Bill Viola en la bienal sin límites
No es fácil recordar las exposiciones que fueron parte de la segunda edición de BIENALSUR que acaba de finalizar en la Argentina y en el mundo, aunque algunas de ellas hayan sido memorables. Es que el novedoso formato de la bienal que organiza la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) supone una enorme dispersión en tiempo y espacio que es, al mismo tiempo, su virtud y su debilidad. Son tantas las muestras, tan extendido en el tiempo su cronograma y tan distantes en el mapa mundial una de la otra, que la unidad e identidad de la bienal terminan en alguna medida dispersándose también. BIENALSUR 2019 arrancó con varias inauguraciones en Tierra del Fuego en mayo pasado y se extendió hasta diciembre en una vasta cartografía que incluyó desde luego a Buenos Aires, pero también a otras 46 ciudades entre las que figuran desde Tucumán a Tokio; de Puebla a Riyadh, en Arabia Saudita; de Marraquesh a París, y de Roma a Cúcuta, Colombia. De tal forma, no todo el mundo recordará quizá que una de las muestras del año en la Argentina, El cuerpo del tiempo, del estadounidense Bill Viola –que abrió en junio en el Museo Franklin Rawson de San Juan– fue parte de BIENALSUR. Los sanjuaninos tuvieron entonces la oportunidad de un encuentro directo con las obras cargadas de poesía de este pionero del videoarte, que se interrogan sobre la vida, la muerte y la conciencia humana. Dos obras incluidas en la muestra de San Juan, que curó el brasileño Marcello Dantas, fueron las conmovedoras “Reverted Birth” (Nacimiento revertido) y “Chott El Djerid”. En la primera, monumental, Viola busca revelar la dimensión del tiempo y el nacimiento. El segundo video, de su primera época, investiga la condición del desierto. Bill Viola fue apenas uno de los 400 artistas que exhibieron trabajos en muestras organizadas por la bienal en 43 países. Otras figuras de renombre internacional que fueron incluidos en exhibiciones en la Argentina fueron el italiano Michelángelo Pistoletto y Voluspa Jarpa. “Desde sus inicios me ha parecido un ejercicio claramente contrahegemónico”, dijo en su momento a Ñ sobre BIENALSUR la artista chilena. ra artística del museo, Mariana Marchesi, reunió bajo el título de Paisajes Insumisos para conmemorar los cincuenta años del Cordobazo. Puede decirse que desde el punto de vista de la memoria visual de nuestro país las obras de Dowek constituyen un antes y un después del fatídico 1976.
Y como si fuera necesario poner de relieve la diversidad de perspectivas estéticas que convivieron en la producción artística de nuestro país entre los años 60 y 70, la siguiente gran exhibición del MNBA fue La mirada excéntrica y estuvo (aún está) dedicada a César Paternosto, artista cuyo pensamiento visual abstracto podría considerarse en las antípodas de Alonso o Dowek. La retospectiva que le dedica el MNBA con curaduría de su director, Andrés Duprat, reúne unas cuarenta obras de las décadas sesenta y setenta, trabajos más recientes y una instalación de sitio específico que traslada al espacio muchos de los presupuestos pictóricos que desarrolló al poner en tensión el concepto “cuadro”.
Hubo también novedades en materia de nuevos espacios. Sin duda el más significativo es el que abrió en la estratégica esquina de Arroyo y Libertad la Fundación OSDE, que dejó su viejo espacio de la calle Suipacha. Inauguró en el mes de julio con una retrospectiva de Tulio de Sagastizábal cuyas impactantes pinturas se expandiieron a través de la vidriera al entorno urbano conmocionado el día de la apertura por la multitud que acudió a la cita.Le siguió allí mismo otra retrospectiva dedicada a la sobria y radical obra de Cristina Piffer.
Habrá que reconocer que éste fue un año de exhibiciones con más nombres propios que colectivos. Y más artistas hombres que mujeres, salvo escasas excepciones como la retrospectiva de Flavia Da rin y Ad Minoliti en el Moderno o la muestra Tácticas Luminosas, homenaje a las artista mujeres que activaron cruces entre arte y feminismo desde la galería del Rojas en los noventa, concebida por Francisco Lemus para la Colección Fortabat .
La programación de ese museo cuyo perfil de calidad ha ido en ascenso año tras año, culminó éste con una exhibición de Rómulo Macció que permanecerá hasta febrero y reúne una selección de sus “Pinturas de Nueva York “que lo muestran no sólo como el gran pintor que fue sino como un sensible observador capaz de transformar las escenas más habituales en territorios sublimes.
Casi al mismo tiempo Anish Kapoor hizo pie en la Fundación Proa, tras la escueta pero ilustrativa muestra Minimalismo, Posminimalismo y Conceptualismo norteamericano 60 /70, que incluyó entre otros piezas emblemáticas de Sol Le Witt, Dan Flavin y Dan Graham,
El reconocido artista indio-británico volvió a Buenos Aires, nuevamente de la mano del curador Marcelo Dantas, también responsable de la intervención Destierro que Kapoor realizó en 2017 en el Parque de la Memoria. Para la selección de Proa incluyó entre otras obras la impactante Svayambhu, 2007 que presentó en 2012 en la Royal Acaemy of Art de Londres, una instalación que lleva a gran escala la inquietante materialidad que alcanzan los pigmentos en la obra Kapoor. La obra del brasileño Ernesto Neto cerró de manera festiva y sensual la programación de Malba. Otro tanto ocurrió en el Moderno con la retrospectiva dedicada a Sergio De Loof que se prousone trasladar al museo la estética del under de los 80 y en su tránsito a los 90 de la que De Loof fue principal activista . Podría considerarse rescate de esta última década que incluye también a Afredo Londaibere otro de los artistas cuya obra se podrá visitar allí hasta marzo abril del 2020.