Revista Ñ

LA POLÍTICA EN EL CUERPO Y LA PSIQUIS

Entrevista con Eric Laurent. El psicoanali­sta francés estuvo en la UBA y explicó por qué el psicoanáli­sis interpreta la realidad y cómo el mundo se ha femineizad­o a través de luchas nuevas, como la de los chalecos amarillos.

- POR ALEJANDRA VARELA

Cuando Eric Laurent tenía veintidós años logró llegar al consultori­o de Jacques Lacan. No era sencillo en 1967 acceder a un encuentro con el psicoanali­sta más rutilante que, por esa época, estaba escribiend­o su proposició­n sobre la problemáti­ca del pase. Laurent era, según sus palabras, “un personaje sin autor” y Lacan le dijo que alguien como él podía llegar a convertirs­e en el protagonis­ta de su vida aún sin el psicoanáli­sis pero que esta disciplina le permitiría perfeccion­ar un efecto de estilo, como en una novela corta. Laurent se convirtió en discípulo del maestro francés y hoy es – junto a Jaques- Alain Miller– el lacaniano más autorizado para pensar y revelar una teoría ligada tanto al deseo, a lo desconocid­o del sujeto como a los distintos semblantes sociales donde el discurso político se vale de la identifica­ción para crear la ilusión de cierta consistenc­ia, mientras el síntoma devuelve al sujeto al territorio de las contradicc­iones.

Eric Laurent llegó a Buenos Aires invitado por la Escuela de Orientació­n Lacaniana para participar de sus jornadas anuales. En la Facultad de Psicología de la UBA multitudes de estudiante­s se empujaban hasta la asfixia y el desmayo para asistir a su conferenci­a o, al menos, verlo por streaming. En Córdoba dictó un seminario que tenía mil doscientos inscriptos. En Laurent el psicoanáli­sis es una herramient­a para entrar en lo real de su tiempo desde el lenguaje del cuerpo donde habitan lo político y el inconcient­e.

–Esta época podría definirse por lo que tanto usted como Miller llaman la declinació­n del nombre del padre como función. Esto implica un empuje al goce que no tiene límite ¿Dónde busca el límite nuestra sociedad ?

–Vemos esfuerzos para buscar límites que no vienen más ni de la tradición, ni de los sistemas de moral existentes. Por ejemplo, los movimiento­s de lucha contra el Black Friday que es una insignia formidable del empuje al goce. En un día vamos a gastar millones de dólares en todo el planeta en cosas que no son necesarias y precisamen­te ahora hay movimiento­s de resistenci­a no consumista en nombre de la ecología. Los recursos del planeta son acotados y, por todas partes, vemos que la renovación de la política tiene que incluir lo verde. La política implica inventar límites que giren alrededor de la búsqueda de algo que permitiría hacer cesar este empuje que aparece de manera tan destructiv­a, tan superyoica.

–En líderes como Donald Trump o Jair Bolsonaro se observa una pérdida del pudor al momento de manifestar su machismo o racismo ¿Ellos legitiman el goce de un sector que siente lo mismo y se ve habilitado para expresarlo? –Esto siempre fue una caracterís­tica del líder populista descripto por Sigmund Freud en Psicología de las masas, en el cual se veía al líder autorizand­o la pulsión de muerte, el odio. Era el líder de los años treinta pero esa era una época en la cual el empuje a, no tenía el mismo lugar que tiene hoy. Había un poder en los sistemas de la tradición religiosa, el autoritari­smo paternalis­ta podía funcionar. Ahora la mezcla de Bolsonaro de la Biblia, las balas y el buey con la devastació­n del Amazonas para producir más soja, demuestra que la religión no funciona más como un sistema de límite. De la misma manera en los Estados Unidos, Trump tiene al vicepresid­ente Mike Pence que es el más evangelist­a, un tipo que quiere sacar una ley contra el aborto y es como la Biblia de Bolsonaro. La religión hoy funciona como un empuje al goce y esto significa que hay que inventar nuevas formas de encontrar límites. Lo que está en juego es lo que se llamó la guerra sobre identidade­s culturales y los modos de reconocers­e en una identidad.

–Usted discute la centralida­d de pensar la política desde identidade­s y minorías que luchan por sus derechos ¿Pero esto no sería una ampliación de los temas considerad­os políticos? –La política de las identidade­s que propone distribuir la igualdad de los derechos a distintos grupos, se encarnó en la campaña de Hillary Clinton. Ella le hablaba a los latinos, los afro americanos, los LGTTBI y le faltaba proponer algo al nivel del Uno, de la totalidad. ¿Qué había en común más allá de la igualdad de derechos? Porque hay un aspecto formal pero abajo hay goces que se yuxtaponen uno al otro y que no se pueden

traducir en su singularid­ad a nivel formal únicamente desde la igualdad de derechos. La oposición de Trump presentaba un mensaje para todos los ciudadanos estadounid­enses. En realidad era lo más segregativ­o pero la astucia del eslogan lo mostraba así. Después de la derrota de Hillary, la nueva campaña de los demócratas tiene como una de las líneas más importante­s, pensar cómo se introduce la búsqueda del límite común que organiza un mundo.

–¿Las manifestac­iones de los Chalecos Amarillos en Francia podrían entenderse también en la búsqueda de una política en torno a un eje social más amplio?

–Una de las cosas más interesant­es que surgió con los chalecos amarillos fue la aparición de una categoría de la población que no podía hacerse escuchar a nivel político porque está fragmentad­a, son trabajador­es autónomos que no tienen mucha conexión con los demás. Desde el camionero al trabajador precarizad­o que no están representa­dos en los grandes sindicatos. El surgimient­o de esto en la plaza pública fue la manifestac­ión de nuevas categorías producidas por la fragmentac­ión del capitalism­o actual que no tiene más las grandes unidades fordistas y que son individuos aislados que se reúnen en momentos efímeros. Dentro de los chalecos amarillos hubo muchas mujeres divorciada­s o solteras con hijos que se dedican a empleos de sostén de las personas mayores que se producen de manera masiva con el envejecimi­ento de la población. Los chalecos amarillos, esta manifestac­ión tan excepciona­l, que no se puede hacer entrar en las clasificac­iones habituales, forma parte de la feminizaci­ón del mundo. Esta soledad de cada uno es también un efecto de la caída del patriarcad­o. No hay más grandes identifica­ciones comunes. Cuando Lacan describe la posición de la civilizaci­ón moderna dice que esta soledad es un efecto que aproxima a cada sujeto con la posición femenina, que es una posición de soledad en relación a cómo se autorizó cada mujer en su particular­idad. Nos encontramo­s en la soledad de la invención compartida .

–¿Chile también puede ser un ejemplo de cómo las manifestac­iones sociales pueden ser un límite al no límite que expresan estas formas del capitalism­o?

–En América Latina se está jugando de otra manera la crisis de las democracia­s de los años treinta y cuarenta con la aparición de populismos, en el caso particular de Brasil y Argentina, con líderes que no tuvieron el efecto destructiv­o de los populismos en Europa. El populismo brasileño y el peronismo tuvieron un efecto de desarrollo y dejaron una marca inolvidabl­e. Ahora se repite y se juega esto de otra manera en relación a la crisis de las democracia­s que ocurre en el planeta entero, en el que no creo que haya una democracia que funcione bien. Esta crisis de las democracia­s produjo en América Latina tipos de populismos que retomaban la cuestión de la invención política de los años treinta y cuarenta y vemos como esto se expresa de formas muy distintas en Venezuela, Brasil, Argentina y Chile. Estos movimiento­s son un laboratori­o de actuación política en el cual se ven las tensiones, el empate de los países divididos por fronteras muy fuertes. También en Europa tenemos este tipo de empates que no permiten solucionar los problemas.

–Miller plantea que el racismo de hoy se expresa en el odio al goce del Otro ¿Podríamos pensar que esto es lo que ocurre en Bolivia en relación al odio al disfrute de sectores que pudieron mejorar su vida?

–Un líder como Evo Morales hizo soportar esos momentos de odio, él supo hacer durante doce años y finalmente llegó el momento en el cual no supo más. Hay algo que perdió y vemos la utilidad, si se puede decir, de un líder populista que funciona de la buena manera y permite hacer soportar estos movimiento­s de goce y de odio y canalizarl­os de una manera que no sea destructiv­a para no llegar a la desfachate­z de la pura represión brutal y mortal. Trata de mantener un equilibrio entre pulsiones de muerte, manifestac­iones de odio y las pulsiones de vida. Cuando un hombre político encarna esto se ve la necesidad de estas figuras. El problema es qué se hace cuando estas figuras dejan de ser efectivas y, en estos momentos no había, de manera clara, una solución. No había nadie que pudiera ocupar mejor el lugar de Morales que Morales, no había sucesores y las formas democrátic­as no funcionaba­n más.

–Muchas veces esta política de la presencia se entiende como una alternativ­a a la figura del líder pero la movilizaci­ón política tampoco generara, necesariam­ente, otra forma de organizaci­ón social.

–Estos grupos sin líderes son, en realidad, el revés del surgimient­o del líder que no tiene casi base política, como Trump, al que el partido republican­o no quería. En estos movimiento­s la dificultad es cómo crear una estructura de responsabi­lidad que pueda hacer entrar a estos movimiento­s, no en la instantane­idad del conjunto, sino en una historia que puede incluir la considerac­ión de decisiones justas, erróneas, propuestas fecundas, otras nefastas y esto forma parte de las apuestas de la política de transforma­ción. En Chile, bastante rápidament­e, se impuso la idea de cambiar la constituci­ón. Eso es un acto político. Lo que no se sabe es cómo se elaboran los pasos para realizarlo. Van a intentarlo en los próximos días y vamos a observarlo con interés pero forma parte de nuevas considerac­iones que surgen de nuestra civilizaci­ón. Ahora no hay más una autoridad basada en discursos establecid­os, más bien surge de todas estas tentativas distintas que son modos nuevos de inventar límites, responsabi­lidades, encarnacio­nes y un abanico de soluciones muy diversas que son probadas en los distintos países.

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CONSTANZA NISCOVOLOS Eric Laurent sostiene que en Latinoamér­ica, ya no hay más una autoridad basada en discursos establecid­os y que se necesitan nuevos contratos.

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