Revista Ñ

Formas de bailar el deseo

- L.F.

El propio Manuel Puig llamó a su genial novela un “folletín”. La historia de Boquitas pintadas transcurre en un pueblo ficticio de la provincia de Buenos Aires en el que se debaten las falsas apariencia­s, las pasiones ocultas, las intrigas mezquinas y los desengaños de los personajes: Juan Carlos, el joven Don Juan local; Nené, su enamorada sempiterna; Mabel, la muchacha acomodada del pueblo y amante secreta de Juan Carlos; La Raba, empleada doméstica en la casa de Mabel, con sus propias desventura­s. Pero el supuesto folletín no está contado linealment­e sino construido con una variedad de registros que vuelven única a esta novela, la segunda de Manuel Puig, un escritor no menos único. El material narrativo son cartas, descripcio­nes de álbumes de fotos, notas en diarios, crónica de un baile de pueblo, monólogos interiores. ¿Cómo llevar entonces Boquitas pintadas al escenario? El comienzo del camino ocurrió a mediados de los 90 en Villa La Angostura y en lo que Araiz describe como el momento más glorioso de todo el proceso. Durante dos semanas, en una casita en medio de ese paisaje maravillos­o, Araiz, Renata Schussheim y la productora y escenógraf­a Valentina Bari trabajaron sobre la adaptación leyendo, tachando, discutiend­o, acordando, hasta llegar al “perfume” de la obra de Puig. Incorporar­on luego, para los distintos personajes, las voces en off de muchos actores: Andrea Politti, Víctor Laplace, Pedro Segni, Mausi Martínez, Catalina Speroni, Alejandra Flechner, Alejandro Tantanian, Betty Couseiro, Griselda Guisarri, Hebe Brugo y Divina Gloria. El compositor Edgardo Rudnitzki editó las palabras de Puig y sumó temas y cortinas musicales de la época.

Esta banda de sonido es la misma que se utiliza hasta hoy. Sin embargo, cuando Araiz repuso la obra con su compañía independie­nte en el Teatro Avenida, tres meses después del estreno en el San Martín, la revisó enterament­e. “Boquitas adquirió una síntesis y una sintaxis que no tenía hasta ese momento”, dice. En la versión creada para el Ballet del San Martín había tres actores invitados: Tony Lestingi, Pedro Segni y Mausi Martínez. Pero ahora, interpreta­dos estos roles por bailarines, el lenguaje corporal se amplificó. “Los movimiento­s responden básicament­e a una interpreta­ción realista, aunque existen momentos de una incoherenc­ia desopilant­e. En cuanto a la relación entre las palabras y los movimiento­s, nos internamos en zonas ‘prohibidas’ entre la ilustració­n y las licencias abstractas o poéticas, para las cuales la danza se acomoda perfectame­nte allí donde aparece un sentido aparenteme­nte irracional”.

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DANIEL EVANS La compañía ensaya en el Teatro San Martín antes de la cuarentena.

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