ESPÍAS Y DRONES SOBRE EL VIRUS
Servicios de inteligencia de varios países monitorean cifras, operativos, aseguran insumos médicos y también rastrean contagiados y enfermos.
El modo en que comprendemos la seguridad deriva de nuestra visión del mundo y de la política, afirma el constructivismo en relaciones internacionales. La interpretación de la realidad define la percepción sobre qué constituye una amenaza. La seguridad nacional no es algo natural sino el resultado de un proceso social deliberado. Las cuestiones políticas se constituyen como cuestiones de seguridad existencial que deben abordarse con urgencia. Se etiquetan como “peligrosas” o “amenazantes” y las instituciones responden al discurso. El control de la narrativa es poder. Hoy las agencias de inteligencia mundiales están librando una guerra en la sombra contra la pandemia de coronavirus.
Rusia ha estado bastante al margen de los esfuerzos multilaterales para responder a al Covid-19. Pero Moscú parece estar aplicando una viruspolitik, utilizando el momento para expandir su influencia geopolítica en el mundo, desde Siria hasta Italia. El equipo de más de 100 soldados rusos enviados a Bergamo llevaba equipo estampado con logotipos que decían “De Rusia con amor”. Entre los especialistas rusos hay expertos en guerra química y biológica con acceso al sistema militar y de salud italiano. Medios estatales rusos promocionaron que sus soldados han estado viajando “por el corazón de Europa a lo largo de las carreteras de la OTAN”. En el campo específico de la inteligencia, los trolls de internet rusos han estado ocupados esparciendo fake news en una campaña de desinformación global, pero haciendo especial foco en la incapacidad estadounidense para mantener el liderazgo global y en la ineptitud de la Unión Europea para proveer ayuda a sus miembros.
El caso de Estados Unidos reivindica a la comunidad de inteligencia. Cuenta formalmente desde 2008 con el Centro Nacional de Inteligencia Médica (NCMI), cuya sede está en Fort Detrick, Maryland. Informes públicos de enero y febrero de este año anticipaban y advertían sobre la amenaza de propagación del virus hasta la escala de pandemia global. Hoy, epidemiólogos, virólogos y otros expertos intercambian información de inteligencia estadounidense sobre el virus. Las agencias de inteligencia están más dedicadas a encontrar tanto los orígenes del virus como elementos probatorios contra China, ya sea que ocultó casos o que fue responsable del brote.
Nadie, excepto los líderes de Corea del Norte –acaso ni siquiera ellos–, tiene idea de cómo es la situación de Covid-19 en el país. El gobierno de Pyongyang afirma que no ha habido ningún caso, aunque informes que citan fuentes norcoreanas alegan muertes por enfermedades respiratorias no identificadas.
Mientras el instituto gubernamental de Investigación Biológica de Israel avanza hacia una vacuna de coronavirus que –según la oficina del Primer Ministro– pronto probará en animales, el Mossad está encargado de asegurar provisiones de insumos médicos (ventiladores, máscaras médicas N95 y kits de prueba de virus) de terceros países. Un funcionario de la agencia de inteligencia declaró en el programa Uvda de noticias de investigación del Canal 12 de Israel que los agentes no dudan en superar las ofertas de otros compradores “con dinero, presión o engaño”. El Mossad cuenta con la capacidad logística y los recursos para coordinan extracción del material vía puentes aéreos en aeropuertos cerrados a civiles. El secretismo acerca de los proveedores hace creer que el Mossad está utilizando sus canales clandestinos en países árabes y otras naciones que carecen de relaciones diplomáticas con Israel. En este sentido, el servicio de inteligencia de la Autoridad Palestina en Cisjordania también dijo que obtuvo kits de prueba de coronavirus del extranjero. Esto sería imposible sin el aval tácito del gobierno israelí.
Internamente, la agencia de inteligencia doméstica Shin Bet implementó un sistema de rastreo de teléfono celular para identificar posibles infecciones de coronavirus que dio como resultado el aislamiento de más de 500 personas que luego dieron positivo. El programa fue criticado por defensores de derechos humanos y de la privacidad, pero obtuvo la aprobación parlamentaria del Knesset. El ministro de Defensa israelí, Naftali Bennett impulsó un sistema que recopila datos sobre ciudadanos israelíes y califica automáticamente su capacidad de infección por coronavirus. La Dirección de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Defensa, la Unidad 8200 (el equivalente israelí de la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana) y la controvertida compañía tecnológica NSO (que proveyó el software utilizado para rastrear las comunicaciones del periodista asesinado Jamal Khashoggi) son las entidades designadas para su desarrollo.
China aprovechó activamente las tecnologías digitales: sistema global de navegación por satélite, inteligencia artificial, computación en la nube y 5G para combatir el coronavirus. El gobierno chino se unió a gigantes tecnológicos como Alibaba y Tencent para desarrollar un sistema de clasificación de salud codificado por colores que rastrea a millones de personas diariamente. Asigna tres colores a las personas –verde, amarillo y rojo– en función de sus historiales médicos y de viaje. La decisión de si una persona debe ser puesta en cuarentena o permitida en espacios públicos se basa en el código QR de color. Solo quienes tuvieran color verde podían salir a la calle. Drones con reconocimiento facial volaban con escáners para registrar los datos en los domicilios de los ciudadanos.
En nuestro país, el tema de la inteligencia agrietó la cuarentena cuando Cuba acordó enviar médicos que para los opositores a la medida eran agentes de inteligencia encubiertos.
A su vez, la Facultad de Ingeniería del Ejército Argentino desarrolló un sistema de recopilación de datos asociados a un mapa de color con capas temáticas y un tablero de control que permite visualizar rápidamente la evolución de las cifras relativas a confirmados, fallecidos, recuperados, activos, disponibilidad de respiradores y camas en todo el país. La información es brindada por el Sistema de Información Geográfica del Ejército Argentino actualizada en base a la tarea del área de inteligencia de la Fuerza.
Para Ole Waever y Barry Buzan, la “securitización” designa el proceso de construcción de la seguridad mediante el discurso. Una cuestión se presenta como una amenaza existencial y, para hacer frente a esta amenaza, el poder demanda medidas de emergencia. Así, es la misma amenaza la que justifica acciones fuera de los límites normales del procedimiento político. La salud no es un problema “en sí” sino que en el mundo post-pandemia el poder estatal los (re)definirá. Las acciones que están tomando los agentes de inteligencia y seguridad están articulando un cambio hacia la securitización de la pandemia global.
Las técnicas de rastreo de individuos desarrolladas para contener la pandemia de Covid-19 funcionarán amplificar y acelerar la implementación de tecnologías de vigilancia estatal. Estas tecnologías proporcionan y actualizan en tiempo real elementos de juicio que podrían ser empleados en el proceso de planeamiento y toma de decisiones estatal. La magnitud, extensión y profundidad de la supervisión dependerá de las estructuras de poder y gobernanza ya existentes.
Inmóviles y ajenos al agitamiento cotidiano, desde sus pedestales los monumentos componen una voz que narra un pasado común. En tiempos de pandemia, esa memoria de bronce y mármol se volvió presente en la publicidad de YPF a propósito del Covid-19. El aviso, protagonizado por las estatuas de San Martín, Belgrano, Sarmiento, Güemes, Cabral, entre otros próceres, habla de un tiempo de “héroes comunes” y llama a quedarse en casa para luchar “contra un enemigo invisible”. El final sobreimprime una línea del himno nacional, muy a tono con el espíritu de gesta sanitaria que se le ha impreso a esta cuarentena: "Al gran pueblo argentino, salud".
