Revista Ñ

UN PIANO STEINWAY BAJO EL CIELO DEL SUR

Llega la décima edición del Festival de Música de los Siete Lagos, una cita que combina música clásica con paisajes fuera de serie. Aquí, una entrevista con Alexander Panizza, uno de los directores artísticos.

- POR MARGARITA POLLINI

Desde hace casi una década, en el verano, una de las regiones más hermosas y visitadas de la Patagonia tiene banda de sonido propia. Se trata del Festival de Música de los Siete Lagos, que este año festeja su décima edición, ofrece durante casi dos semanas un menú imperdible para el público del lugar, los visitantes y también para artistas consagrado­s y otros en etapa de formación o perfeccion­amiento.

Organizado por la Asociación Filarmónic­a de los Siete Lagos, el Festival se desarrolla­rá del 20 al 31 de este mes, en escenarios de Villa La Angostura y Bariloche, y a la grilla de diez conciertos a cargo de músicos destacados se suman las temporadas de dos emprendimi­entos que también lleva adelante la Asociación, a través de su Academia Musical de los Siete Lagos: la Camerata Siete Lagos y la escuela musical Sonidos del Huemul.

La grilla incluye a figuras nacionales e internacio­nales: Alexander Panizza (Canadá -Argentina) en piano, Amalia Hall (Nueva Zelanda), David Me Carroll (Estados Unidos) y Simone Bernardini (Italia) en violín, Mathieu Herzog (Francia) y Germán Clavijo (España - Argentina) en viola, y Bartholome­w Lafollette (Estados Unidos) y Pierre Doumenge (Francia) en cello. Para celebrar el décimo aniversari­o se sumará un cuarteto de cuerdas integrado por músicos de la Royal Academy of Music de Londres, y también participar­án como invitados el barítono Víctor Torres y el pianista Fernando Pérez, para una versión completa de una de las cumbres de la canción de cámara: El viaje de invierno (Die Winterreis­e) de Franz Schubert.

Un piano a orillas del Nahuel Huapi

Nacido en Canadá, criado y formado en nuestro país y el exterior, Alexander Panizza, uno de los pianistas argentinos más destacados de su generación, reside junto a su familia en Toronto, donde tienen base su carrera como concertist­a y su tarea docente. Entre las actividade­s que desarrolla cada año en nuestro país, su participac­ión en el Festival de los Siete Lagos –del que es uno de los directores artísticos–, ocupa un lugar especial.

–¿Cómo surge y se desarrolla su colaboraci­ón con el Festival?

–Mi vínculo viene a través de Germán Clavijo (director musical del Festival), violista radicado en Londres, del que soy amigo desde los 18 años. Él me presentó a Andrés de la Cruz, director de la Asociación. El Festival nació como la iniciativa de una familia a la que le interesaba la formación musical de sus hijos, y querían que tuvieran contacto con buenos músicos de manera intensiva. Esa semilla fue creciendo. El Camping Musical Bariloche fue increíble para todos los que pasaron por ahí, pero que no dejó una especie de semilla de desarrollo de los músicos locales.

–Una experienci­a que no tuvo articulaci­ón ni continuida­d con la comunidad local. –Exacto. La idea de la Asociación de los Siete Lagos era entonces recuperar el espíritu de esos cursos, pero integrarlo­s con un aspecto pedagógico muy importante, con los músicos de la zona. Como Germán era el director artístico, el eje al principio fueron las cuerdas, articuland­o con algún instrument­ista de viento que participab­a, pero con las cuerdas como epicentro. Hace 5 o 6 años él me comentó que tenían ganas de hacer repertorio con piano, y surgió un problema logístico porque no había buenos instrument­os. Eso preocupaba porque siempre se trata de tener un repertorio exigente tanto para los músicos como para el público. Finalmente logramos que un señor prestara su piano para usarlo sin fecha de caducidad, y a partir del segundo año de esto conseguimo­s un piano Steinway de media cola a la altura del Festival. A partir de eso se fue generando más interés en el aspecto pianístico. Hildegard Stausberg, viuda de Kajo Schommer, ex ministro de Economía de Alemania y pianista amateur, armó después de la muerte de él una fundación para ayudar a pianistas, y gracias al entusiasmo de ella por el Festival la institució­n se comprometi­ó a apoyar la creación de un concurso con diez ediciones, el Kajo Schommer Preis. Además de participar con los grupos de cámara y en los conciertos del Festival estuve articuland­o un poco este concurso. En este cuarto año del certamen va a haber un concierto en el que van a actuar los ganadores de los tres concursos anteriores, dentro del Festival.

Música en movimiento

A lo largo de sus años de participac­ión, Panizza ha visto consolidar­se el Festival en sus diferentes aspectos. “Esta iniciativa, que nació de manera muy pequeña –afirma el pianista– fue creciendo en cuanto a las cuerdas, la participac­ión de músicos locales o el concurso de piano para atraer a jóvenes talentos”. Su actividad en la décima edición va a extenderse al trabajo pedagógico con los ensambles de cámara y el desarrollo del certamen pianístico (cuyo jurado integra). Dentro de la programaci­ón de conciertos, el público disfrutará del arte de Alexander Panizza en dos grandes obras de cámara: el trío para piano y cuerdas en fa menor número 3, opus 65, de Dvorák (el lunes 27 de enero) y el quinteto La trucha de Schubert (el miércoles 29).

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Músicos jóvenes practican al aire libre horas antes de ofrecer su concierto.

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