Vuelven los malandras de Arlt
El concepto de texto definitivo, decía Borges, pertenece a la religión y al cansancio. También podría extenderse a los editores apresurados, en particular cuando se ocupan de escritores como Roberto Arlt. La publicación de El paisaje en las nubes (2010), que recuperó más de 300 crónicas publicadas en el diario El Mundo y advirtió sobre “la parte más descuidada” de su producción, El facineroso (2013), sus notas como cronista policial, y Aguafuertes de viaje (2017), recopilación de artículos escritos en España y el norte de África, volvieron ilusoria cualquier pretensión de cierre de su obra.
La célebre “prepotencia de trabajo” que Arlt mencionaba en el prólogo a Los lanzallamas no era una bravata. La publicación de El bandido en el bosque de ladrillo, resultado de una notable investigación de Gastón Gallo, reabre inesperadamente la lectura de su obra, ahora a través de la exhumación de doce cuentos inéditos en libro.
Al rescate de los cuentos se agrega la reedición, en el sello Bährenhaus, de las cuatro novelas de Arlt. De Silvio Astier, el protagonista de El juguete rabioso que quería ser “un bandido de la alta escuela” como su ídolo Rocambole, hasta Estanislao Balder, el personaje que exaspera la denuncia de la moralidad burguesa en El amor brujo, la alucinante galería de personajes de Arlt está de nuevo en circulación.
Pocos escritores ejemplificaron como Arlt que la crónica es literatura bajo presión y esa circunstancia traza otra intersección entre la ficción y el periodismo.