Avisos al margen, todo monumento expresa una versión del pasado que fija el momento en el que alguien decidió que esas estatuas fueran emplazadaas exactamente ahí. Esas decisiones están siendo revisadas por la opinión pública de todo el mundo. Recientemente, en estas páginas, Gonzalo Casals, el argentino que acaba de asumir como Comisionado cultural de Nueva York, contó su experiencia como integrante de una comisión consultiva en 2016 y el caso del monumento al ginecólogo Marion Sims, removido por recomendación de esos expertos luego de más de una década de reclamos de mujeres afroamericanas estadounidenses que se opusieron a celebrar a un hombre que en el 1800 perfeccionó un procedimiento quirúrgico operando a esclavas, sin su consentimiento (y sin anestesia, según algunos).
Desde la plaza de un pueblo o desde las grandes avenidas porteñas, también hay una historia argentina que se puede reconstruir siguiendo el camino que trazan loss monumentoos. “La estatuaria es un elemento testimonial de la sociedad de cada época, que debemos conservar y respetar como lo que es: un patrimonio artístico que hace a nuestra historia y a nuestra identidad”, dice la especialista en arte público de la Ciudad de Buenos Aires María del Carmen Magaz. “El vencedor procura demostrar su victoria enrostrándole sus símbolos al vencido, apoderándose ostensiblemente de su espacio arquitectónico”, afirma el psicólogo e investigador Marcelo Valko. Entre esas dos miradas, un mapa de representaciones que invitan a mirar de nuevo eso que, inmóvil, también dice.
Pedagógicos, incluso parlantes
Sobre una base de mampostería simple, la figura de una mujer, una pieza en mármol de 1,62 metros de altura, representa a una aborigen joven. La mirada, que no es vencida pero sí reconcentrada, se deposita sobre los paseantes que se detienen delante de ella. Ha avanzado la cabeza un poco, adelantando la frente, interrogando. Debajo, su prole: dos niños y un perro a los que abraza, contiene, acompaña. Cuentan que la obra “Cautiva” fue creada en 1905 por el escultor argentino Lucio Correa Morales, que usó como modelo a una mujer tehuelche que lo había conmovido profundamente por su vida tan sufrida.
“Hay piezas disruptivas que de alguna manera se alejan de la mentalidad de época y del relato oficial”, explica María del Carmen Magaz. Y agrega: “Siempre hay excepciones a la regla general”. Magaz es investigadora, asesora de la Comisión de Monumentos, sitios y lugares históricos y evaluadora de la Coneau. Pero, por sobre todas las cosas, es una apasionada por esas figuras en las que pocos se detienen. “Me acerqué a la escultura en la Universidad de Buenos Aires, cuando cursaba la carrera de Historia del Arte. Hace casi cincuenta años que me dedico a escribir sobre los monumentos y esculturas y no me alcanza la vida para continuar con el proyecto”, dice. Parte de ese conocimiento quedó fijado en su libro Monumentos y esculturas de Buenos Aires. Palermo: espacios simbólicos y arte público, editado por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico del Ministerio de Cultura porteño.
–¿De qué modo el emplazamiento de un monumento se relaciona con las narraciones identitarias, históricas y sociales del país?
–El monumento en sí tiene un carácter pedagógico, incluso parlante a través de sus alegorías y muchas veces se apoya en las frases inscriptas en los basamentos que refuerzan el mensaje. El emplazamiento responde a la mentalidad de cada época, a las creencias y costumbres, siempre en relación a las clases sociales elevadas vinculadas al poder, quienes tienen los medios económicos para hacerlo y manejan los instrumentos legales que conlleva cada emplazamiento. La relación entre los monumentos y la identidad pautada por la Generación del 80 se da no solo en Buenos Aires, sino en las capitales de todas las provincias argentinas. –¿Qué dicen de los argentinos los monumentos que se ven en la capital del país? –Depende de la época y del revisionismo histórico, ya que Roca, por ejemplo, y sus varios monumentos han generado muchos pedidos de traslados, de parte de los miembros de instituciones defensoras de la historia y derechos de los pueblos originarios. Rosas y Sarmiento han sufrido ataques con bombas y vandalismo muchas veces y, en la época de la Guerra de Malvinas, George Canning, que se encontraba frente a la llamada Torre de los Ingleses, fue tirado al río. Estos atentados se repiten a lo largo de nuestra historia. El caserón de Rosas y la quinta presidencial de Evita y Perón fueron dinamitados y los bustos de Perón y Evita fueron destruidos durante el golpe del 55; incluso se prohibió su representación escultórica. En general el emplazamiento, traslado o destrucción de un monumento produce reacciones comprometidas en la sociedad. Hace años, llevamos a cabo una encuesta en la Universidad del Salvador en la que le preguntamos al porteño que estaba en las plazas, si conocía a la personalidad representada y si le molestaría que la sacaran. Un 90 por ciento estuvo en contra de moverla, decían que mejoraba la calidad de vida, aunque en un alto porcentaje desconocía a quien representaba: de todas maneras no querían eliminarlas. Creo que no deberían trasladarse o retirarse monumentos o esculturas de su localización origina
ria, ya que forman parte de la historia urbana y de la memoria colectiva.
–¿Hay piezas disruptivas con ese relato? –Hubo dos escultores a finales del siglo XIX. Uno fue Francisco Cafferata, que hizo “El Esclavo africano” o “La esclavitud”. El otro fue Lucio Correa Morales, que se dedicó a la temática del aborigen, con obras como “La Cautiva”, y a los morenos como el negro Falucho. Ellos son coetáneos de la Generación del 80. Por otra parte, a comienzos del siglo XX y durante buena parte de esos cien años, el escultor Luis Perlotti encaró la temática indigenista que mereció que Ricardo Rojas lo llamara “el escultor de Eurindia” porque representó muchísimas veces a los pueblos originarios; sus esculturas se encuentran en casi todas las provincias de nuestro país; en la ciudad de Buenos Aires, se puede ver el Monumento a los Andes en Chacarita. Siempre hay excepciones a la regla general.
–¿Hay grupos ocultados o menos representados?
–Como los pueblos originarios, los morenos o la mujer (salvo sus representaciones como madres) muchas figuras fueron invisibilizadas, aunque también podemos decir
que en las últimas décadas del siglo XX y en nuestro siglo esa invisibilidad se va compensando con nuevos homenajes. Por ejemplo, a la mujer se la visibiliza en nuevos espacios de la ciudad como Puerto Madero, o el Parque de la Memoria, en relación a los desaparecidos de la dictadura y personalidades que, por un motivo u otros, no tenían su recordatorio.
–En su libro Pedestales y prontuarios, Marcelo Valko sostiene que detrás del acervo recordatorio hay una práctica social de asimetría. ¿Está usted de acuerdo con esto? -Coincido en muchos puntos con Valko y en otros no. El monumento a los héroes de la Independencia en San Salvador de Jujuy de Soto Avendaño, tiene como figura central la imagen monumental de un Indio, en actitud desafiante de avance, que contrasta con la sumisión representada en otros monumentos. La figura del Indio representa al pueblo argentino. No coincido con la idea de “desmonumentalizar a Roca”, sí con la idea de llevar a cabo más monumentos a los pueblos originarios y compensar todos los faltantes de la historia oficial. Se puede escribir otra historia, pero no destruyendo, ni volviendo invisibles a las figuras del pasado”
Olvidos y distorsiones
Sobre un pedestal, la figura en mármol de San Franciso Solano se impone. Cruz en mano, mano en alto, mirada dura, el gesto podría devenir en una enfática bendición o en un azote. A sus pies, en bronce oscuro, el cuerpo de un aborigen se estira, en puntas de pie, para besar las sandalias del santo. El monumento fue construido en 1910 para recordar los 300 años de la muerte de San Francisco Solano. Su creador fue el escultor catalán Miguel Blay y Fábrega que trabajó un bloque de mármol de Carrara para representar al santo pero no para las figuras de los indígenas que se rinden, sumisos y evangelizados, a sus pies. La obra aún se puede ver en el patio del convento homónimo en la provincia de Santiago del Estero. Esa imagen es la que ilustra la tapa del libro Pedestales y prontuarios: Arte y discriminación desde la conquista hasta nuestros días (Continente), de Marcelo Valko.
El libro –que tendrá una segunda parte en la que ya trabaja el especialista– nació entre las reuniones de la Cátedra Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia que Valko fundó. Empezó trabajando algunos aspectos de óleos emblemáticos como “La vuelta del malón”, de Ángel Della Valle, o “La conquista del desierto” Juan Manuel Blanes. A esos materiales se fueron sumando una cantidad de imágenes y obras artísticas y allí el seminario adquirió una contundencia que desbordó su cauce inicial. “La peligrosidad de la estatuaria radica en su aparente quietismo. La belleza que emana de las obras procura obturar nuestra percepción ante la incesante producción de sentido. Así, la efeméride funciona como una sutil coartada y el arte oficia como un atractivo anzuelo”, anota Valko.
–Si el patrimonio monumental constituye una representación de la identidad nacional, ¿qué protagonistas prevalecen y cuáles son ocultados en la nuestra?
-Los encargos artísticos, tanto en forma consciente por mandato de quienes lo promueven o inconsciente por motivaciones naturalizadas del artista, se encuentran insertos en un imaginario nacional que naturaliza la asimetría social. De esa forma, en el patrimonio monumental y más allá de los habituales militares a caballo, encontramos, por ejemplo, una cantidad de religiosos erguidos en su altura mientras un indígena se encuentra arrodillado a sus pies. Incluso casos de vitrales, como el de la catedral de Catamarca, que muestran a la Virgen flanqueada por sus querubines y debajo los ejércitos de indios y españoles enfrentados. Un letrero junto al vitral afirma “La Virgen con su presencia evita la lucha entre aborígenes y españoles”. Sin embargo, todos los rayos que lanzan sus ángeles caen sobre un solo sector: el indígena. La reiteración cíclica de la temática viene de lejos y son los mismos de siempre quienes se mantienen erguidos en pedestales sin prontuarios en tanto los invisibles no logran abandonar las posiciones subalternas. –¿Existe un posible recorrido por esculturas menos centrales a través de las cuales es posible reconstruir las presencias que la historia oficial monumental oculta?
–Cuando algunos plantean desmonumentalizar, muchos se remiten únicamente en la estatua ecuestre de Julio Roca emplazada en la Diagonal Sur . Sucede que el problema de la domesticación de la percepción nacional excede a Roca. La telaraña es tan vasta, tan extendido el laberinto de imágenes y representaciones diseminadas a lo largo del país, que se articulan como una suerte de mojones de una narración que poco tiene que ver con la veracidad histórica, sino con el relato de la argentina blanca, hija de la inmigración europea que clausura la posibilidad de pensar y salir de tal maraña y respirar la realidad de nuestra geografía sudamericana. Desgraciadamente para la Generación del 80 y sus escribas de la actualidad, estamos en Sudamérica, no somos un apéndice perdido de Escandinavia. Y dado que mencioné a Roca, vale acotar que ya supera más de una treintena de localidades que desmonumentalizaron al general siempre de manera democrática como propuso Osvaldo Bayer, ya que los reemplazos los realizaron los ciudadanos a través de los respectivos concejos deliberantes. Ya Ricardo Rojas advirtió tempranamente la funcionalidad ideológica de los monumentos al hablar de “la pedagogía de las estatuas”. La imagen, la señalética de las calles, el vitral de una iglesia como ocurre en la catedral de Bariloche que presenta a mapuches matando sacerdotes es contundente en su afán de domesticación. Todo el conjunto de signos expresa sin pausa el idioma del poder, naturalizan un estado de cosas. Hay un país unitario enquistado desde siempre en el puerto de Buenos Aires, que solo federaliza el discurso represivo de la historia oficial.