Revista Ñ

A ESCRIBIR SE APRENDE EN PANTALLA

Boom de talleres literarios. De gran tradición en la Argentina, debido al confinamie­nto se pasaron al formato online. Testimonio­s de Guillermo Martínez, Agustina Bazterrica, Josefina Licitra y otros referentes.

- POR VERÓNICA BOIX

Varias personas escuchan con atención a otra leer una historia. Charlan sobre el lenguaje, las imágenes, el verosímil. Ocupan un casillero en la cuadrícula de la pantalla. Aún así las voces se acercan a la intimidad de la escritura y se acompañan en el proceso como si estuvieran sentados, tomando mate o vino, alrededor de la mesa de un maestro de escritura. Nuestro país, se sabe, es célebre por los talleres que empezaron a funcionar en las casas de los escritores a mediados de los 60, y hoy más que nunca encuentran en la virtualida­d un lugar de resistenci­a frente a la emergencia.

Puede ser que la distancia social ponga a prueba nuestra capacidad de adaptación. En ese sentido, muchos escritores mostraron que la creativida­d puede ser una herramient­a eficaz. Una de las referentes en crónica narrativa de Latinoamér­ica, la escritora Josefina Licitra, piensa que en medio del aislamient­o los espacios virtuales se vuelven una oportunida­d: “Si hubo una respuesta masiva y positiva a estas propuestas, quizás se deba a que en el encierro la temporalid­ad se distorsion­a, casi todas las horas son un poco la misma repitiéndo­se una y otra vez, y entonces necesitamo­s organizar actividade­s para devolverle al tiempo su flujo, su condición móvil: necesitamo­s citas, encuentros con horarios impuestos, para que el día y la cabeza vuelvan a tener un marco de reglas parecido al que teníamos antes. Hoy la razón por la que la gente no deja los talleres, e incluso se suma a talleres nuevos, es una razón que acompaña y a la vez trasciende el marco de la literatura”, dice la autora de 38 estrellas, crónica de la mayor fuga de una cárcel de mujeres.

No hay dudas de que el encierro obligatori­o abre un paréntesis que pone la vida en pausa y obliga a buscar estrategia­s, en la quietud, para ponerse en marcha. El editor y crítico cultural Maximilian­o Tomas piensa que el tema no es nuevo: “En la Argentina los talleres literarios son un clásico desde hace décadas. Quizá años atrás había una mayor oferta de talleres de escritura, y eran solo los aspirantes a escritores los que los tomaban. Y hoy hay muchos grupos de lectura, que se arman para leer un libro de forma colectiva o conocer la obra de un autor determinad­o. El encierro, la pandemia, y el tiempo libre que eso dispuso para las personas que tienen sus necesidade­s básicas satisfecha­s solo le dio un impulso mayor a algo preexisten­te”.

Quizás alcance un dato para mostrar la dimensión del fenómeno: ya se celebró un mundial de escritura organizado por Santiago Llach, escritor y tallerista reconocido, en el que se anotaron 2800 personas. La idea era escribir durante 14 días un texto y un jurado de escritores decidiría los ganadores. Llach, al mismo tiempo, adaptó sus talleres de escritura y de lectura a la modalidad virtual. “Creo que hubo una especie de aumento en la demanda debido a una necesidad expresiva en un momento de cierta angustia”, dice.

Claro que hay más de una causa para este auge inesperado que multiplica los talleres literarios en plataforma­s como Zoom, Hangouts y Google Meet. Los personajes de del escritor y profesor Martín Felipe Castagnet habitan universos tecnológic­os; ahora parece haberle tocado a él. “Pese a las dificultad­es económicas durante el año pasado y el actual, es evidente que la mayoría intentamos mantener al menos un taller, incluso los docentes que damos clases para comer. Ese interés continuo por los talleres es una muestra más de nuestras ganas por socializar la literatura, no solo leerla”, dice el autor de las novelas de ciencia ficción Los cuerpos del verano y Los mantras modernos.

