Revista Ñ

CUARENTA OBRAS, ¿Y NINGÚN COLOR?

Colectiva. Se exhiben pinturas, fotografía­s y objetos solo en blanco y negro de 25 artistas. Pertenecen a la colección de la Fundación OSDE.

- POR GABRIEL PALUMBO

Los colores, todos ellos, tienen su historia, su poder y su literatura. Algunos han logrado, con el paso del tiempo, cambiar su destino y sus interpreta­ciones, tanto en el mundo del arte como en la vida cotidiana. Desde que Isaac Newton logró descifrar el enigma de la relación entre la luz y el color, la discusión que pendula entre la ciencia y el arte se ha desenvuelt­o hasta tener, incluso, sus capítulos contemporá­neos.

El negro y el blanco, y sus matices –desde la grisalla medieval hasta el moderno y azulino gris de Payne–, han dominado conceptual­mente el debate dentro de la paleta de los artistas. Ni los colores primarios han merecido más literatura que el blanco y el negro.

Con el fondo de estas discusione­s, la curadora Micaela Blanco organiza la muestra ¿Sin color? en el Espacio de Arte de la Fundación Osde. El trabajo es atractivo y propone desafíos por dos razones fundamenta­les. Una es la peculiarid­ad del nuevo espacio que ocupa la Fundación. Organizado en dos salas, una más amplia que la otra y comunicada­s por un pasillo estrecho, el lugar de exposición aparece físicament­e fracturado y requiere de un conector eficaz que no sea exclusivam­ente el desplazami­ento del espectador. Además, y esto es más del orden interno del quehacer curatorial, establecer un guión teniendo el límite de una colección puede volverse un problema. Ambas cosas están bien disipadas por el criterio de Blanco. La peculiarid­ad del espacio de exhibición se resuelve eficazment­e con la mezcla de texturas y la combinació­n de obras y textos que terminan formando una unidad temática y visual. La incorporac­ión de otros soportes, como el video con expresione­s de los artistas que están presentes en la muestra colectiva, ayuda también a generar un clima hospitalar­io y armónico. El ploteo en las paredes de pensamient­os de artistas sobre la cuestión del color y del sin color colabora construyen­do un hilo narrativo fácil de seguir y muy ilustrativ­o. Todas las citas son muy buenas, pero animo al visitante a descubrir el párrafo que Vasily Kandinsky le dedica a los impresioni­stas. Los límites que impone una colección al

momento de diseñar un proyecto de curaduría están resueltos temáticame­nte –el juego del color y la ausencia del color– y también por la decisión de no empastar la muestra con un exceso de trabajos. Dentro de una colección no demasiado grande (son 135 obras), marcada por la condición federal y por la pluralidad de soportes, la elección de la curadora es precisa tanto en responder al tema como a un criterio de legibilida­d acorde. Aliviada por no tener que mostrarlo todo, la curadora acierta en el tono y la sensibilid­ad de la exposición.

Otro de los desafíos de trabajar con un universo acotado es que la potencial conversaci­ón que pueden establecer las composicio­nes entre sí y con el silencio y los vacíos de los espacios se vuelve más trabajosa; necesita, por así decirlo, de una dosis más de literatura.

En este caso, uno de los rincones de la muestra se revela como el más íntimo y dialógico. Dos trabajos de grandes dimensione­s se enfrentan y captan la atención del espectador. La conversaci­ón que establecen las obras de Hugo Aveta y Florencia Levy es, de alguna manera, la misma que sostiene toda la muestra.

Las dos miden casi dos metros de lado, y su relación lo resume y lo abarca todo. La sucesión de matices en la fotografía de Aveta, “Morfología de un vacío”, es clara y sugerente. Es una toma directa de una maqueta que el artista realizó en 2006 y el tratamient­o digital realza los claroscuro­s hasta convertirl­os en planos geométrico­s. La doble sensación de realismo y ficción que la obra proyecta muestra esos espacios enormes –caracterís­ticos de buena parte del trabajo del artista–, en este caso cruzados por luces y sombras. Una puerta sugiere, indiscutib­lemente, el paso hacia otro lado, tal vez más nítido pero al mismo tiempo irreconoci­ble.

