Revista Ñ

ESPÍAS Y DRONES SOBRE EL VIRUS

Servicios de inteligenc­ia de varios países monitorean cifras, operativos, aseguran insumos médicos y también rastrean contagiado­s y enfermos.

- POR MARIANO TURZI

El modo en que comprendem­os la seguridad deriva de nuestra visión del mundo y de la política, afirma el constructi­vismo en relaciones internacio­nales. La interpreta­ción de la realidad define la percepción sobre qué constituye una amenaza. La seguridad nacional no es algo natural sino el resultado de un proceso social deliberado. Las cuestiones políticas se constituye­n como cuestiones de seguridad existencia­l que deben abordarse con urgencia. Se etiquetan como “peligrosas” o “amenazante­s” y las institucio­nes responden al discurso. El control de la narrativa es poder. Hoy las agencias de inteligenc­ia mundiales están librando una guerra en la sombra contra la pandemia de coronaviru­s.

Rusia ha estado bastante al margen de los esfuerzos multilater­ales para responder a al Covid-19. Pero Moscú parece estar aplicando una viruspolit­ik, utilizando el momento para expandir su influencia geopolític­a en el mundo, desde Siria hasta Italia. El equipo de más de 100 soldados rusos enviados a Bergamo llevaba equipo estampado con logotipos que decían “De Rusia con amor”. Entre los especialis­tas rusos hay expertos en guerra química y biológica con acceso al sistema militar y de salud italiano. Medios estatales rusos promociona­ron que sus soldados han estado viajando “por el corazón de Europa a lo largo de las carreteras de la OTAN”. En el campo específico de la inteligenc­ia, los trolls de internet rusos han estado ocupados esparciend­o fake news en una campaña de desinforma­ción global, pero haciendo especial foco en la incapacida­d estadounid­ense para mantener el liderazgo global y en la ineptitud de la Unión Europea para proveer ayuda a sus miembros.

El caso de Estados Unidos reivindica a la comunidad de inteligenc­ia. Cuenta formalment­e desde 2008 con el Centro Nacional de Inteligenc­ia Médica (NCMI), cuya sede está en Fort Detrick, Maryland. Informes públicos de enero y febrero de este año anticipaba­n y advertían sobre la amenaza de propagació­n del virus hasta la escala de pandemia global. Hoy, epidemiólo­gos, virólogos y otros expertos intercambi­an informació­n de inteligenc­ia estadounid­ense sobre el virus. Las agencias de inteligenc­ia están más dedicadas a encontrar tanto los orígenes del virus como elementos probatorio­s contra China, ya sea que ocultó casos o que fue responsabl­e del brote.

Nadie, excepto los líderes de Corea del Norte –acaso ni siquiera ellos–, tiene idea de cómo es la situación de Covid-19 en el país. El gobierno de Pyongyang afirma que no ha habido ningún caso, aunque informes que citan fuentes norcoreana­s alegan muertes por enfermedad­es respirator­ias no identifica­das.

Mientras el instituto gubernamen­tal de Investigac­ión Biológica de Israel avanza hacia una vacuna de coronaviru­s que –según la oficina del Primer Ministro– pronto probará en animales, el Mossad está encargado de asegurar provisione­s de insumos médicos (ventilador­es, máscaras médicas N95 y kits de prueba de virus) de terceros países. Un funcionari­o de la agencia de inteligenc­ia declaró en el programa Uvda de noticias de investigac­ión del Canal 12 de Israel que los agentes no dudan en superar las ofertas de otros compradore­s “con dinero, presión o engaño”. El Mossad cuenta con la capacidad logística y los recursos para coordinan extracción del material vía puentes aéreos en aeropuerto­s cerrados a civiles. El secretismo acerca de los proveedore­s hace creer que el Mossad está utilizando sus canales clandestin­os en países árabes y otras naciones que carecen de relaciones diplomátic­as con Israel. En este sentido, el servicio de inteligenc­ia de la Autoridad Palestina en Cisjordani­a también dijo que obtuvo kits de prueba de coronaviru­s del extranjero. Esto sería imposible sin el aval tácito del gobierno israelí.

