UN LUGAR EN EL MAPA GLOBAL
Intensa actividad. En el año que termina, y pese a las dificultades económicas, Anish Kapoor, Pistoletto, Sol Le Witt, Carlos Alonso Leandro Erlich y César Paternosto, entre muchos otros artistas locales e internacionales, atrajeron multitudes en Buenos Aires. El récord, 450.000 visitantes, fue para Julio Le Parc en el CCK.
Nadie que haya experimentado la efervescencia cultural de Buenos Aires pondrá en duda su condición de metrópolis actualizada y sofisticada. Este fue un año en que, a pesar de las dificultades económicas, se dio la ocasión de afirmarlo una vez más a través de la programación de arte que desplegaron museos, centros culturales, bienales, galerías de arte e intervenciones en el espacio público. Cada uno a su turno los distintos espacios coincidieron en atraer a la escena porteña la obra de rutilantes figuras locales e internacionales como Julio Le Parc, Leandro Erlich, Max Gómez Canle, Anish Kapoor, Ernesto Neto, Michelangelo Pistoletto, Carlos Alonso o César Paternosto, Rómulo Macció Dan Flavin, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman, Fred Sandback o Luis Tomasello y Manuel Espinosa.
De todas, la que alcanzó mayor centralidad en esta temporada sin lugar a dudas fue Julio Le Parc. La cartografía celebratoria que lo homenajeó este año abarcó el Museo Nacional de Bellas Artes, el CCK, y el Centro de Experimentación del Teatro Colón. La convocatoria de esas muestras fue extraordinaria. Sólo la retrospectiva en el CCK, Julio Le Parc, Un visionario, fue visitada por más de 450.000 personas entre el 20 de julio y el 19 de noviembre, lo que la convirtió en la exposición de arte más visitada de la historia en la ciudad. A ese circuito se sumó la intervención en el Obelisco, uno de los acontecimientos de mayor impacto que ofreció la Noche de los Museos. La suma de todas estas presentacio
nes cumplieron largamente con el objetivo de rendir el mayor y más amplio homenaje que tuvo en su país al artista nacido en Mendoza en 1929. Cada espacio se distinguió por ofrecer al público un capítulo distinto de su extensa trayectoria. Así, mientras el CCK concentró un espectacular despliegue de pinturas, instalaciones lúminicas y obras interactivas, la mayor parte de ellas concebidas entre los años 60 y la última década, el Museo de Bellas Artes hizo foco en los años de formación. Así fue posible acompañar todo el proceso del pensamiento analítico que le permitió a Le Parc ganar primacía indiscutida en la formulación de los planteos del op-art y el el arte cinético hacia fines de los años 50 y comienzos de los 60.
Mientras, en el Centro Experimental del Teatro Colón fue el estreno mundial de la deslumbrante instalación que realizó específicamente para este lugar. Allí adaptó de forma inédita una variación de sus conocidos móviles con efectos multiplicados a partir de un impactante juego de espejos y luces negras.
El otro gran protagonista de la escena porteña en esta temporada fue Leandro Erlich. Su retrospectiva Liminal convocó unos doscientos cuarenta mil visitantes al Malba, un récord de asistencia que dejó atrás a la publicitada muestra de la japonesa Yayoi Kusama de 2013 en el mismo museo. El gran hit de la muestra fue “La pileta”, la obra de 1999 que representó a la Argentina en la Bienal de Venecia en 2001. Pero a decir verdad el gran año del artista empezó en marzo en el espacio de Casa Naranja en Córdoba, donde se exhibieron muchas de las piezas que luego habrían de ser trasladadas al Malba. La muestra Próximamente fue uno de los
estrenos que el artista reservó para este año. Tuvo lugar en la galería Ruth Benzacar al mismo tiempo que inauguró su retrospectiva en el Malba.
Fue un espacio ficcional como los que él suele concebir que lo llevó a trasformar el amplio espacio de la galería en el hall de uno de los cines de antaño, hoy prácticamente desaparecidos de la escena. Allí instaló una alfombra típicamente asociada a ese tipo de ingresos y una veintena de óleos tratados como afiches de películas nunca filmadas pero que remitían a varias de las instalaciones que podían verse por esos días en el Malba. A esta estrategia, frecuente en el artista, que lo lleva a concebir relaciones espaciales entre ámbitos distintos habría que sumar otra obra de Erlich ya proyectada a Miami. Se trata de “Orden de Importancia”, el colosal atasco de autos de arena que instaló en la playa de Miami Beach y lo convirtió en rutilante protagonista de la Miami Art Week, un evento fundamental de la agenda de esta ciudad, convertida en uno de los principales centros de inversión de los mercados inmobiliarios y arte contemporáneo.
Otra figura que ganó protagonismo e interrumpió brevemente la suerte de retiro provinciano que se impuso a sí mismo hace años en Unquillo, Córdoba, es Carlos Alonso. La imprescindible retrospectiva que reunió 54 obras del artista inauguró en el Pabellón de Exposiciones Temporarias del Museo Nacional de Bellas Artes en el mes de abril y se extendió hasta el mes de julio bajo el título Carlos Alonso. Pintura y memoria. Reflejo de los avatares más dramáticos de nuestra historia reciente, la exhibición de Alonso fue otro de los grandes imanes de público de esta temporada. La reconstrucción de la instalación naturalista “Manos anónimas”, que el artista creara en 1976 para la muestra Imagen del hombre actual, que debió presentarse en el Museo Nacional de Bellas Artes y fue cancelada antes de inaugurarse, tras el golpe de Estado, fue un modo de contrastar este presente y aquel ominoso pasado.
A propósito de esta cuestión es interesante que el Museo de Bellas Artes haya hecho coincidir en el mismo período de exhibición esa instalación de Alonso con la selección de pinturas de Diana Dowek que la directo