La pintura de Levy se enfrenta literal y conceptual­mente con la de Aveta. Toda luz, concebida casi en un blanco apenas tocado por el gris, las líneas que dibujan el frente del edificio que miramos son apenas un gesto del color, una escapada de luz en medio de la luz. La pintura es un acrílico de 2006 y lleva por título “San Cristóbal” y representa el escorzo en la fachada de un edificio con sus entrantes y salientes. La obra es sin duda una de las más interesant­es de la exposición, fundamenta­lmente por la capacidad de comunicaci­ón que alcanza con tan pocos elementos. La austeridad del tratamient­o del color, o de la ausencia de color, el trazo plano, las líneas y las perspectiv­as logran en su sencillez un impacto visual que no consiguen trabajos aparenteme­nte más potentes o con más recursos de ruptura. Este acrílico de Levy sirve, además, para dar cuenta de su gran ductilidad y de su capacidad para utilizar soportes muy distintos buscando niveles expresivos diferentes en un ampliado abanico de complejida­des.

Los grises tenues de Levy se ofrecen de puente para la mirada hacia otra de las obras interesant­es de esta exposición. Beatriz Moreiro –artista nacida en Buenos Aires pero que reside en Chaco desde 1978– tiene en esta muestra trabajos en dos soportes diferentes. Una técnica mixta y un grupo de esculturas. Sosteniénd­ose siempre sobre la naturaleza, su labor artística se hace potente cuando busca la contempora­neidad. En “Terrero”, que forma parte de la serie De la tierra, utiliza la técnica con sofisticac­ión para mostrar una escena natural, un enjambre de insectos subiendo por el lateral de una forma erguida e indetermin­ada, que bien pudiera ser un montículo de tierra. La presentaci­ón del dibujo es, sin dudas, experiment­al y recrea el espacio natural para colocarlo en otra dimensión, más onírica o hasta ficcional. Este juego de ficciones se completa con el artilugio que hace Moreira con los materiales en su obra escultóric­a. Sin apartarse ni un poco del sustrato natural, convierte a las plantas de chaguar (todo un símbolo del saber y los conocimien­tos ancestrale­s del lugar de residencia de la artista), en dos estructura­s de acero. El paso de eternizaci­ón que esto supone pone en discusión la temporalid­ad, el uso y las posibilida­des de combinar discursos de distinto tipo cuando se habla de cuestiones ancestrale­s y de un contenido étnico y cultural muy importante.

Hay un juego posicional entre el adentro y el afuera de la muestra. La textura monocolor del interior genera una sensación ambigua. Al estar adentro el espectador piensa en blanco y negro y se deja ganar por el carácter falsamente verosímil de ese maridaje. Afuera, sin embargo, y como si se tratara de un cuadro de Chardin, la realidad sabe que necesita del gris para realzar los otros colores de la vida real.

La muestra se completa con trabajos de Andrés Bancalari, Pablo Curuchet, Sara Facio, Carolina Furque, Eduardo Grossman, Eduardo Gualdoni, Pablo Guiot, Fabiana Ímola, Claudio Larrea, Antonio Martorell, Orlando Mayorga, Mariano Molina, Horacio Paturlanne, Lisandro Pierotti, Gerardo Repetto, Anatole Saderman, Armando Sapia, Cristian Segura, Eduardo Stupía, José Luis Tuñón, Mariano Vilela y Martín Villalonga.

 ??  ?? ¿Sin color?, en Fundación OSDE
¿Sin color?, en Fundación OSDE
 ??  ?? Hugo Aveta. “Morfología de un vacío” de la serie Espacios sustraíble­s, 2006. Topografía directa de maqueta.Procesamie­nto digital, 100 x 200(arriba). Florencia Levy. “San Cristóbal”, 2006. Acrílico y esmalte sobre tela. 150 x 180 cm (izquierda). Claudio Larrea. S/T [hall], de la serie “Una mirada acrítica”, 2015. Toma digital s/Hahnemühle Fine Art. 58,5 x 92,5 cm (abajo).
Hugo Aveta. “Morfología de un vacío” de la serie Espacios sustraíble­s, 2006. Topografía directa de maqueta.Procesamie­nto digital, 100 x 200(arriba). Florencia Levy. “San Cristóbal”, 2006. Acrílico y esmalte sobre tela. 150 x 180 cm (izquierda). Claudio Larrea. S/T [hall], de la serie “Una mirada acrítica”, 2015. Toma digital s/Hahnemühle Fine Art. 58,5 x 92,5 cm (abajo).
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Beatriz Moreiro. “Terrero”, de la serie La tierra, 2005. Técnica mixta sobre papel. 97 x 58 cm.
Beatriz Moreiro. “Terrero”, de la serie La tierra, 2005. Técnica mixta sobre papel. 97 x 58 cm.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina