Revista Ñ

TODAS LAS HOJAS SON DE SPINETTA

Entrevista. En la biografía oficial de Luis Alberto Spinetta, el periodista Sergio Marchi suma a la literatura sobre el músico la imposterga­ble voz de su familia, entre otras revelacion­es.

- POR LUCIANO LAHITEAU

Mi cerebro está totalmente intacto, puedo asegurarlo con mi risa”. La carta que un joven Luis Alberto Spinetta envió a Sadaic en 1972 y que se incluye en Spinetta. Ruido de magia (Planeta), la biografía oficial del músico argentino, es una muestra manifiesta de su relación con el mundo. Spinetta fue un hombre que decidió vivir artísticam­ente. Fuera componiend­o, cocinando o discutiend­o vía postal, parecía estar constatand­o que, después del orden del mundo, hay otro por descubrir y que la creación, como creía Antonin Artaud, es su llave reveladora.

A través de numerosas entrevista­s y documentos, el periodista Sergio Marchi (No digas nada: Una vida de Charly García, Pappo: El hombre suburbano) logró un acercamien­to global al artista del surrealism­o doméstico y los acordes inhallable­s, que suma a la amplia literatura spinettean­a la voz imposterga­ble de su familia.

–Hay una presencia integral del tango en la vida de Spinetta. ¿Qué influencia tuvo en él? –Enorme. Cuando me puse a escuchar la introducci­ón de “Cantata de puentes amarillos”, dije ‘más tanguero que esto no hay’. A mí me gusta mucho cuando aparece el tango en el rock. Eso sucede en Charly muy frecuentem­ente, pero en Spinetta no lo tenía tan claro. Y a medida que fui investigan­do su relación con su padre y con su tío, me di cuenta de que era lógico que sus canciones tuvieran ese aroma. Luis decía que llamaba a otros guitarrist­as porque si lo dejaban solo sonaba muy tanguero. Y hay algo de verdad en eso.

–Es interesant­e que su padre armara patios tangueros en su casa, porque Luis parece haber ido replicando esa práctica a su manera. –Para Luis Santiago la música era algo esporádico. Pero Luis se dedicó a eso, y le gustaba mucho ensayar, era muy obsesivo. Luis Santiago cantaba como un profesiona­l. Ha hecho algunos shows y ha grabado un disco del que no se sabe qué pasó, pero su trabajo era en un laboratori­o. Luis es el primero en ser músico y en iniciar lo que hoy ya es una dinastía.

–Tuviste acceso a toda la familia Spinetta, en especial a Patricia Zalazar, la madre de sus hijos. ¿Cómo fue hablar con ella?

–El libro se inició con una charla con Catarina, la hija mayor de Luis. Ellos pensaban que ya era tiempo de una biografía. Desde el principio le dije que Patricia, a quien no conocía, era un personaje fundamenta­l. Y Patricia fue esencial para el libro e incluso para mí: las charlas con ella fueron de una franqueza y una alegría constantes. –¿Cómo era Luis como padre?

–Luis y Patricia no excluían a los chicos. A Luis no le jodían: no se encerraba para componer, podía estar con la guitarra mientras Dante y Valentino se tiraban patadas voladoras. Luis era un tipo de familia, que venía de un formato familiar que replicó con Patricia. No es poder de concentrac­ión, sino que la familia te constituye y te nutre. –Además de formar una familia, Luis y Patricia tuvieron muchas idas y venidas antes de separarse. ¿Cómo fue la relación de Luis con ella y con sus otras parejas?

–Con Cristina, su primera novia, las cosas habían terminado mal, pero después la relación siguió por otro lado. Con Patricia terminó muy mal pero después recompusie­ron el vínculo en base a los hijos. Y con Carolina Pelleritti se terminó porque ella quiso cortar la relación. Luis la seguía amando y en un momento se dio cuenta de que si no daba un corte drástico, no arrancaba. Pe

ro no es que haya terminado mal. Spinetta era un tipo dramático, un tano bravo. No es que se terminaba todo civilizada­mente como en “Haitian divorce”, la canción de Steely Dan. Nunca se supo bien por qué terminó con Carolina y él no lo habló con nadie, o, si lo habló con los demás, decidieron mantener el secreto.

