TESOROS PERSAS EN EL BLANCO
Alerta por las amenaza de Trump. El mundo de la arqueología y la conservación, sin distinción geográfica, clama por proteger las joyas edilicias de Irán, luego de que el presidente las mencionara como posibles objetivos.
Sobre fondos desérticos o montañosos emergen las imponentes estructuras de ladrillo o adobe, tan fabulosas como las mezquitas de líneas geométricas, revestidas de mosaico y caligrafías, o los fastuosos palacios reales del antiguo imperio persa. En un episodio inédito entre los que registran las redes sociales, los usuarios de Twitter asistimos a una oleada de posteos de los mismos iraníes, con fotos propias que recuerdan al mundo sus reliquias arqueológicas, amenazadas después de que el presidente estadounidense Donald Trump señalara el pasado 5 de enero que 52 de ellos son “blancos legítimos” para el ataque. La escalada impredecible se completa en el plano doméstico, con el derribo del avión de línea ucraniana, por las propias fuerzas militares iraníes.
Los sitios históricos de Irán son Patrimonio Mundial de la Unesco y su valor es incalculable. Fue esta tierra uno de los primeros centros urbanos de la humanidad y focos como las ruinas de Persépolis, la antigua mezquita Masjed-e Jameh y el lujoso Palacio Golestán, en Teherán, son consideradas joyas arquitectónicas de perfección estética. Incluso las casas, minaretes, puentes, jardines y hasta cisternas exhiben un acabado artesanal que alcanza la máxima armonía a partir de elementos primarios.
La amenaza actual de Trump contra Irán tuvo origen en el asesinato del general Qasem Soleimani en Bagdad, el viernes 3. Después, Trump alertó que, en caso de represalia de Teherán, atacaría, pese a que el daño deliberado a sitios de valor patrimonial es considerado un “crimen de guerra”. “¿A ellos les está permitido matar, torturar y mutilar a nuestra gente y a nosotros no se nos permite tocar sus sitios culturales? No funciona así’”, vociferó ante los reporteros que lo abordaron a la salida del Air Force One, tras sus vacaciones en Florida. Aunque el iraní fue responsable de la muerte de cientos de estadounidenses, el ataque de Estados Unidos desencadenó un agravamiento de las tensiones entre Washington y Teherán, que se agudizaron pocos días después con los misiles iraníes contra las instalaciones norteamericanas en Irak. La tensión interna contra las autoridades de Irán también se agravó, con protestas reprimidas en todo el país.
La destrucción de sitios culturales tiene una larga y negra historia y el siglo XXI ya fue testigo de algunos ejemplos irrecuperables. Está prohibida por las convenciones internacionales firmadas en Ginebra y en La Haya. En 2017 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) aprobó por unanimidad una resolución que condena la destrucción de sitios patrimoniales. En este contexto, el organismo alertó al mandatario, mientras altos funcionarios como el secretario de Estado, Mike Pompeo, o el ex subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y embajador ante la OTAN, Nicholas Burns, también cuestionó la bravuconada. “Su amenaza es inmoral y antiestadounidense”, escribió este último en Twitter.
Si Trump encuentra límites a este impulso destructivo que alerta al mundo, se los impondrá, en principio, el Congreso de su país, que tiene el único poder de declarar la guerra y ya se quejó de que el presidente no notificara por anticipado su ataque aéreo contra Soleimani. Entre tanto, personalidades de los distintos ámbitos de la vida política y cultural a nivel mundial manifiestan su repudio ante la posibilidad, siquiera remota, de que esos sitios amenazados puedan verse afectados en el marco de la escalada de violencia. Una visión anticipada de la barbarie, con final incierto.