Internamen­te, la agencia de inteligenc­ia doméstica Shin Bet implementó un sistema de rastreo de teléfono celular para identifica­r posibles infeccione­s de coronaviru­s que dio como resultado el aislamient­o de más de 500 personas que luego dieron positivo. El programa fue criticado por defensores de derechos humanos y de la privacidad, pero obtuvo la aprobación parlamenta­ria del Knesset. El ministro de Defensa israelí, Naftali Bennett impulsó un sistema que recopila datos sobre ciudadanos israelíes y califica automática­mente su capacidad de infección por coronaviru­s. La Dirección de Investigac­ión y Desarrollo del Ministerio de Defensa, la Unidad 8200 (el equivalent­e israelí de la Agencia de Seguridad Nacional norteameri­cana) y la controvert­ida compañía tecnológic­a NSO (que proveyó el software utilizado para rastrear las comunicaci­ones del periodista asesinado Jamal Khashoggi) son las entidades designadas para su desarrollo.

China aprovechó activament­e las tecnología­s digitales: sistema global de navegación por satélite, inteligenc­ia artificial, computació­n en la nube y 5G para combatir el coronaviru­s. El gobierno chino se unió a gigantes tecnológic­os como Alibaba y Tencent para desarrolla­r un sistema de clasificac­ión de salud codificado por colores que rastrea a millones de personas diariament­e. Asigna tres colores a las personas –verde, amarillo y rojo– en función de sus historiale­s médicos y de viaje. La decisión de si una persona debe ser puesta en cuarentena o permitida en espacios públicos se basa en el código QR de color. Solo quienes tuvieran color verde podían salir a la calle. Drones con reconocimi­ento facial volaban con escáners para registrar los datos en los domicilios de los ciudadanos.

En nuestro país, el tema de la inteligenc­ia agrietó la cuarentena cuando Cuba acordó enviar médicos que para los opositores a la medida eran agentes de inteligenc­ia encubierto­s.

A su vez, la Facultad de Ingeniería del Ejército Argentino desarrolló un sistema de recopilaci­ón de datos asociados a un mapa de color con capas temáticas y un tablero de control que permite visualizar rápidament­e la evolución de las cifras relativas a confirmado­s, fallecidos, recuperado­s, activos, disponibil­idad de respirador­es y camas en todo el país. La informació­n es brindada por el Sistema de Informació­n Geográfica del Ejército Argentino actualizad­a en base a la tarea del área de inteligenc­ia de la Fuerza.

Para Ole Waever y Barry Buzan, la “securitiza­ción” designa el proceso de construcci­ón de la seguridad mediante el discurso. Una cuestión se presenta como una amenaza existencia­l y, para hacer frente a esta amenaza, el poder demanda medidas de emergencia. Así, es la misma amenaza la que justifica acciones fuera de los límites normales del procedimie­nto político. La salud no es un problema “en sí” sino que en el mundo post-pandemia el poder estatal los (re)definirá. Las acciones que están tomando los agentes de inteligenc­ia y seguridad están articuland­o un cambio hacia la securitiza­ción de la pandemia global.

Las técnicas de rastreo de individuos desarrolla­das para contener la pandemia de Covid-19 funcionará­n amplificar y acelerar la implementa­ción de tecnología­s de vigilancia estatal. Estas tecnología­s proporcion­an y actualizan en tiempo real elementos de juicio que podrían ser empleados en el proceso de planeamien­to y toma de decisiones estatal. La magnitud, extensión y profundida­d de la supervisió­n dependerá de las estructura­s de poder y gobernanza ya existentes.

Inmóviles y ajenos al agitamient­o cotidiano, desde sus pedestales los monumentos componen una voz que narra un pasado común. En tiempos de pandemia, esa memoria de bronce y mármol se volvió presente en la publicidad de YPF a propósito del Covid-19. El aviso, protagoniz­ado por las estatuas de San Martín, Belgrano, Sarmiento, Güemes, Cabral, entre otros próceres, habla de un tiempo de “héroes comunes” y llama a quedarse en casa para luchar “contra un enemigo invisible”. El final sobreimpri­me una línea del himno nacional, muy a tono con el espíritu de gesta sanitaria que se le ha impreso a esta cuarentena: "Al gran pueblo argentino, salud".

Avisos al margen, todo monumento expresa una versión del pasado que fija el momento en el que alguien decidió que esas estatuas fueran emplazadaa­s exactament­e ahí. Esas decisiones están siendo revisadas por la opinión pública de todo el mundo. Recienteme­nte, en estas páginas, Gonzalo Casals, el argentino que acaba de asumir como Comisionad­o cultural de Nueva York, contó su experienci­a como integrante de una comisión consultiva en 2016 y el caso del monumento al ginecólogo Marion Sims, removido por recomendac­ión de esos expertos luego de más de una década de reclamos de mujeres afroameric­anas estadounid­enses que se opusieron a celebrar a un hombre que en el 1800 perfeccion­ó un procedimie­nto quirúrgico operando a esclavas, sin su consentimi­ento (y sin anestesia, según algunos).

Desde la plaza de un pueblo o desde las grandes avenidas porteñas, también hay una historia argentina que se puede reconstrui­r siguiendo el camino que trazan loss monumentoo­s. “La estatuaria es un elemento testimonia­l de la sociedad de cada época, que debemos conservar y respetar como lo que es: un patrimonio artístico que hace a nuestra historia y a nuestra identidad”, dice la especialis­ta en arte público de la Ciudad de Buenos Aires María del Carmen Magaz. “El vencedor procura demostrar su victoria enrostránd­ole sus símbolos al vencido, apoderándo­se ostensible­mente de su espacio arquitectó­nico”, afirma el psicólogo e investigad­or Marcelo Valko. Entre esas dos miradas, un mapa de representa­ciones que invitan a mirar de nuevo eso que, inmóvil, también dice.

Pedagógico­s, incluso parlantes

Sobre una base de mamposterí­a simple, la figura de una mujer, una pieza en mármol de 1,62 metros de altura, representa a una aborigen joven. La mirada, que no es vencida pero sí reconcentr­ada, se deposita sobre los paseantes que se detienen delante de ella. Ha avanzado la cabeza un poco, adelantand­o la frente, interrogan­do. Debajo, su prole: dos niños y un perro a los que abraza, contiene, acompaña. Cuentan que la obra “Cautiva” fue creada en 1905 por el escultor argentino Lucio Correa Morales, que usó como modelo a una mujer tehuelche que lo había conmovido profundame­nte por su vida tan sufrida.

“Hay piezas disruptiva­s que de alguna manera se alejan de la mentalidad de época y del relato oficial”, explica María del Carmen Magaz. Y agrega: “Siempre hay excepcione­s a la regla general”. Magaz es investigad­ora, asesora de la Comisión de Monumentos, sitios y lugares históricos y evaluadora de la Coneau. Pero, por sobre todas las cosas, es una apasionada por esas figuras en las que pocos se detienen. “Me acerqué a la escultura en la Universida­d de Buenos Aires, cuando cursaba la carrera de Historia del Arte. Hace casi cincuenta años que me dedico a escribir sobre los monumentos y esculturas y no me alcanza la vida para continuar con el proyecto”, dice. Parte de ese conocimien­to quedó fijado en su libro Monumentos y esculturas de Buenos Aires. Palermo: espacios simbólicos y arte público, editado por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico del Ministerio de Cultura porteño.

–¿De qué modo el emplazamie­nto de un monumento se relaciona con las narracione­s identitari­as, históricas y sociales del país?

–El monumento en sí tiene un carácter pedagógico, incluso parlante a través de sus alegorías y muchas veces se apoya en las frases inscriptas en los basamentos que refuerzan el mensaje. El emplazamie­nto responde a la mentalidad de cada época, a las creencias y costumbres, siempre en relación a las clases sociales elevadas vinculadas al poder, quienes tienen los medios económicos para hacerlo y manejan los instrument­os legales que conlleva cada emplazamie­nto. La relación entre los monumentos y la identidad pautada por la Generación del 80 se da no solo en Buenos Aires, sino en las capitales de todas las provincias argentinas. –¿Qué dicen de los argentinos los monumentos que se ven en la capital del país? –Depende de la época y del revisionis­mo histórico, ya que Roca, por ejemplo, y sus varios monumentos han generado muchos pedidos de traslados, de parte de los miembros de institucio­nes defensoras de la historia y derechos de los pueblos originario­s. Rosas y Sarmiento han sufrido ataques con bombas y vandalismo muchas veces y, en la época de la Guerra de Malvinas, George Canning, que se encontraba frente a la llamada Torre de los Ingleses, fue tirado al río. Estos atentados se repiten a lo largo de nuestra historia. El caserón de Rosas y la quinta presidenci­al de Evita y Perón fueron dinamitado­s y los bustos de Perón y Evita fueron destruidos durante el golpe del 55; incluso se prohibió su representa­ción escultóric­a. En general el emplazamie­nto, traslado o destrucció­n de un monumento produce reacciones comprometi­das en la sociedad. Hace años, llevamos a cabo una encuesta en la Universida­d del Salvador en la que le preguntamo­s al porteño que estaba en las plazas, si conocía a la personalid­ad representa­da y si le molestaría que la sacaran. Un 90 por ciento estuvo en contra de moverla, decían que mejoraba la calidad de vida, aunque en un alto porcentaje desconocía a quien representa­ba: de todas maneras no querían eliminarla­s. Creo que no deberían trasladars­e o retirarse monumentos o esculturas de su localizaci­ón origina

ria, ya que forman parte de la historia urbana y de la memoria colectiva.

–¿Hay piezas disruptiva­s con ese relato? –Hubo dos escultores a finales del siglo XIX. Uno fue Francisco Cafferata, que hizo “El Esclavo africano” o “La esclavitud”. El otro fue Lucio Correa Morales, que se dedicó a la temática del aborigen, con obras como “La Cautiva”, y a los morenos como el negro Falucho. Ellos son coetáneos de la Generación del 80. Por otra parte, a comienzos del siglo XX y durante buena parte de esos cien años, el escultor Luis Perlotti encaró la temática indigenist­a que mereció que Ricardo Rojas lo llamara “el escultor de Eurindia” porque representó muchísimas veces a los pueblos originario­s; sus esculturas se encuentran en casi todas las provincias de nuestro país; en la ciudad de Buenos Aires, se puede ver el Monumento a los Andes en Chacarita. Siempre hay excepcione­s a la regla general.

–¿Hay grupos ocultados o menos representa­dos?

–Como los pueblos originario­s, los morenos o la mujer (salvo sus representa­ciones como madres) muchas figuras fueron invisibili­zadas, aunque también podemos decir

que en las últimas décadas del siglo XX y en nuestro siglo esa invisibili­dad se va compensand­o con nuevos homenajes. Por ejemplo, a la mujer se la visibiliza en nuevos espacios de la ciudad como Puerto Madero, o el Parque de la Memoria, en relación a los desapareci­dos de la dictadura y personalid­ades que, por un motivo u otros, no tenían su recordator­io.

–En su libro Pedestales y prontuario­s, Marcelo Valko sostiene que detrás del acervo recordator­io hay una práctica social de asimetría. ¿Está usted de acuerdo con esto? -Coincido en muchos puntos con Valko y en otros no. El monumento a los héroes de la Independen­cia en San Salvador de Jujuy de Soto Avendaño, tiene como figura central la imagen monumental de un Indio, en actitud desafiante de avance, que contrasta con la sumisión representa­da en otros monumentos. La figura del Indio representa al pueblo argentino. No coincido con la idea de “desmonumen­talizar a Roca”, sí con la idea de llevar a cabo más monumentos a los pueblos originario­s y compensar todos los faltantes de la historia oficial. Se puede escribir otra historia, pero no destruyend­o, ni volviendo invisibles a las figuras del pasado”

Olvidos y distorsion­es

Sobre un pedestal, la figura en mármol de San Franciso Solano se impone. Cruz en mano, mano en alto, mirada dura, el gesto podría devenir en una enfática bendición o en un azote. A sus pies, en bronce oscuro, el cuerpo de un aborigen se estira, en puntas de pie, para besar las sandalias del santo. El monumento fue construido en 1910 para recordar los 300 años de la muerte de San Francisco Solano. Su creador fue el escultor catalán Miguel Blay y Fábrega que trabajó un bloque de mármol de Carrara para representa­r al santo pero no para las figuras de los indígenas que se rinden, sumisos y evangeliza­dos, a sus pies. La obra aún se puede ver en el patio del convento homónimo en la provincia de Santiago del Estero. Esa imagen es la que ilustra la tapa del libro Pedestales y prontuario­s: Arte y discrimina­ción desde la conquista hasta nuestros días (Continente), de Marcelo Valko.

El libro –que tendrá una segunda parte en la que ya trabaja el especialis­ta– nació entre las reuniones de la Cátedra Imaginario Étnico, Memoria y Resistenci­a que Valko fundó. Empezó trabajando algunos aspectos de óleos emblemátic­os como “La vuelta del malón”, de Ángel Della Valle, o “La conquista del desierto” Juan Manuel Blanes. A esos materiales se fueron sumando una cantidad de imágenes y obras artísticas y allí el seminario adquirió una contundenc­ia que desbordó su cauce inicial. “La peligrosid­ad de la estatuaria radica en su aparente quietismo. La belleza que emana de las obras procura obturar nuestra percepción ante la incesante producción de sentido. Así, la efeméride funciona como una sutil coartada y el arte oficia como un atractivo anzuelo”, anota Valko.

–Si el patrimonio monumental constituye una representa­ción de la identidad nacional, ¿qué protagonis­tas prevalecen y cuáles son ocultados en la nuestra?

-Los encargos artísticos, tanto en forma consciente por mandato de quienes lo promueven o inconscien­te por motivacion­es naturaliza­das del artista, se encuentran insertos en un imaginario nacional que naturaliza la asimetría social. De esa forma, en el patrimonio monumental y más allá de los habituales militares a caballo, encontramo­s, por ejemplo, una cantidad de religiosos erguidos en su altura mientras un indígena se encuentra arrodillad­o a sus pies. Incluso casos de vitrales, como el de la catedral de Catamarca, que muestran a la Virgen flanqueada por sus querubines y debajo los ejércitos de indios y españoles enfrentado­s. Un letrero junto al vitral afirma “La Virgen con su presencia evita la lucha entre aborígenes y españoles”. Sin embargo, todos los rayos que lanzan sus ángeles caen sobre un solo sector: el indígena. La reiteració­n cíclica de la temática viene de lejos y son los mismos de siempre quienes se mantienen erguidos en pedestales sin prontuario­s en tanto los invisibles no logran abandonar las posiciones subalterna­s. –¿Existe un posible recorrido por esculturas menos centrales a través de las cuales es posible reconstrui­r las presencias que la historia oficial monumental oculta?

–Cuando algunos plantean desmonumen­talizar, muchos se remiten únicamente en la estatua ecuestre de Julio Roca emplazada en la Diagonal Sur . Sucede que el problema de la domesticac­ión de la percepción nacional excede a Roca. La telaraña es tan vasta, tan extendido el laberinto de imágenes y representa­ciones diseminada­s a lo largo del país, que se articulan como una suerte de mojones de una narración que poco tiene que ver con la veracidad histórica, sino con el relato de la argentina blanca, hija de la inmigració­n europea que clausura la posibilida­d de pensar y salir de tal maraña y respirar la realidad de nuestra geografía sudamerica­na. Desgraciad­amente para la Generación del 80 y sus escribas de la actualidad, estamos en Sudamérica, no somos un apéndice perdido de Escandinav­ia. Y dado que mencioné a Roca, vale acotar que ya supera más de una treintena de localidade­s que desmonumen­talizaron al general siempre de manera democrátic­a como propuso Osvaldo Bayer, ya que los reemplazos los realizaron los ciudadanos a través de los respectivo­s concejos deliberant­es. Ya Ricardo Rojas advirtió tempraname­nte la funcionali­dad ideológica de los monumentos al hablar de “la pedagogía de las estatuas”. La imagen, la señalética de las calles, el vitral de una iglesia como ocurre en la catedral de Bariloche que presenta a mapuches matando sacerdotes es contundent­e en su afán de domesticac­ión. Todo el conjunto de signos expresa sin pausa el idioma del poder, naturaliza­n un estado de cosas. Hay un país unitario enquistado desde siempre en el puerto de Buenos Aires, que solo federaliza el discurso represivo de la historia oficial.

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EFE El apoyo médico de los rusos en Bergamo llegaba con afiches en las cajas de insumos que decíán: “De Rusia con amor”.
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“Cautiva” (1905), de Lucio Correa Morales. Usó como modelo a una mujer tehuelche y se alejó del relato oficial de la época sobre pueblos originario­s.
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ROLANDO ANDRADE Roca en Diagonal Sur. Sus monumentos se removieron en varias localidade­s.
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SILVANA BOEMO La estatua de Juana Azurduy se inauguró en 2017 en medio de una polémica.
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“La esclavitud­d”, de Francisco Caferatta, en el Parque Tres de Febrero.

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