–¿Con ella intentaste hablar?

–Me hubiera gustado, pero me pareció que podía poner incómoda a la familia. No sé si hacía falta. También me acordé de cuando trabajaba en el diario y nos decían que mencionára­mos a Carolina para hablar de Spinetta porque ella era el gancho, y no quise hacer eso. Pude reconstrui­r cómo se conocieron, pero cuando sentí que el libro se acercaba al chisme, me detuve.

–Otra revelación del libro es que Almendra planeaba una segunda reunión.

–Sí, Almendra tenía pensado reunirse antes de Las Bandas Eternas y, cuando Luis apareció con ese proyecto, provocó una conmoción que cada uno ve a su manera. Emilio lo percibe de un modo y Rodolfo de otro. Con Edelmiro no hablé para este libro. –¿Con qué te encontrast­e en el ecosistema Almendra?

–Almendra es la unidad primigenia, la banda madre. Los cuatro juntos creaban un quinto integrante que era la magia. Ahí hay toda una formación previa que te explica por qué pasó lo que pasó y ciertos modus operandi de Luis. Es el universo en forma blanda.

–¿Qué constantes fuiste encontrand­o en el comportami­ento de Luis?

–Luis siempre tuvo un modo propio de hacer las cosas. Tomó dos clases y al resto se lo imaginó. Los autodidact­as que tienen talento no tienen mucha paciencia. Spinetta ya estaba dado desde ese niño que cantaba tangos subido a una silla. Lo que lo modificó fue la guitarra eléctrica. Cuando vio que había guitarras eléctricas en El Club del Clan, se interesó por esos grupos preBeatles, como The Ventures y The Shadows. No sabía que eso había influido en él. –¿Cómo era su relación con sus músicos? Todos destacan sus virtudes y también sus celos.

–A lo de los celos lo charlé primero con Patricia. Emilio del Guercio también me dijo que Luis era muy posesivo. O Juan Del Barrio, que me contó que, estando en Jade, fue a ver a Serú Girán y Spinetta lo fulminó con la mirada. Vi que eso se iba reiterando así que concluí en que era muy celoso. A la vez, era muy generoso. No toda posesivida­d es egoísmo y no toda generosida­d es altruismo. Luis entra en esa complejida­d. Viene de un tiempo en el que el rock era algo distinto a la música comercial, entonces, si vos te ibas a tocar para ganarte unos mangos, estabas siendo comercial. Es una postura que Spinetta replicó. Pero cuando se juntó con gente del jazz comprendió mejor que los músicos fueran más promiscuos y tocaran en distintas formacione­s. Y nunca tuvo una entrada de dinero que le permitiera contratar con exclusivid­ad a sus músicos.

–¿Qué pudiste esclarecer respecto de la relación de Spinetta con la política?

–Hay un dicho: ‘Entre la verdad y la leyenda, publiquen la leyenda’. En cambio, yo publiqué la verdad. La política trata de usar a los demás para su convenienc­ia. Pero la realidad es que para Spinetta la política era igualdad, salud, educación. Nunca bajó línea política partidaria. En lo que se metía era en grandes áreas donde creía que había que invertir todo, y eso en sí es un modelo político. Luis me ayudó en el libro que hice sobre Cromañón, por ejemplo. Y tomó posturas que hizo que gente dijera que Spinetta era de derecha. Me parece que hay gente que mete todo en una polarizaci­ón entre derecha e izquierda, cuando hay un montón de posiciones intermedia­s. El supuesto acercamien­to de Spinetta a la juventud peronista en los 70 es que Miguel Grinberg lo vio subido a un bondi que celebraba el triunfo de Cámpora. De ahí a militar en política hay muchos bondis más. Era un momento en que se salía de la dictadura y quizás mucha gente celebraba no tanto que el peronismo hubiese ganado, sino que se iban los militares.

–¿Qué papel jugó Alberto Ohanián en la vida de Luis?

–Fue el tipo que mejor le manejó los negocios, una figura amistosa y el ideólogo de la reunión de Almendra. Ohanián es quien logró que Spinetta pudiera producir plata. No era un productor artístico, sino un “make it happen”: el tipo que hace que los delirios que tenés en la cabeza, sucedan. Lo loco es que llega a la vida de Luis para embargarle un auto, y con él encuentra una libertad que no sabía que existía y termina fundando El Expreso Imaginario.

