Revista Ñ

La inmensidad rusa en el tiempo y el espacio

- POR ALEXANDRE KLUGE En: Alexander Kluge, Russland-Kontainer. Suhrkamp Verlag, 2020. Anticipo publicado con autorizaci­ón del autor. Traducción de alemán: Carla Imbrogno

La sed de conocimien­to viene de la curiosidad, no de un deber (no de una doctrina de la virtud), y surge de contar historias. empiezo a contarlas antes de saber nada.

Contando historias de un país que me es ajeno puedo acercarme a todo lo que me confunde de mi propio país y que no entiendo de mis experienci­as inmediatas. Eso opinaba el dramaturgo Heiner Müller. Conocía Rusia tanto y tan poco como yo. Hay un gran misterio al Este de nosotros, decía: un gabinete de curiosidad­es, lo que necesitamo­s paradescif­rar una frase clásica: “Solo sé que no sé nada”.

Utopía=en ningún lugar

Los días más calurosos del verano mis hijos se derriten en Berlín. El calor del continente se concentra en los adoquines de la ciudad. Mi hija (no puedocreer que llame de la misma manera –“hijita”– a la criatura que tenía el tamaño de unos puños cuando vio la luz, a la niña que alcanzó el metro de altura y al ser humano adulto que es hoy) está sentada en la isla de edición, edita su primer largometra­je. Ella y mi hijo, dos años menor, me escuchan repetir cosas sobre la alfabetiza­ción en Rusia. También les hablo de los comienzos de la aeronáutic­a en la joven Unión Soviética, del hogar de niños experiment­al de orientació­n psicoanalí­tica creado por Wera Schmidt, de los biocosmist­as, de Estrella Roja, la novela de Bogdanov. Mis hijos son amables conmigo, no quieren que me ponga de mal humor, están deseando que diga todo lo que tengo para decir, que termine con el tema. Les pregunto si conocen, en nuestro tiempo y nuestro Tierra del siglo XXI, algún lugar donde se esté proyectand­o un “hombre nuevo”, donde se esté construyen­do un NUEVO TIEMPO. No responden, una campaña de alfabetiza­ción no les interesa, menos una de hace cien años. ¿Habría tenido éxito en 1917 la inauguraci­ón de una agencia matrimonia­l del Imperio Alemán y la Rusia Roja?, pregunta mi hija en respuesta. No sé qué decirle. La pregunta no responde si ¿habrá un horizonte utópico en la segunda década del siglo XXI?

El lugar donde escribo

Si abro las dos hojas de la ventana de mi ático en el castillo de Elmau, veo un barco de nubes en formato 4:3 = blanco en el azul del cielo sobre una montaña boscosa de colores saturados. El castillo de Elmau se inauguró en 1914. Desde entonces, el lugar está poblado. La historia contemporá­nea es la vara con la que medir el espacio. El tiempo “Rusia 1917” significa aquí “tres años de existencia de esta casa”. En esa época, caras largas en Alemania. En Rusia, en cambio: administra­ción revolucion­aria, simpatía creciente hacia la Revolución, refugiados, guerra civil –circunstan­cias, hoy como ayer, ajenas a este lugar donde escribo. Solo una vez hubo contacto entre el castillo y la inmensidad de Rusia: cuando los hijos del señor del castillo, caídos en 1941, fueron traídos de regreso en ataúdes de madera y enterrados en las colinas boscosas.

Un caso afortunado para el mundo de la vida

Frente a mi ventana, una madre mosquito arrastra su huevo, que es el doble de grande de lo que vendría a ser la “panza”, el segmento medio de su cuerpo. Toda dote, todo futuro de esa especie se concentra en el almacén de reservasqu­e es ese “huevo grande”. El mosquito hembra llega al vidrio de la ventana, pero no puede dejar su carga ahí. No es un escondite posible, no sirve para almacenar nada, no tiene ni un agujero. La superficie tan lisa hace que la madre animal se desoriente. Aunque no le molesta tirar del huevo pesado, se la ve agitada, está agotando sus fuerzas. Sobre el vidrio, un progreso de los constructo­res de casas humanas que el animal no entiende, pierde su capacidad de discernir entre direccione­s posibles. No tiene problema en cargar el línea vertical la pesada cosa del futuro, pero la superficie transparen­te hacia arriba y abajo confunde sus sentidos. Pasa minutos haciendo círculos, dibujando diagonales. Estuvo juntando fuerzas todo el verano. Todo en esa madre mosquito “quiere” encontrar un escondite para el tesoro, que ya cuelga de ella como una carretilla gigante, enganchada del extremo de su cuerpo: un agujerito, un vacío en el progreso, una fisurita donde dejar caer el huevo. Así ella, la madre animal, podría morir tranquilam­ente. El algoritmo de la ventana no contempla el impulso del animal. Después de algún tiempo (en el caso de un insecto esto es toda una vida) pienso que las fuerzas del animal se habrán agotado, o que estará muerto. O se habrá quedado duro por la desesperac­ión. Sin embargo, más tarde veo que la larva ha caído con su madre sobre el alero. Ahí está el huevo, feliz dentro de un caño: de ahí se escurrirá la larva, ardiendo de energía, un contra-algoritmo especial (antimaquin­al).

 ??  ?? Russlandko­ntainer Alexander Kluge Editorial Suhrkamp Verlag
Russlandko­ntainer Alexander Kluge Editorial Suhrkamp Verlag

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina