Margaret Atwood de regreso
Los tiempos de los libros no son los de las series. El cuento de la criada se publicó en 1985 y su recepción fue positiva, aunque un tanto tibia si la comparamos con la popularidad del presente. En el prólogo a su reedición, la propia Atwood reveló que “se nutrió de muchas facetas: ejecuciones grupales, leyes suntuarias, quema de libros, el programa Lebensborn de las SS y el robo de niños en la Argentina por parte de los generales, la historia de la esclavitud, la historia de la poligamia en Estados Unidos”. El cóctel resultaría explosivo, aunque se tratara de una explosión con retardo. El universo literario es una sociedad perezosamente vigilada por críticos dispares, pero las primeras reacciones a la secuela, Los testamentos, han sido sido unánimes. Transcurre quince años después del final del primer libro.
Una voz veterana del suplemento de libros de The New York Times, Michiko Kakutani elogia la pericia de la escritora, su “rápida inmersión narrativa, que es tan dinámica como melodramática”, al tiempo que dejó en claro su aversión por todo lo que la serie convirtió en morbo de torturas y mutilaciones. Subraya el modo en que Atwood le confiere otra profundidad a personajes que en la serie parecen villanos de historieta, “al enfocarse más en cómo el temperamento y las experiencias vividas dan forma a las respuestas bien diferenciadas de los personajes a cada circunstancia”.
Los testamentos avanza con tres voces, y las criadas de las dos novelas pierden su nombre al ser adoptadas por los comandantes. Margaret Atwood, mientras tanto, consiguió que el suyo se grabara en la memoria de espectadores que habían olvidado que también podían ser lectores.