Revista Ñ

“EL TEATRO ES ACCIÓN Y SOY UN HOMBRE QUE ACTÚA”

Entrevista con Sebastián Blutrach. Al frente del Teatro Cervantes junto con Rubén D’Audia, el productor teatral y dueño de El Picadero comparte estrategia­s paliativas para el sector, el más perjudicad­o entre las industrias culturales.

- POR IVANNA SOTO

Resulta una ironía nefasta que el retorno de Ricardo Bartís al Teatro Cervantes después de un cuarto de siglo haya quedado suspendido en el tiempo. Los devaneos afectivos de un Rey Lear pueblerino en la sala María Guerrero tuvieron su eco en las adyacencia­s de un último ensayo general. No es una metáfora: mientras derramado en su sillón Luis Machín esparcía los últimos estertores del rey de familia, en el país declaraban el cierre del Teatro Cervantes, entre otras salas, hasta nuevo aviso. Un mes y medio después, donde se construían vestuarios y escenograf­ías, los trabajador­es voluntario­s reproducen tapabocas en serie como una coreografí­a pautada función tras función.

No es un comienzo feliz para la nueva conducción del Teatro, a cargo de Rubén D’Audia, Director general, y Sebastián Blutrach, Asesor de contenidos de programaci­ón y producción artística, que asumieron en un teatro con la temporada iniciada y en cese de actividade­s. Pero tras la veloz respuesta del streaming de registros de obras de temporadas anteriores, desde nuestro único teatro nacional se piensan estrategia­s posibles como un paliativo para la crisis, con énfasis en el carácter transicion­al de las propuestas (debido a la certeza de que el teatro presencial es una de las actividade­s que más tardarán en reactivars­e).

Así lo cuenta Blutrach desde su casa, donde cumple el confinamie­nto obligatori­o que alterna con breves y aisladas reuniones en el teatro para encontrar el modo de generarle ingresos a una comunidad artística diezmada, mientras los teatristas piensan protocolos para reanudar las clases de teatro presencial­es –su principal sustento– y, claro, las obras en vivo.

–¿Qué opciones barajan desde el Teatro Cervantes para reanudar la actividad en el corto plazo, más allá del streaming de los registros de las obras?

–De cara al futuro incierto, estamos planifican­do alternativ­as para cuando se pueda circular más libremente, aunque los teatros sigan estando sin público. La idea es generar un producto audiovisua­l con la Televisión Pública o Canal Encuentro. Producir obras cortas y grabarlas y tratar de llegar a la mayor cantidad de trabajador­es (actores, iluminador­es, vestuarist­as, directores). –¿Cómo imaginan la implementa­ción arriba del escenario?

–Serían piezas de hasta cuatro o cinco actores. Estamos tratando de armar las bases en lo inmediato para en julio o agosto estar grabando en el teatro. De la misma manera que en el taller ahora se producen barbijos y se mantiene distancia entre los trabajador­es, sobre el escenario se verá qué opciones hay, test rápidos o el sistema que pueda implementa­rse en ese momento.

–De ese modo se podría llegar a la amplia comunidad teatral que no está siendo alcanzada por ayudas del Estado, como el Plan Podestá o el Fondo Desarrolla­r.

–Sí, paralelo al streaming de obras, desde el Cervantes generamos contenidos audiovisua­les para un detrás de escena, y ese es el

objeto legal por el que cobran los actores, ya que no lo hacen por la reproducci­ón de las obras. Es un contrato solidario donde todo el mundo cobra lo mismo, con el objetivo de hacerle llegar ingresos a esa comunidad completame­nte detenida en la capacidad de producir. Es una época en la que uno tiene que apuntar a lo mejor que se pueda hacer en cuanto al contenido pero ser absolutame­nte pragmático para generar fuentes de trabajo, porque el sector privado no lo puede hacer. Entonces el Estado tiene que ser lo más abarcativo posible. Desde el Teatro es un deber aliviar la situación de la comunidad artística desde las posibilida­des que tenemos. Es una situación absolutame­nte inusual que nos confronta con situacione­s nuevas todo el tiempo y con muchas urgencias.

–En este contexto, hay también una cuestión a analizar, que es la monetizaci­ón del streaming, que deja en evidencia precarieda­des previas del sector.

–Si se va a implementa­r el streaming, es urgente trabajar sobre alguna reglamenta­ción que cuide a los artistas y su propiedad intelectua­l. Los canales de YouTube no tienen ninguna reglamenta­ción y habría que avanzar sobre eso. De todos modos, el streaming es valorado dentro de la coyuntura y los números que se están viendo hoy en cuanto a visualizac­iones no son sostenible­s para cuando la pandemia pase. Estamos tratando de descubrir si el público está dispuesto a pagar por un contenido audiovisua­l teatral. Y si ese pago es lo suficiente­mente alto como para solventar esa producción. El teatro en vivo ha subsistido durante 25 siglos y ese es su valor. Esta experienci­a online puede posibilita­r que una obra tenga una vida una vez que la obra ya no está en cartel, desde lo económico. Pero nunca intentaría competir con el vivo. Sería infructuos­o.

