Ese impulso lírico de Irene Gruss
A poco menos de un año de la muerte sorpresiva de Irene Gruss, el día de Navidad de 2018, se publica su último libro, Piedad vine a sentir. Gruss cultivó en su poesía el equilibrio entre el impulso lírico y el refrenamiento, un movimiento ajustado que evita ciertos desbordes sentimentales en cuyas aguas naufragan, las más de las veces, muchos poemas. La autora supo combinar la precisión constructiva que reclama el arte de hacer versos, el rigor de la forma en pos de un tono, con el fondo indeterminado de la experiencia humana, incluida la propia. Este libro final que la poeta tenía preparado para su publicación, reafirma lo que significa su obra para la poesía local.
En el segundo poema, habla J.M.W. Turner. Irene Gruss pone en boca del pintor inglés que “la verdad no es como se pinta”. El verso incluye, además de una expresión del habla cotidiana, una mirada sobre los límites de la representación. Pero más aun, Gruss retorna a una noción que es medular en su poética. El mundo incompleto, título de uno de sus libros, y La mitad de la verdad, nombre que dio al conjunto de su obra cuando la reunió en un volumen en 2007, señalan una sospecha, el recelo hacia el estatuto de lo verdadero. Como si en la persecución de las certezas, de lo acabado, Gruss advirtiera lo ilusorio del intento.
Resulta difícil determinar, entre los textos que dan cuerpo al libro, alguna preeminencia. Cada poema es una pieza conformada bajo el rigor del oficio y una mirada que recoge, pliegue sobre pliegue, el horizonte de la propia escritura a través del tiempo, y el universo de lecturas que alimentan esa visión. En este sentido, la poeta muestra las cartas sin retaceos. La voz humana dialoga de frente con la obra homónima de Jean Cocteau, sin perder de vista que el poema “Oda”, ofrece, por espejo, otra versión de lo mismo. “Lluvia de estrellas” es un texto brevísimo que convoca la figura de César Vallejo y muestra a su vez un modo posible de escribir con eficacia lírica un poema político. En el epílogo Eduardo Mileo habla de este como de “un libro límite”.