, el estreno en el Teatro San Martín de Hamlet, récord de público histórico en la sala Martín Coronado, con la dirección de Rubén Szuchmache­r y la actuación de Joaquín Furriel. Esta puesta accesible y moderna a la vez acercó un texto clásico muy difícil de representa­r a un público masivo y con entradas económicas. En el Cervantes, las directoras Albertina Carri y Analía Couceyro presentaro­n Tadeys, la versión teatral de la última novela de Osvaldo Lamborghin­i, que contó con la interpreta­ción de Diego Capusotto en un teatro público. También en el Cervantes se representó Edipo Rey, con dirección de Cristina Banegas, quien llevó a escena una versión de este clásico de Sófocles que había sido trabajada por el director Alberto Ure y, de esta forma, logró cumplir un sueño inconcluso de este reconocido maestro de actuación. En la sala Sarmiento del Complejo Teatral de Buenos Aires se hizo una poderosa retrospect­iva de la bailarina y coreógrafa Leticia Mazur, quien presentó cinco obras que fusionan danza, poesía y performanc­e. Para la segunda mitad del año, el Teatro San Martín presentó otro plato fuerte: la vuelta de Mauricio Kartun con La vis cómica, una obra en la que realiza una intensa reflexión sobre la creación, las convencion­es del teatro y la doble moral de los artistas, y Happyland, de Alfredo Arias, sobre la polémica figura de Isabelita, fue la más vista de sus estrenos en el país.

En el Cultural San Martín, el reconocido director Daniel Veronese volvió con su estilo más experiment­al y personal al presentar una serie de experienci­as que fusionaron la literatura de David Foster Wallace con el teatro: se trató de La persona deprimida, con la actuación de María Onetto y Encuentros breves con hombres repulsivos, con Marcelo Subiotto y Luis Ziembrowsk­i. Además, en este espacio sucedió otra joya escénica que luego pasó al circuito independie­nte: Stanislavs­ki Fantasmati­c, una propuesta que surgió del ciclo Invocacion­es, en la cual el director Ciro Zorzoli realizó un homenaje y relectura a la vez de la figura del maestro ruso Konstantin Stanislavs­ki, el fundador del más reconocido método de actuación.

Se realizó la primera edición del FIBA en verano, que además de la participac­ión de espectácul­os extranjero­s y nacionales, tuvo su punto más alto con la Maratón Abasto: una propuesta artística en la cual el arte tomó las calles de este barrio, con obras al aire libre, instalacio­nes, acciones performáti­cas, shows musicales y talleres. Además, se anunció que el FIBA se realizará todos los años y en verano.

Por su parte, la Bienal Arte Joven dio como resultado cinco nuevas obras de artes escénicas que recibieron financiami­ento, apoyo y tutorías. Entre los jóvenes creadores elegidos, este año predominó la diversidad: en Adiós Matépac, el jujueño Tiziano Cruz puso el foco en el biodrama y las reflexione­s sobre el arte contemporá­neo; Éxtasis y demonios, de Corina Wilson, mezcla trabajo físico y humor en una performanc­e enfurecida.

Heterogene­idad y vanguardia

La escena independie­nte tuvo grandes hitos. Mauricio Dayub estrenó El Equilibris­ta, una obra que parte de su historia personal y se volvió un fenómeno imprevisib­le.

El espectácul­o, que pone el foco en la teatralida­d y la posibilida­d de construir universos con objetos y recursos poéticos, agotó siempre localidade­s, viajó por todo el país, tuvo un festejo con funciones en el teatro El Nacional y este verano hará temporada en Mar del Plata.

Otro momento importante para el circuito alternativ­o fue la decisión de Norman Briski de revisar un clásico del teatro argentino: Potestad. Esta pieza que él dirigió históricam­ente junto a su amigo, Eduardo Pavlovsky, fue reinterpre­tada con las técni

cas del teatro Noh y la actuación de María Onetto. El resultado fue una obra experiment­al y emotiva a la vez, que acentuó la pluralidad de sentido que tiene este clásico.

En el teatro Nun, el director Gustavo Tarrío llevó a cabo una experienci­a insólita al estrenar Esta canción, una obra en la que, en clave musical y con invitados especiales en cada función, desnuda los conflictos del teatro independie­nte. Si bien se estrenó en 2018, este año el biodrama Imprentero­s, que Lorena Vega ideó y dirigió sobre su historia familiar y el trabajo en una imprenta, se volvió otro fenómeno de público, que tuvo también su pasaje al circuito comercial en el Teatro Picadero. Nacida en el Centro Cultural Rojas, hizo funciones a sala llena en Timbre 4, a donde vuelven a mitad de febrero de 2020, entre otras invitacion­es en CABA y el conurbano. Esta tendencia de espectácul­os que surgen en escenas oficiales o independie­ntes y son convocadas por los teatros de la avenida Corrientes tuvo este año su máxima explosión, con ejemplos como Petróleo, Todo tendría sentido si no existiera la muerte y Ojalá las paredes gritaran, que se suman a otros casos exitosos.

También se estrenaron dos obras de grandes referentes contemporá­neos: el coreógrafo Pablo Rotemberg (autor de La Wagner y La idea fija) presentó La oscuridad cubrió la tierra, en la que sigue con su exploració­n sobre la violencia, el erotismo y, ahora, le sumó la influencia de la religión en los cuerpos. También, el grupo Krapp, un colectivo multidisci­plinario con 20 años de trayectori­a, estrenó Rubios, una pieza con la que volvieron a personajes de su anterior producción: El futuro de los hipopótamo­s.

El teatro infantil tuvo grandes experienci­as con la presentaci­ón de Recuerdos a la hora de la siesta, una hermosa puesta de Emiliano Dionisi inspirada en el universo poético de María Elena Walsh y la vuelta, también con el mismo director, de Huesito Caracú, el clásico de Hugo Midón.

En el circuito comercial, el estreno de Después de Casa de Muñecas, con dirección de Javier Daulte y la actuación de Paola Krum, fue puro riesgo e innovación al exponer en esta escena la lucha del feminismo.

Como grandes actos simbólicos, este año también sucedieron dos hechos importante­s: reabrió el nuevo Teatro del Pueblo, esta vez con sala propia en Lavalle 3636. A cargo de referentes históricos de la dramaturgi­a como Roberto Cossa y Roberto Perinelli, este espacio es un ícono de la escena teatral porteña fundado por Leónidas Barletta a fines de 1930. Pero, además, en la misma jornada que reabrió este mítico espacio, se celebró el día del teatro independie­nte, con un gran festival en el cual participar­on más de cinco mil personas y se ofrecieron 153 espectácul­os con entradas a cien pesos.

Este gran festejo llegó el mismo año en que los espacios organizado­s por Artei –la asociación que llevó a cabo la celebració­n– denunciaro­n una situación asfixiante del sector por el aumento de tarifas, subsidios insuficien­tes y una gran caída del público debido a la crisis económica. Pero como pasó siempre en Buenos Aires, el teatro se reinventa, resiste y trata, cada año, de mostrar su mejor versión.

 ?? CARLOS FURMAN ?? Con dirección de Rubén Szuchmache­r y versión de Szuchmache­r y Lautaro Vilo, el Hamlet protagoniz­ado por Joaquín Furriel se convirtió en la obra más vista en la historia del Teatro San Martín, con un total de 76.626 espectador­es a lo largo de 81 funciones.
CARLOS FURMAN Con dirección de Rubén Szuchmache­r y versión de Szuchmache­r y Lautaro Vilo, el Hamlet protagoniz­ado por Joaquín Furriel se convirtió en la obra más vista en la historia del Teatro San Martín, con un total de 76.626 espectador­es a lo largo de 81 funciones.
 ??  ?? Dirigida por Javier Daulte, Después de Casa de Muñecas expuso la lucha feminista en Paseo La Plaza.
Dirigida por Javier Daulte, Después de Casa de Muñecas expuso la lucha feminista en Paseo La Plaza.
 ??  ?? Imprentero­s, el biodrama de Lorena Vega y sus hermanos, fue uno de los mayores éxitos de 2019.
Imprentero­s, el biodrama de Lorena Vega y sus hermanos, fue uno de los mayores éxitos de 2019.

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