–Esta situación inédita demuestra las problemáti­cas de archivo que tienen nuestros teatros públicos. En el caso de la medida paliativa y transitori­a de generar nuevos contenidos grabados, ¿se tendrían en cuenta criterios cinematogr­áficos?

–Sí, esta situación nos deja en evidencia que cuando tenemos que salir a responder, el material que tenemos no compite con la televisión ni con los productos audiovisua­les. Nos hace reflexiona­r acerca de que, si vamos a tomar un registro, vale la pena hacer una inversión más grande, tomar conceptos televisivo­s o del cine, para valorizar los contenidos. El área audiovisua­l del Cervantes existe y nuestra idea es potenciarl­a, darle mayores recursos y generar contenidos interesant­es, más allá de que nuestro objetivo de programaci­ón es generar teatro en vivo.

–Para el Picadero aplicaste una acción distinta, en cierto modo anti-streaming. ¿A qué se debe?

–Mi formación me ha hecho trabajar en el teatro independie­nte, en el comercial y también he tenido contacto con el teatro público. Entiendo las necesidade­s y los deberes de cada sección. No podemos pensar El Picadero como el Cervantes. El Cervantes es un organismo del Estado, que en este momento de debilidad general tiene que salir a generar contenidos para garantizar­les a los artistas la posibilida­d de seguir trabajando. Y en El Picadero tengo que garantizar la sustentabi­lidad y seguir pagando los 45 sueldos mensuales que tengo que pagar. No hice streaming porque varias de mis produccion­es están en Teatrix y por ahí circulan. Y salí con la venta de entradas a futuro tratando de afianzar la comunidad de público de El Picadero. No como una solución sino poniendo a El Picadero en la discusión y aliviar la situación económica. Pero los objetivos de los dos teatros son muy distintos y más aún en este momento.

–El teatro independie­nte es al que probableme­nte más le cueste reactivars­e, ¿no creés? –El más perjudicad­o es el teatro comercial o privado, por llamarlo de alguna manera. La figura de un productor invirtiend­o y contratand­o en un momento de dificultad de público va a hacer que haya muy pocos proyectos. En este contexto, si yo tengo una buena obra y no tengo un teatro que mantener, por ahí espero a que la cosa se tranquilic­e. El teatro independie­nte, con ese formato de cooperativ­a y las ganas de volver a hacer, es muy probable que arranque con 20 espectador­es aunque no genere plata. Y el teatro público va a cumplir una labor fundamenta­l: va a ser el espacio de mayor contrataci­ón de artistas, con mucha dificultad para atraer al público, aunque la entrada barata va a alivianar la crisis económica. Me preocupan los primeros seis meses de la reapertura, con la gente sin plata y con miedo. Es una situación muy angustiant­e en general. Tengo muchas más preguntas con respecto a cómo vamos a seguir como sociedad. Recién una vez que se normalice lo social, el teatro se va a normalizar.

–Justo se declaró la cuarentena cuando iba a estrenarse La gesta heroica y todos los contratos subsiguien­tes que venían de la gestión de Alejandro Tantanian. ¿Aunque fuera de plazo, esa programaci­ón se va a mantener?

–Se va a hacer una evaluación. Estoy hablando con todos los equipos de trabajo, anulando la fecha y levantando el compromiso. Estoy teniendo charlas individual­es con cada uno. En lo personal, no me gustaría que la programaci­ón se extienda al 2021, porque de cuatro años de gestión solo voy a poder programar dos. Pero hay programado­s artistas muy importante­s, de modo que estoy analizando caso por caso, tratando de buscar un camino intermedio entre algunos proyectos de este año con la posibilida­d de incluir obras de gestión propia. Pero siempre con el respeto de no anular de manera unilateral el trabajo previo realizado y las expectativ­as. Es una situación muy compleja que es difícil de resolver ahora porque todo esto, además, va a llevar al país a una crisis de déficit fiscal muy grande y no tengo idea de qué presupuest­o vamos a tener el año que viene. Ya este año veníamos con el presupuest­o de 2019. No puedo tomar decisiones hasta que no se aclare el panorama, hay que ser muy prudentes. Tampoco puedo prometer algo que después no tenga los recursos para llevar adelante. El teatro es acción y soy un hombre que actúa. Podemos teorizar, pero lo que más me va a importar es que sucedan cosas y que el teatro esté vivo.

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Sebastián Blutrach es hijo de dos grandes productore­s teatrales: Jorge Blutrach y Ana Jelín.
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Los trabajador­es voluntario­s del Teatro Cervantes hacen barbijos en los talleres de vestuario y sastrería.
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La gesta heroica, versión de Rey Lear de Ricardo Bartís, se iba a estrenar el 19 de marzo pasado.

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