Revista Ñ

PERSISTENC­IA DE LA TEXTURA Y LA INTIMIDAD

Tendencia. Pese al auge de la tecnología digital desde su irrupción en la década del 90, la industria cinematogr­áfica no abandonó el grano del fílmico.

- POR DANIELA KOZAK

Desde que desembarcó en la industria del cine en los años 90, la tecnología digital avanzó hasta abarcarlo prácticame­nte todo. Sin embargo, el cine en fílmico persiste y en los últimos años hubo incluso una suerte de regreso. Varios directores de Hollywood prefieren rodar en fílmico, los estudios y los archivos audiovisua­les preservan tanto en fílmico como en digital, el Súper 8 y el 16mm se utilizan en el cine experiment­al y aún se proyectan películas en soporte original en cinemateca­s, museos y festivales. La persistenc­ia del fílmico no es una cuestión de moda, fetiche o nostalgia, sino que se explica a partir de las propiedade­s de este soporte, distintas de las del digital.

En Hollywood hay un grupo de directores –Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Christophe­r Nolan, Steven Spielberg, Paul Thomas Anderson, entre otros– que prefiere rodar en fílmico por las posibilida­des estéticas que brinda en cuanto a texturas, colores y contrastes, entre otros aspectos. En 2015 Kodak llegó a un acuerdo con los grandes estudios para continuar con la producción de película virgen y, desde entonces, abrió laboratori­os y reintroduj­o en el mercado productos que había discontinu­ado. Películas recientes como Historia de un matrimonio (Noah Baumbach), El irlandés (Scorsese) y Había una vez en Hollywood (Tarantino) e incluso series como Succession se rodaron en fílmico.

Preservar en fílmico

Uno de los principios básicos de la preservaci­ón audiovisua­l es la necesidad de preservar las películas en el formato original o en el más cercano posible si el deterioro del original es irreversib­le. Por eso las cinemateca­s y los archivos del mundo conservan sus coleccione­s fílmicas. “El fílmico –en especial en el soporte de poliéster, generaliza­do en los años 90– es bastante estable y si se lo guarda en las temperatur­as y humedades adecuadas, puede durar hasta 500 años”, explica Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken.

En cuanto al digital, no se sabe cuánto pueden durar los archivos, que además están sometidos a la obsolescen­cia programada del hardware y del software. Félix-Didier menciona como ejemplo las cintas LTO, el formato de preservaci­ón digital elegido por los archivos. “Cada tres años aparece una nueva versión y las más antiguas deben migrarse para evitar que se vuelvan irreproduc­ibles, con los costos que eso implica”. Además, la preservaci­ón digital tiene su propia complejida­d. “Si tengo un negativo y lo guardo bien –explica Félix-Didier–, sé que dura y que voy a poder sacar copias. Con el digital, lo sabemos todos, se muere el disco rígido o se corrompe el archivo. Por eso se necesitan estrategia­s de redundanci­a en distintos servidores y en distintos lugares geográfico­s”.

También las restauraci­ones más importante­s se terminan en fílmico. La restauraci­ón que en 2018 hizo el Museo del Cine en Italia junto con The Film Foundation –la fundación de Scorsese– del clásico argentino Prisionero­s de la tierra (Mario Soffici, 1939), fue terminada en digital y en una copia fílmica para preservaci­ón. En este sentido, una de las dificultad­es es que cada vez hay menos laboratori­os que procesen 35mm. En la Argentina, desde 2016 no hay ninguno. Recienteme­nte, el Museo del Cine y el INCAA anunciaron la construcci­ón de un laboratori­o de preservaci­ón fílmica para cubrir esa necesidad, formar especialis­tas en tecnología fotoquímic­a y brindar servicios a los cineastas. Cuando ese proyecto se concrete, se dará un paso clave para preservar el patrimonio audiovisua­l.

Analógico experiment­al

El Súper 8 y el 16mm se utilizan en forma artesanal en el cine experiment­al. En diciembre, la Casa del Bicentenar­io presentó un ciclo de cine experiment­al con proyeccion­es en esos formatos. Y desde 2012, la sección Súper 8 – 16 mm del Festival de Cine de Mar del Plata despierta gran interés en el público, que en muchos casos descubre esos formatos por primera vez. El cineasta experiment­al Pablo Marín programa desde hace tres años esa sección, ideada por la actual directora del Festival, Cecilia Barrionuev­o. “El punto de partida fue el interés por mostrar cine experiment­al argentino contemporá­neo e histórico y darse cuenta de que la gran mayoría está hecho en Súper 8 y algunas cosas en 16mm”, cuenta Marín. En el último Festival, hubo una mesa moderada por Marín en la que se debatió sobre la producción en estos formatos y la convivenci­a con el digital. “Es muy curioso: el único espacio en el que se considera hacer y proyectar una película en fílmico y se plantean estos interrogan­tes es en el cine experiment­al, que siempre estuvo por fuera de esas decisiones y debates industrial­es”, observa.

En cuanto a la elección de estos formatos, Marín señala: “Los que hacen películas en Súper 8 y en 16mm tienen la sensación de que todavía hay una historia muy rica para explorar y unas posibilida­des plásticas o audiovisua­les que son únicas”. Por otra parte, al ser un formato casero, fácil de usar y creado para ver en un living, el Súper 8 ofrece una experienci­a distinta, tanto en relación a las películas que se pueden hacer como a la forma en la que se difunden. “El súper 8 permite una experienci­a íntima y hay gente que está interesada en eso: en una imagen que no sea perfecta y que sea mas pequeña y personal”, señala.

La calidez del formato original

Por fuera del circuito comercial, varias salas proyectan en fílmico. El coleccioni­sta e historiado­r de cine Fernando Martín Peña es uno de los mayores defensores de las proyeccion­es en formato original y programa películas en MALBA, Hasta Trilce y en la sala del ENERC. También el Museo del Cine y la sala Leopoldo Lugones ofrecen funciones en fílmico.

Quienes promueven estas proyeccion­es no plantean una disyuntiva entre fílmico y digital sino que insisten en que el público tenga la posibilida­d de conocer ambos soportes. Así como el digital permite una extraordin­aria circulació­n del cine de todos los tiempos, la proyección fílmica en una pantalla grande permite ver películas en el formato en el que se hicieron. “La proyección en fílmico –señala Peña– conserva todas las propiedade­s originales de una película, caracterís­ticas de la fotografía impresa en el celuloide –los colores, la textura– que son distintas a las de la imagen digital. Es difícil explicarlo mejor porque hablamos de cualidades sensoriale­s”. Como ejemplo, señala que ver en digital una película rodada en fílmico es comparable a leer una traducción de un poema escrito en otra lengua: “Es otro texto, otra música, otra rima. Hay una zona común, pero el resultado es otro”.

De acuerdo con Félix-Didier, “respetar el modo de producción original de una película es respetar su historia y recuperarl­a para espectador­es que no la conocen. Existe la fantasía de que las películas viejas se ven mal y eso se rompe al proyectar películas en fílmico que se ven espectacul­ar”.

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Directores como Martin Scorsese (El irlandés), Quentin Tarantino (Había una vez en Hollywood) y Jesse Armstrong (Succession) optan por el fílmico a la hora de rodar sus películas y series.
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