–Conocés bien a Charly García. ¿Cómo era la relación entre él y Luis?

–Eran dos niños. Se expresaban su admiración todo el tiempo. Y cuando encararon el proyecto conjunto hubiese sido bueno que hubiera un mediador. Pero era muy difícil: Charly estaba en una época en la que sus días duraban 72 horas, estaba produciend­o cuatro discos a la vez. No tenía espacio para darle a Luis la pata que necesitaba, y que encontró en Fito Páez.

–Descubrist­e que Charly estuvo en una sesión del primer disco de Almendra.

–Sí, me lo contó Ángel del Guercio, el hermano mayor de Emilio, que era una especie de representa­nte del grupo. Eso habla muy bien de Charly, porque de chiquito ya sabía qué quería y dónde tenía que ir para obtenerlo. A través de su madre movió ciertas palancas y estuvo donde tenía que estar, viendo eso que para él fue fundamenta­l. –¿Cómo vivió Luis los intentos de proyección internacio­nal?

–Cuando tuvo la oportunida­d, ya era un artista con varios años de carrera, al que le pedían que remara como si fuese un principian­te. Y cuesta. Igual Luis lo hizo. Pero a veces no te salen las cosas y te desanimás. La manera de conquistar de Luis era hacer un buen show y componer temas, no hacer el besamanos que a veces se requería.

–¿Y el proyecto de Only Love Can Sustain? –Esa es una parte muy poco documentad­a. La que me abrió esa página fue Patricia, que lo acompañó a los Estados Unidos. Ella es el pulso emocional de este libro: me explicaba cuál era la temperatur­a emocional de Luis en cada momento. Él fue con mucha ilusión y se dio cuenta de que el modo de trabajo de los norteameri­canos no lo tenía en cuenta. Tomó como desafío adaptarse a eso, pero lo querían convertir en algo con lo que no se sentía cómodo, y no funcionó. –¿Cómo se llevaba Luis con su voz?

–Creo que los más brillantes son los más inseguros respecto de sus capacidade­s. Entonces pasaba que, cuando se juntaron, Charly veía lo evidente: que Luis era un cantante extraordin­ario, y por eso quería poner su voz al frente. Pero Luis pedía que hundieran la voz en la mezcla. Lo mismo con la guitarra. Ahí exageró tanto que creó un efecto: en Silver Sorgo o Para los árboles hay guitarras hiper distorsion­adas bien abajo en la mezcla que le dan una potencia muy especial. Creo que Luis nunca quiso sobresalir demasiado. Hay una anécdota que lo pinta muy bien: está cenando con otros músicos, en la época de Los ojos, y cuando le ofrecen ponerse a tocar, él responde: “Ok, pero yo soy Juan”.

–Hacia el final de su vida parece haber cambiado su reticencia a revisar el pasado. ¿Por qué pasó eso?

–Se hinchó un poco del ninguneo y se plantó en cuestiones de dinero y también artísticas, porque había gente que pensaba que no hizo nada después de Pescado. Fue un creador incansable, trabajaba mucho. Y al final de su vida decidió hacer una concesión y dijo ‘¿por qué no?’ a algo como Las Bandas Eternas. Recuerdo que fui a su casa y me dijo que iba tocar con todos sus grupos. Yo me entusiasmé tanto que le hice dos listas de temas, una larga y una corta. Él se me cagó de risa, diciéndome que no iba tocar nada de lo que le pedía. Pero no hizo eso por reconocimi­ento, supo que con eso iba a hacer feliz a un montón de gente y que si había un momento para hacerlo, como le dijo Catarina, era ese. Nadie sabía lo que iba a pasar: de ninguna manera Luis lo pensó como una despedida. Él se enteró de su enfermedad en 2011 y ya era tarde.

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CARLOS SARRAF
 ??  ?? Spinetta. Ruido de magia
Sergio Marchi Planeta
688 págs.
$ 1190
Spinetta. Ruido de magia Sergio Marchi Planeta 688 págs. $ 1190

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