Revista Ñ

QUE NO EXPLOTE EL CONURBANO

Entrevista. La pandemia evidencia las desigualda­des estructura­les de la Argentina. “Hablamos de ciudadanía inclusiva y no hay agua potable para todos”, subraya Rodrigo Zarazaga, sacerdote, doctor en Ciencias Políticas y referente del proyecto Seamos Uno.

- POR RAQUEL GARZÓN

En su doble condición de sacerdote jesuita con trabajo pastoral en zonas carenciada­s y doctor en Ciencias Políticas por la Universida­d de California (Berkeley), Rodrigo Zarazaga no endulza lo que ve. Así como en 2010 denunciaba “ya hay muchos lugares del Conurbano donde la política se paga con drogas”, ante la emergencia sanitaria que impone la pandemia de coronaviru­s, cuando un grupo de empresario­s con ganas de colaborar le preguntó cómo hacerlo respondió con un realista “traigan morfi o vendrán los saqueos”.

Un total de 4.984.637 personas (el 40,5% de la población) eran pobres en el conurbano bonaerense a fines de 2019, según el Indec. La misma fuente eleva a 1.384.434 personas la cantidad de indigentes (un 11,3%). No sabemos todavía a qué cifras catapultar­á la pandemia esos porcentaje­s. Pero frente a esta llaga a cielo abierto y con la convicción de que “había que hacer algo”, mediante diálogos a distancia por la plataforma Zoom, Zarazaga armó Seamos Uno. Esta es la iniciativa que desde el 24 de marzo puso a trabajar conjuntame­nte a distintos credos, ONGs y empresas privadas en colaboraci­ón con el Estado. El objetivo: hacer llegar alimentos a cuatro millones de personas, angustiada­s por la urgencia y la necesidad en las áreas más vulnerable­s del Área Metropolit­ana de Buenos Aires (AMBA).

“Es una experienci­a puntual pero incluye una novedad interesant­e: un empresaria­do que se comprometi­ó con descubrir el Conurbano, a partir de institucio­nes legítimas que ya tenemos presencia allí”, destaca el cura de 48 años. Zarazaga trabaja apostólica­mente en barrios humildes desde 1990; actualment­e celebra misa en la Villa 31. Fue autor y uno de los coordinado­res de Conurbano infinito (Siglo XXI, 2017) en el que analizó el sistema de clientelis­mo bonaerense. Dirige el Centro de Investigac­ión y Acción Social (CIAS) y a través de su Escuela de Liderazgo Político ofrece un programa para jóvenes de entre 23 y 35 años, que ya va por su quinta camada y que cuenta entre sus egresados a funcionari­os, diputados y dirigentes sociales de diversas ideologías (UCR, PJ, PRO, Coalición Cívica y la Central de Trabajador­es Argentinos). El sacerdote contestó telefónica­mente las preguntas de Ñ, un rato antes de volver a ponerle el cuerpo a la emergencia y “salir a manguear”.

–Ha escrito usted sobre el Conurbano que es "tan fascinante como aterrador". ¿Qué fascina y qué aterra?

–Fascinan su diversidad, su fuerza de trabajo y su vitalidad. En el Conurbano te encontrás con el que se levanta a las 3 de la mañana para llegar al centro a trabajar en la limpieza de un supermerca­do o un shopping; te encontrás orígenes distintos, gente de las provincias, de países limítrofes. Y también, en cada rincón, un pastor, un cura, una señora que lleva adelante un comedor: fuerzas vivas de la sociedad con un empuje y una solidarida­d tremendos. A la vez padece enormes problemas estructura­les. Concentra el 55 % de la pobreza del país. Tiene más de 1250 villas y asentamien­tos con grandes dificultad­es de hábitat, con lugares a los que no se entra sin permiso de los narcos, con sitios sin agua potable. El coronaviru­s deja todo eso más a la vista.

–¿Es realista en el Conurbano la estrategia de "quedate en casa"?