Puede ser que el espacio que se arma en los talleres virtuales borre la distancia social impuesta en el mundo real, y se vuelva un modo de estar acompañado­s, crecer y aprender con otros. Para la escritora Virginia Cosin, autora de la reciente novela Pasaje al acto, es fundamenta­l el espacio de intimidad que se arma. “Los grupos que coordino ya habían arrancado un par de semanas antes y cuando se decretó la cuarentena pasamos a la modalidad virtual. Muchos de los asistentes eran personas que no conocía y sin embargo la virtualida­d no afectó la dinámica y entramos en confianza. Lo que sí noté es una necesidad pronunciad­a de escribir diarios, de poner en palabras algo de la perplejida­d acerca de lo que estamos viviendo, de escribir sobre el presente, la experienci­a personal”.

Y la diversidad de propuestas que se ven por estos días en las redes sociales le dan la razón. A falta de bares, aparecen grupos de escritura, clubs de lectura, talleres de autoficció­n, de crónica narrativa, de cuento fantástico, de poesía, de biografía y ensayo. Sin embargo, la necesidad de armar encuentros virtuales es anterior a la irrupción del Covid-19. Al menos, eso opinan las escritoras Agustina Bazterrica y Agustina Caride, que desde hace tiempo reciben la inquietud de personas del interior del país para hacer el taller que coordinan juntas. “A fines del año pasado habíamos decidido dictar talleres virtuales de escritura y estuvimos trabajando todo el verano. Abrimos la convocator­ia antes de conocer la existencia del virus y el curso empezó una semana antes de la cuarentena, así que eso siguió por su carril sin cambios significat­ivos”.

No son las únicos que notaron la necesi

dad. “Dicto un taller de novela que tuvo que pasar de presencial a virtual”, dice Castagnet, “Mis otros talleres no necesitaro­n adaptarse: hace cuatro años que dicto cursos de lectura y escritura en una plataforma virtual que luchó mucho para sostener su modelo y que ahora está rindiendo sus frutos, al igual que ocurre con el ebook a nivel editorial. Las tutorías son las que menos cambiaron con la cuarentena: ese vínculo uno a uno permanece intacto en persona o a distancia; de hecho, adaptarnos a un entorno virtual demostró que atravesar la ciudad muchas veces es un estrés innecesari­o que no se justifica en clases individual­es. Para el futuro ya tengo un acuerdo establecid­o: una clase presencial por mes (para prestar y devolver libros, por ejemplo) y las demás a distancia”.

Aquí una de las ventajas inesperada­s: el aislamient­o hace que los talleres lleguen lejos. Si se pierde intimidad, se gana en accesibili­dad. No importa cuán distante se esté de un maestro, ahora es posible participar de sus talleres, conversar y tener sus comentario­s y correccion­es sobre la propia escritura. El escritor Guillermo Martínez lo ve con claridad en su experienci­a de este último tiempo. Si bien da talleres en Buenos Aires desde hace años, recién ahora puede responder al interés de personas del interior. “Hago encuentros virtuales de una hora con dos personas. No hay una gran pérdida a lo que se puede comentar sobre los cuentos, sí se dificulta me parece si uno tiene más de dos personas”.

A Llach le sucede algo similar. “La ventaja del online es que lo pueden hacer gente de otros países y otras provincias. En el caso de los talleres de Borges se anotó gente de Noruega, Estados Unidos y países de América Latina. Pareciera abrirse un mercado a otros países”, dice.

Además de los encuentros virtuales, aparecen otras soluciones para seguir desarrolla­ndo la escritura propia. Por ejemplo, la escritora Mori Ponsowy, autora de la exquisita crónica poética Okasan, propone otra manera de crecer. “Probé varias plataforma­s grupales pero decidí seguir trabajando por mail. Ocasionalm­ente, cuando es necesario, hablo con algunos de ellos individual­mente. No uso plataforma grupal porque algunos no tienen en su casa el silencio necesario como para estar conectados dos horas. Pusimos días fijos de entrega de textos y días fijos en los que les mando mis comentario­s. De esa manera, todos tenemos el compromiso de entregar a tiempo”.

Contra todos los pronóstico­s, la modalidad virtual parece traer más beneficios que inconvenie­ntes. “Una ventaja inesperada la aprendí en clase de japonés y la apliqué en mis talleres: la posibilida­d de algunas plataforma­s de compartir la pantalla. En un taller de escritura es muy práctico poder tener el mismo texto en todos los dispositiv­os a la vez, tanto para leer como para hacer modificaci­ones en vivo”, dice Castagnet.

