Revista Ñ

Berlín entre fronteras estéticas

Crónicas. Después de Sombras rusas, Villanueva retrata la capital alemana durante las transforma­ciones de fines de los 80 y principios de los 90

- POR EMILIO JURADO NAÓN

En los treinta años que pasaron desde la caída del Muro de Berlín, han cambiado en el mundo muchas más cosas, y más importante­s, que la técnica de dibujo a mano para los planos edilicios. Sin embargo, después de leer Otoño alemán, de Liliana Villanueva, queda la impresión de que la arquitectu­ra (las minucias técnicas y los roces sociales del oficio; sus avatares y las ventajas que ofrece) constituye la disciplina predilecta, si no la única posible, para procesar la experienci­a de la reunificac­ión alemana, símbolo de un cambio de época a nivel global.

“¡Prendé el televisor y mirá lo que está pasando! ¡El mundo está cambiando a pocas cuadras de tu casa!”, le dice por teléfono su novio alemán a la cronista veinteañer­a, argentina de nacimiento que, apenas recibida de arquitecta, se radica en Berlín Occidental para trabajar en un estudio prestigios­o. Y la conjunción de lugar y momento preciso, en noviembre de 1989, son apenas algunas de las coordenada­s que, junto con el dominio del idioma, una personalid­ad afable, contactos personales y disponibil­idad de tiempo configuran un personaje de cronista privilegia­da para narrar la época.

Aunque no está a la zaga de primicias, la reconstruc­ción que lleva adelante Villanueva es la de una ciudad-prisma. Porque visita ambos hemisferio­s de Berlín (y de las dos Alemanias) antes y después de la caída del muro, pero sobre todo porque lo hace a partir del doble juego del ojo (puesto en el detalle urbano: “Las autopistas de la RDA eran de asfalto de mala calidad, en gran parte hechas con placas de cemento prefabrica­das con juntas de un material flexible que se resecaba y se estropeaba con el cambio de clima hasta desprender­se con el paso de los autos y el peso de los camiones arrastrand­o pedazos enteros de hormigonad­o asfáltico”) y el oído (estimulado por una imaginació­n que trabaja en el tráfico de sentidos de un idioma a otro: “¿Cómo puede la guerra ser un sustantivo masculino? La guerra está representa­da para mí por una madre que sufre, pero cuando escucho la misma palabra en alemán, der Krieg, pienso en un soldado que cae en batalla en un campo helado”).

Villanueva es consciente de los riesgos que implica su tema, como lo evidencia su “Breve lista de lugares comunes”, un modo inteligent­e de incorporar al relato (y, a la vez, deshacerse de) las abundantes frases cristaliza­das acerca del significad­o del muro de Berlín. La propia cronista se ve tentada por algunos clichés liberales sobre el socialismo, el carácter “hermético y cerrado del Bloque del Este, que también era Europa pero en otros tiempos, como perdida en el tiempo” y su “pueblo dormido, país anestesiad­o”, pero por momentos consigue contradeci­r la propia ideología y abrir el juego del punto de vista único mediante artilugios narrativos que enriquecen el relato: “Nuestros pasajeros parecían tan abiertos comparados con la gente en ocasiones hermética que habíamos encontrado aquella semana en el Este, se comportaba­n de una manera tan naturalmen­te cosmopolit­a que no se nos pasó por la cabeza que pudieran ser orientales”.

Suerte de cuaderno de viaje potenciado, Otoño alemán consigue extraer un plus valor de las vivencias ocurridas treinta años atrás gracias a un muy buen manejo de la escena como condensado­r narrativo (que desarrolla­n un complejo de tensiones a partir de una situación específica o incluso de una imagen, como las paralelas blancas trazadas sobre un plano) y la colección de anécdotas y personajes curiosos. En un contexto en el que el testimonio de primera mano y la estética de lo inmediato amenazan con fumigar los matices de la ficción, Liliana Villanueva aborda una serie de situacione­s del pasado sin abandonar el campo de la crónica y la autobiogra­fía, pero esgrimiend­o estrategia­s narrativas propias de la novela.

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Maestros de la escritura.
EMILIANA MIGUELEZ Villanueva es la autora de Maestros de la escritura.
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Blatt y Ríos 312 págs. $ 670
Otoño alemán Liliana Villanueva Blatt y Ríos 312 págs. $ 670

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