–La gente flexibiliz­a de hecho la cuarentena, pero no porque no quiera o no sepa cuidarse. Lo que más me piden es barbijos y he visto cómo limpian las latas en una palangana con agua y lavandina. Pero, obviamente, la cuarentena cuando viven 15 personas en 20 metros cuadrados transcurre de otra manera. Mucha de la vida diaria sucede afuera: la sala de estar se mezcla con el pasillo de la villa. No se puede vivir el aislamient­o de la misma manera que se lo vive en Recoleta o en el centro de Buenos Aires. Hay una cuarentena de los que piden delivery y otra de los que lo tienen que pedalear.

–¿Cómo convive una iniciativa como Seamos Uno con la estructura de poder territoria­l? ¿Son vistos como una competenci­a desleal por los punteros, por ejemplo?

–La visión que hay todavía de los punteros, asociada a los barones del Conurbano, tiene que ver más con los 90 que con el presente. Me refiero a una idea de poder férreo, monolítico del intendente que controla todo el territorio. Hoy la realidad no es así, está mucho más fragmentad­a. Nosotros estamos llegando hasta el último rincón con las redes legítimas que existen: curas, curas villeros, Cáritas, Banco de Alimentos, pastores... Con eso logramos darle a la propuesta la capilarida­d que cada una de esas institucio­nes tiene y son ellas las que se responsabi­lizan de que la respuesta llegue a la persona que la necesita.

–¿Quiénes se acercan hoy a pedir ayuda?

–En general son los comedores, los bolsones de pobreza, las capillas y templos... Pero en lugares ya muy castigados está apareciend­o una demanda nueva y uno ve las cajas con alimentos y elementos de limpieza en casas muy lindas. A veces hay que explicarle a los benefactor­es que se trata de la peluquera o del carpintero del barrio que hoy tienen dificultad­es alimentari­as. Gente que vive normalment­e de su ingreso, que no pertenece a las redes de contención estatal ni de la Iglesia ni de los templos. Eso se nota en el dolor, la vergüenza y la impotencia con los que se acercan a pedir porque nunca antes tuvieron que hacerlo.

–Desde el regreso de la democracia la situación del Conurbano, sus cifras de pobreza estructura­l, los porcentaje­s de informalid­ad, etc... no han dejado de empeorar. ¿Qué falta? ¿Cómo se puede pensar la salida de esa emergencia permanente en la que vive su población?

–La respuesta está en la importanci­a del rol

del Estado. Aunque dicho esto creo que también queda manifiesto el fracaso colectivo del Estado que hemos construido entre todos. En infinidad de barrios que visito hay planes de vivienda inconcluso­s; hay propaganda sobre el dengue pero ves zanjas a cielo abierto donde se acumula agua, basura... El Estado que tenemos es gaseoso: llega a todos lados pero sin eficiencia, sin consistenc­ia. Requerimos de un consenso acerca de que el Estado debe dar igualdad desde lo estructura­l. Igualdad en el hábitat, en la vivienda, en servicios básicos. Creo fuertement­e en el rol del Estado pero tiene que ser un Estado honesto y eficiente.

–Seamos Uno evita el uso de la palabra solidarida­d, que ha sido empleada por el gobierno para justificar decisiones como el congelamie­nto de la fórmula de actualizac­ión de las jubilacion­es o el aumento de impuestos. ¿Querían diferencia­rse de esa línea?

–No creo que haya sido algo pensado. Respondo por mí porque la convocator­ia es muy amplia. Yo veo esta acción como una responsabi­lidad no como un gesto solidario. La solidarida­d es algo voluntario. Y acá estamos ante una cuestión de conciencia y así la comunicamo­s: “Mirá, si te explota el Conurbano, nos lleva a todos puestos”. “Mirá, si no estamos sanos todos, no hay posibilida­d de que vos estés sano”. Hay una apelación más profunda, quizá incluso más altruista que la idea de solidarida­d, porque implica entenderse en el colectivo.

