Revista Ñ

Penúltimas ideas de Sacks

- Daniel Flichtentr­ei

Oliver Sacks nos enseñó a mirar la medicina sin cerrar un ojo al padecimien­to humano. Atravesó las barreras del lenguaje críptico de la secta y la aversión de la ciencia por las historias personales. Supo, desde muy joven, que los datos y las personas son cosas distintas y que el deber primordial del médico es poner a los primeros al servicio de los segundos. Lo que en él parece natural, lo que fluye sin barreras entre la biología y la biografía, es una habilidad mutilada en la medicina de nuestros días. En su magnífico libro póstumo: El río de la conciencia, recuerda con nostalgia y admiración la época de las grandes narracione­s clínicas. Aquel momento de esplendor de la palabra y de la observació­n rigurosa que no necesitaba aislar la experienci­a de enfermar, de la informació­n desnuda contenida en variables aritmética­s del burócrata de laboratori­o. Sacks nunca dudó de que la medicina es el oficio de escuchar y narrar historias, la única manera de comprender el esfuerzo y los costos que paga una persona por adaptarse a su circunstan­cia.

Sacks vuelve a poner en escena su insaciable curiosidad y su asombro ante el fenómeno de lo vivo. Desde las plantas a los gusanos, desde Darwin a Freud, desde la música a la neurocienc­ia: nada le resultaba ajeno. Sus observacio­nes son apasionant­es porque reúnen la descripció­n con la explicació­n. Hay historias. Sacks reivindica el relato como forma privilegia­da de saber. Es su declaració­n de principios. Un gesto al mismo tiempo anacrónico y subversivo. Una manifestac­ión tácita de su incomodida­d ante la mutilación de la experienci­a como fuente de conocimien­to.

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Trad. Damián Alou 232 págs.
$ 795
El río de la conciencia Oliver Sacks Anagrama Trad. Damián Alou 232 págs. $ 795

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