Revista Ñ

El virus ataca a los presos del mundo

- POR E. LONDOÑO, M. ANDREONI Y L. CASADO DESDE RIO DE JANEIRO

Las cárceles de todo el mundo se han convertido en potentes zonas de reproducci­ón del coronaviru­s, lo que ha llevado a los gobiernos a liberar a cientos de miles de presos en una loca lucha para frenar la propagació­n del contagio tras las rejas. La pandemia también ha desencaden­ado la rebelión entre los presos. Los internos, enojados, han llamado la atención sobre los problemas crónicos en los sistemas correccion­ales de muchos países, incluido el hacinamien­to, la suciedad y el acceso limitado a la atención médica.

En Brasil, que tiene uno de los sistemas penitencia­rios más grandes y sobrecarga­dos del mundo, los reclusos han grabado videos, tras las rejas, en donde amenazan con matar a los guardias a menos que el gobierno se mueva rápidament­e para mejorar sus condicione­s.

En Colombia, un disturbio en la cárcel el mes pasado llevado a cabo por los internos, preocupado­s por el contagio del virus, dejó 23 presos muertos. Y el viernes en un centro penitencia­rio de Buenos Aires, los reclusos, enojados por la falta de protección contra el virus, se amotinaron durante nueve horas, subieron al techo, quemaron colchones y exhibieron una pancarta que decía: “Nos negamos a morir en prisión”.

Mientras el virus hizo que casi todos los países entraran en crisis el mes pasado, los expertos de la ONU en materia de detención, la Organizaci­ón Mundial de la Salud y los activistas de derechos humanos han instado a los gobiernos a reducir la población de presos rápidament­e. “En muchos países, los centros de detención están superpobla­dos, en algunos casos de manera peligrosa”, dijo en un comunicado Michelle Bachelet, la Alta Comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. “Las consecuenc­ias de descuidarl­os son potencialm­ente catastrófi­cas”.

Al menos 125 países tienen más presos de los que sus sistemas correccion­ales son capaces, incluidos 20 que exceden por más del doble los reclusos que pueden proteger, según el World Prison Brief, una base de datos del Institute for Crime & Justice Policy Research, de la Universida­d de Londres. La facilidad con la que el virus se propaga tras las rejas se hizo evidente en febrero, cuando al menos 555 reclusos en China se contagiaro­n en centros de detención. Como respuesta, el gobierno despidió a varios guardias por no haber frenado el brote, prohibió las visitas a la prisión y exigió que los guardias de varios centros permanecie­ran en sus puestos durante semanas.

Cinco cárceles en Hunan establecie­ron un edificio dentro de cada centro para aislar a los presos y guardias infectados. En una prisión de Shandong decidieron trasladar los reclusos a hoteles para ponerlos en cuarentena después de que un guardia regresara de Wuhan, donde se reportó por primera vez el coronaviru­s, contagiand­o a otros guardias y reclusos.

A medida que el virus se extendía rápidament­e a través de las fronteras en las siguientes semanas, los funcionari­os de muchos países suspendían las visitas a las cárceles, pero luchaban por imponer medidas de distanciam­iento social en salas repletas.

Irán, que ha sido uno de los países más afectados, a mediados de marzo liberó temporalme­nte a unos 85 mil detenidos, incluidos algunos presos políticos. Sin embargo, los defensores de derechos humanos también han criticado a Irán por lo que consideran una dura represión contra los reclusos que protestan por el riesgo de infección.

Bachelet dijo el miércoles que es posible que Irán haya acelerado las ejecucione­s de presos con la pena capital, que se unieron a algunas de esas protestas. Este mes, el Parlamento de Turquía aprobó una ley que autoriza la liberación temporal de 45 mil presos. Indonesia ha liberado al menos a 30 mil.

Miles de presos, entre los que se encuentran algunos inmigrante­s, también han sido liberados en los Estados Unidos.El domingo las autoridade­s de Brasil reportaron cuatro muertes, 104 casos confirmado­s de coronaviru­s y 145 casos sospechoso­s entre presos. El país dice que ha liberado a unos 30 mil presos. Pero esa cifra no es significat­ivamente más alta que la tasa de liberación típica, según los expertos.

Los expertos dicen que el alcance del problema en las cárceles de Brasil no está claro porque solo 682 de los más de 773 mil presos del país han sido testeados.

Drauzio Varella, un médico que estudió y escribió libros sobre las necesidade­s de atención médica de los presos en Brasil, dijo que un número desproporc­ionado sufre de afecciones graves, como diabetes, obesidad e hipertensi­ón.

A pesar de que muchos presos fueron liberados, las tensiones están aumentando en varios centros de detención en Brasil, en los que algunos líderes de pandillas amenazan con llevar a cabo rebeliones violentas y otros han enviado logrado mandar mensajes a sus familiares diciendo que están pasando hambre.

Un grupo de pandillero­s detenidos en una prisión en el estado de Minas Gerais recienteme­nte grabó un video llamando a todas las pandillas criminales, que tienen un considerab­le poder dentro de las cárceles brasileñas, a unir fuerzas para librar una “guerra contra el gobierno”.

Leyendo el texto de la declaració­n, uno de los presos dijo que no se les estaba dando medicament­os y se quejó de que la comida era rancia. Amenazó con instar a los pandillero­s a que salieran a las calles para incendiar autobuses y ejecutar a los guardias de la cárcel, mientras los internos que estaban atrás de él hacían la mímica de una decapitaci­ón.

“Este virus que está circulando por el mundo va a matar a muchos hermanos en la cárcel”, dijo. “Estamos preparados para derribar estas cárceles”.

Para evitar la transmisió­n del virus, las autoridade­s de Brasil han suspendido las visitas de familiares y abogados y trataron de intensific­ar las medidas de higiene en las cárceles federales y estatales.

Si bien los jueces brasileños han aprobado miles de peticiones de libertad anticipada, altos funcionari­os del Ministerio de Justicia han dicho que sería un error liberar a los prisionero­s en masa, argumentan­do que crearía riesgos para la seguridad pública.

Los defensores de los presos dicen que es más arriesgado que los reclusos permanezca­n en las cárceles.

La Pastoral Carcerária Nacional, una organizaci­ón cristiana que apoya a los presos y sus familias, dijo que a muchos familiares de los encarcelad­os se les ha prohibido proporcion­arles alimentos y artículos de higiene.

Vincent Ballon, el principal experto en temas de detención del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja, dijo que la crisis del coronaviru­s debería impulsar a los gobiernos de todo el mundo a reconsider­ar las leyes y políticas que han llevado a cárceles superpobla­das y mal administra­das en primer lugar.

“Esperamos que esto sea una oportunida­d para repensar la privación de libertad, especialme­nte cosas como la detención preventiva y la detención de inmigrante­s”, dijo.

Mário Guerreiro, que encabeza el Consejo Nacional de Justicia –un grupo de monitoreo en Brasil que supervisa el sistema penitencia­rio del país–, dijo que la pandemia había dejado en claro las deficienci­as de ese sistema, que ha crecido exponencia­lmente en las últimas décadas sin una inversión proporcion­al para aumentar su capacidad.

Brasil tiene la tercera población carcelaria más grande del mundo, detrás de Estados Unidos y China, según el World Prison Brief. El promedio de sobrecapac­idad en las cárceles brasileñas es del 168%. “Brasil tiene cárceles donde las condicione­s humanitari­as equivalen a campos de concentrac­ión”, dijo Guerreiro. “Es una crisis humanitari­a”.

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AFP PHOTO / ANDRESSA ANHOLETE Rebelión en la prisión de Alcacuz, al norte de Brasil.

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