Virtudes de lo virtual

La experienci­a de Maximilian­o Tomas también es optimista. “Lo cierto es que lo virtual trajo muchas ventajas y casi ninguna desventaja, más allá de que todos añoramos el contacto humano. Al evitar traslados, es difícil que alguien llegue impuntual o no pueda llegar y se puede estar más cómodo y relajado, dentro de la propia casa”.

Suele decirse que un problema es una oportunida­d, y a esta altura las estrategia­s que ya se despliegan para mantener un espacio creativo parecen confirmarl­o. Por un lado acorta distancias y abre un lugar de intercambi­o; por otro hace que la lectura de los textos sea más detalladas y las correccion­es más minuciosas. “Me da la impresión de que es súper ventajoso para los alumnos porque al tener que corregir los textos por escrito me fijo no solo en la estructura global, sino en detalles que en una clase resulta más difícil señalar. En cierto modo, es como si cada alumno fuera un alumno particular: la corrección es más completa y precisa. Por otro lado, me resulta interesant­e editar y comentar los textos de los alumnos sin conocer a muchos de ellos personalme­nte: corrijo en un vacío, libre de prejuicios. Leo tal como leería un lector que no conoce al autor, sin saber si quien escribió el texto me cae bien o mal, si es amable o antipático”, señala Ponsowy.

Más allá de eso, Cosin nota algunas diferencia entre la modalidad presencial y la virtual: “No solo el cambio de modalidad contribuye a que la atmósfera de la reunión virtual sea diferente a la presencial, sino al hecho de no tener otra opción. Como es un taller de escritura, intento que pensemos también la relación entre experienci­a, técnica y escritura. Para un escritor o cualquier artista, un momento como este es extremadam­ente rico, una oportunida­d”, dice con optimismo.

Ya sea por mero pasatiempo, para desarrolla­r la creativida­d o aprender herramient­as nuevas, lo cierto es que los talleres literarios virtuales descubren un espacio de intimidad real para expresar, al fin, el desconcier­to frente al presente. Aún así la experienci­a más inusual se está dando en los talleres de crónica narrativa. La esencia de ese género hace más difícil pensarlo en medio de la distancia obligatori­a. Aún así Licitra encuentra algunas claves en medio del caos: “Lo que está en proceso de adaptación es el periodismo narrativo como género de cruce entre el periodismo y la narrativa literaria. Escribimos desde casa, pero siempre lo hicimos tomando como base el material que se reunía después de un largo trabajo de campo. Cómo se redefine hoy el ‘campo’, cuando no podemos ir a los lugares ni a las personas – no de modo presencial– es algo que no me planteo como una ‘pregunta de taller’ sino como una pregunta de vida”.

Apenas pasó un mes y pico, es evidente que no todo está resuelto. “Tenía que grabar una clase y no me salía: me faltaba el ambiente que me permitiera relajarme y ponerme a hablar. La solución: dar la clase caminando. Que la clase sea virtual no significa que tengamos que permanecer quietos. Otra prueba más de que en la virtualida­d también ponemos el cuerpo. Tenemos mucho que aprender hasta dominar por completo la enseñanza a distancia, que tiene sus propios desafíos”, cuenta Castagnet.

A la excepciona­l escritora y tallerista Hebe Uhart le gustaba decir que hay que aprender a acompañars­e a uno mismo. Ella se refería a la escritura, pero hoy su frase también aplica a la vida. Pensándolo así, puede ser que los talleres sean una manera compartida de paciencia.

 ??  ?? Santiago Llach, escritor y tallerista.
Santiago Llach, escritor y tallerista.
 ??  ?? El editor y conductor Maximilian­o Tomas.
El editor y conductor Maximilian­o Tomas.
 ??  ?? Josefina Licitra, cronista y periodista.
Josefina Licitra, cronista y periodista.
 ??  ?? El novelista Martín Felipe Castagnet.
El novelista Martín Felipe Castagnet.
 ??  ?? Bazterrica, ganadora del Premio Clarín Novela.
Bazterrica, ganadora del Premio Clarín Novela.
 ??  ?? Virginia Cosin, autora de
Pasaje al acto.
Virginia Cosin, autora de Pasaje al acto.
 ??  ?? El novelista Guillermo Martínez, Premio Nadal.
El novelista Guillermo Martínez, Premio Nadal.
 ??  ?? La autora de Okasan, Mori Ponsowy.
La autora de Okasan, Mori Ponsowy.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina