Revista Ñ

PANAMÁ, DIARIO DE UNA INVASIÓN

Panamá. En 1989, EE.UU. tomó por asalto el país para arrestar a Manuel Noriega, ex agente de la CIA y presidente. No se sabe cuántos murieron en el operativo. Hoy se intenta reconstrui­r esos hechos y conocer la verdad.

- POR ALEJANDRO CÁNEPA

Hace 30 años, mientras el mundo se sacudía con las consecuenc­ias del derrumbe del Muro de Berlín y la rebelión que en Rumania terminaba con la vida del dictador Nicolae Ceaucescu, Estados Unidos lanzaba una invasión contra Panamá que en pocos días barrería con toda defensa y con el régimen del general Manuel Antonio Noriega, quien en su momento había prestado servicios para la CIA para luego caer en desgracia a los ojos de Washington. Al presente todavía existen discrepanc­ias acerca del número de muertos y de heridos que dejó el ataque ordenado por George Bush (padre) y sobre la interpreta­ción de este hecho por parte de la sociedad panameña. Distintos intelectua­les reinterpre­tan para Ñ esas sangrienta­s jornadas de diciembre de 1989 y analizan sus huellas en la actualidad del país conocido como “la cintura de América”.

La historia de Panamá está anudada a la de la política exterior de Estados Unidos, que impulsó que concretara su separación de Colombia en 1903. En rigor de verdad, a lo largo del siglo XIX habían existido varios intentos de secesión pero el de aquel año fue el definitivo. La nueva nación alojaba un proyecto fundamenta­l para la economía internacio­nal: la creación de un canal que conectara los océanos Atlántico y Pacífico y abreviara así el paso de barcos que hasta entonces debían cruzar por el Estrecho de Magallanes o por el Cabo de Hornos, en el extremo sur del continente. La idea era del francés Ferdinand de Lesseps, pero la empresa original no pudo concretar la obra y esta pasó a manos estadounid­enses.

A los quince días de proclamada la independen­cia de Panamá, este país y Washington firmaron el Tratado Hay-Bunau Varilla que le garantizab­a a la potencia estadounid­ense la concesión del Canal “a perpetuida­d”, entre otras prerrogati­vas. Por lo tanto, una vez que el paso artificial se inauguró, en 1914, tanto esa zona como tierras aledañas quedaron bajo jurisdicci­ón de Estados Unidos. El general Omar Torrijos, presidente panameño entre 1968 y 1981, aseguraba que su país tenía cinco fronteras: al norte, al sur, al oeste, al este y al centro, porque el Canal tajeaba el territorio dividiéndo­lo en dos. Ese gobernante moriría cuando el avión que lo trasladaba se estrelló contra un cerro.

Por supuesto, existen quienes aseguran que no se trató de un accidente, como Julio Yao, ex asesor del canciller juan Francisco Tack, uno de los artífices de las negociacio­nes con Estados Unidos en los años 70. En comunicaci­ón vía email, dice sin dudas que Torrijos fue “asesinado por Estados Unidos, al estallar su avión”, y recuerda que el gobernante panameño negociaba con Japón construir otro canal o rehacer el actual con capitales asiáticos, y que pocos meses antes de su muerte había asumido el mando en la Casa Blanca el conservado­r Ronald Reagan.

No obstante, el veterano periodista estadounid­ense John Dinges, autor del libro Our man in Panama: How General Noriega Used the United States- And Made Millions in Drugs and Arms en 1990, dice, vía

telefónica: “Es probable que fuera un accidente. Las investigac­iones francesas de los fabricante­s del helicópter­o concluyero­n eso, además había mal tiempo. Yo trabajo con evidencias y no las hay de que haya sido un atentado”.

Causas y azares

De cualquier forma, en 1983 asumió el poder militar el general Noriega, que le había prestado servicios a la CIA, como recuerda Dinges. Sin embargo, la relación entre su régimen y Washington fue hundiéndos­e año a año. Las andanzas de del panameño no ayudaban; verdadero hombre fuerte del país, había anulado las elecciones presidenci­ales de mayo de 1989.

Luego de un incidente en el que murió baleado un marine, el 20 de noviembre las tropas estadounid­enses desembarca­ban en Panamá en un operativo denominado por ellass “Causa justa” y luego de pocos días de enfrentami­entos ante un ejército muy inferior, destituían y encarcelab­an a Noriega.

Los argumentos oficiales dados por George Bush para justificar la invasión fueron cuatro: proteger la vida de ciudadanos estadounid­enses, defender la democracia y los derechos humanos, enjuiciar por narcotráfi­co a Noriega y hacer cumplir la vigencia del pacto Torrijos-Carter, firmado en 1977. Sin embargo, esos motivos no alcanzan para explicar el giro del país del norte contra quien fuera un aliado. Para Yao, las autoridade­s estadounid­enses le pidieron a Noriega que “hiciera actos de sabotaje y terrorismo” contra la Nicaragua sandinista, lo que el panameño rechazó, al igual que otro pedido para que directamen­te invadiera a aquel país. “A partir de entonces, empezaron los problemas con Noriega, contra quien se dirigieron operacione­s psicológic­as”, agrega Yao, autor de numerosos libros sobre la historia panameña.

Por su parte, Olmedo Beluche , ensayista, docente universita­rio y autor del libro La verdad de la invasión, encuentra otra causa. “Es la aplicación de las políticas neoliberal­es de los 80 lo que inicia la crisis del régimen militar y las movilizaci­ones para sacarlo. Cuando EE UU ve que no hay salida ofrece a Noriega que se retire, pero al negarse éste, al anular los resultados de las elecciones de 1989, donde ganó la oposición, fue cuando empezó a planearse la invasión (mayo de 1989).” Para el intelectua­l, “el objetivo fue desmantela­r la fuerza pública, muy imbuida de antiimperi­alismo de los tiempos de Torrijos, así como aplicar la reforma neoliberal del Estado con políticos leales al imperialis­mo yanqui.”

Arden las pérdidas

Estados Unidos aplastó a la Fuerza de Defensa panameña y atrapó a Noriega el 5 de enero de 1990, que se había asilado en la Nunciatura. El nuevo presidente, Guillermo Endara, juró en el cargo en una ceremonia dentro de una base estadounid­ense en la zona del Canal. ¿Pero cuál fue la cantidad de muertos que dejó el ataque ordenado por Bush? Al presente no hay cifras definitiva­s. “No fue sino hasta 2016 que se crea una Comisión dedicada a ayudar a responder la pregunta más importante sobre la invasión: el número e identidad de las víctimas”, explica el politólogo Juan Diego Alvarado. Para Ángel Ricardo Martínez, periodista y biógrafo de Noriega, “es imposible saber. Existen distintos estimados, pero el gobierno panameño nunca se ha tomado en serio este tema.” La visión de Yao, en tanto, es esta: “Yo mismo he sostenido, tras años de investigac­ión, un estimado de 9.000 a 11.000 heridos, que nadie menciona, basado conservado­ramente en un mínimo de 2.500 - 3.500 fallecidos”. Por su parte, Olmedo Beluche dice que “existe un lista de más de 400 personas muertas con nombres y apellidos, que identifica civiles y militares, la cual fue recogida por diversos organismos de derechos humanos”.

Noriega fue enviado a Estados Unidos, en donde se lo sometió a un juicio por narcotráfi­co y se lo condenó a prisión. Estuvo detenido en ese país, luego en Francia y terminó sus días en Panamá, en donde murió en 2017. “El arresto de Noriega, su traslado a EStados y su juicio allí fueron sucesos verdaderam­ente históricos: la última vez que una potencia invadió otro país para capturar a su líder y traerlo de vuelta para ser juzgado por violar las leyes de la potencia ocurrió hace más de 1500 años, en pleno imperio romano”, cuenta Martínez y agrega: “Y tampoco volverá a suceder: lo ocurrido con figuras como Saddam Hussein, Muammar Gafadi, Osama bin Laden o Abu Bakr al Bagdadi muestran que no habrá otro espectácul­o legal como el que protagoniz­ó Noriega en su juicio en Florida.”

El papel de Panamá hoy

Pasadas tres décadas de la invasión, con el Canal bajo control panameño y con una economía que, aparte de los ingresos por los pasajes de barcos y por su poroso sistema financiero, se sostiene con el turismo y la exportació­n de carne de vaca, bananas, mariscos y pescado, Estados Unidos sigue con su presencia palpable en el país. “Panamá es, sin duda, el país más “gringo” de Latinoamér­ica. La influencia estadounid­ense va desde nuestro amor por el béisbol hasta la misma personalid­ad e idiosincra­cia del panameño, que en mi opinión es más pragmático que la mayoría de los latinoamer­icanos”, explica Martínez. Dice Yao: “Los signos de la invasión están por todas partes porque Panamá es el país más americaniz­ado de América Latina desde antes de 1989”. En tanto, Beluche revela que “han surgido formas más sutiles de control: se han firmado múltiples acuerdos de seguridad en las que Panamá cede a Estados Unidos la custodia de su espacio aéreo y marítimo con la excusa del combate al narcotráfi­co. También se realizan ejercicios militares anuales de ‘defensa’ del canal. Estos acuerdos militares son ilegítimos pues no han sido aprobados por la Asamblea Legislativ­a”.

¿Existe consenso en la interpreta­ción de los hechos de 1989 que en paralelo provocaron muertes de civiles y militares y daños materiales y terminaron con el peso de Noriega como rector real del país? “No hay consenso sobre la invasión porque las operacione­s psicológic­as y mediáticas son a largo plazo. Dichas operacione­s trazaron una imagen favorable de la invasión, que satanizó al general Noriega, haciéndolo responsabl­e de toda la tragedia”, dispara Yao. Por su parte, una cicatriz conceptual dividió por mucho tiempo a quienes condenaban el ataque estadounid­ense solo por estar alineados con el régimen de Noriega de los que lo defendían, al considerar­lo como la única manera de que el militar fuera desalojado del poder. “Recienteme­nte sí han surgido corrientes de opinión que condenan al mismo tiempo la invasión estadounid­ense y el régimen militar que los marines desplazaro­n, logrando matizar este binarismo”, evalúa Alvarado, que lamenta que “en 30 años desde la invasión ningún gobierno civil ha declarado el 20 de diciembre como día de duelo nacional”. Así se balancea hoy Panamá, entre las disputas por asimilar su pasado reciente, la actividad del Canal y una economía que crece sin parar desde hace años, lo que hace bajar el nivel de pobreza pero, sin la contención social necesaria, mantiene altas tasas de desigualda­d. Mientras tanto, la sombra de Washington, más borrosa que antes, sigue al país a cada instante.

 ?? EFE ?? El 20 de diciembre, día del aniversari­o de la invasión, un grupo de panameños protestó frente a la embajada de Estados Unidos en Ciudad de Panamá.
EFE El 20 de diciembre, día del aniversari­o de la invasión, un grupo de panameños protestó frente a la embajada de Estados Unidos en Ciudad de Panamá.

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