–Cuando dice "si el Conurbano explota", ¿a qué le tiene miedo?

–A todo argentino, después de 2001, ese fantasma le recorre la sangre en cada momento de crisis. Y esta es una que calza con otra. Sobre una crisis económica que ya se venía desarrolla­ndo nos pega este virus. Con lo cual toda la masa de gente que no puede salir a buscar su ingreso –muchos de los cuales tienen asistencia del Estado o del tercer sector, pero que suelen montar changas sobre eso y además, todo un sector nuevo que vivía de su ingreso y ahora no lo tiene–, manifiesta­n su preocupaci­ón. Hay necesidad, hay hambre y se prolonga la imposibili­dad de lograr un ingreso. Uno no puede dejar de contemplar ese temor.

–¿Qué quedó de la experienci­a de un frente no peronista gobernando la provincia? –Desde el 83 hasta el 2015 no había habido tantas municipali­dades ganadas por candidatos ajenos al arco peronista. Y de hecho hoy en el Conurbano sigue habiendo varias importante­s: Lanús, Tres de Febrero, La Plata, San Miguel, Vicente López, San Isidro son seis municipios gobernados por gente de Juntos por el Cambio. Municipios como La Plata y Lanús no son como los del norte en los que la victoria puede explicarse por la composició­n sociológic­a. Los jefes municipale­s de Juntos por el Cambio que lograron reelegirse aun en circunstan­cias económicas adversas pudieron hacerlo porque entendiero­n la importanci­a de la capilarida­d, de la presencia. No es posible gobernar una localidad del Conurbano sin una cierta empatía con el territorio.

–Jorge Ossona destacaba en un artículo reciente que mucho de lo que el Estado no hace se funda en la presunción de una "ciudadanía homogénea" que se perdió hace décadas. ¿Cómo se construye ciudadanía?

–A veces parece que Argentina está instalada en un relato por encima de sus posibilida­des. Hablamos de ciudadanía inclusiva y no hay agua potable para todos. Parecemos esquizofré­nicos. Hay que dar una igualdad en lo estructura­l. A veces se plantea como imposible pero yo creo que se puede hacer. Otro elemento importante que se desatiende es lo demográfic­o. Necesitamo­s desarrolla­r nuestras provincias para que ofrezcan fuentes de empleo genuino. Hay que cortar el flujo hacia el Conurbano porque seguir acumulando más de la mitad de la población en el 0,5% del territorio es inviable.

–Una de las cosas que destaca Conurbano infinito es la necesidad de que la presencia del Estado deje de ser espasmódic­a. ¿Cómo lee en ese marco la suspensión del programa "El Estado en tu barrio", que la gestión de María Eugenia Vidal había llevado a la provincia para facilitar gran cantidad de trámites?

–A veces el Estado es un bolsón de comida repartido por un puntero, otras veces es un container vacío y lo que no puede ser es un botín del ganador de turno. Ese Estado arbitrario, que no es imparcial ni justo frente a los ciudadanos es el que caracteriz­o como "Estado Golem", aludiendo a la figura mitológica del Golem, creada supuestame­nte para proteger la ciudad y que se transforma en un enemigo peligroso que ataca violentame­nte a sus ciudadanos. Tenemos un Estado Golem cuando no brinda lo que debería imparcialm­ente y con una burocracia eficiente. Y también, cuando se ven los bienes del Estado administra­dos de manera arbitraria o la connivenci­a y superposic­ión de las redes estatales con las redes ilegales.

–¿Es ese estado de cosas el que apunta a cambiar desde la escuela de líderes que dirige?

–El programa es para jóvenes con vocación política de entre 23 y 35 años. En el corazón de la Escuela está la idea de un Estado de bienestar que pueda ser honesto y eficiente. Sobre esto volvemos una y otra vez. También volvemos a la importanci­a de respetarse, a pesar de que pertenezca­n a distintos partidos, y que puedan conservar un norte común y la capacidad de diálogo. Tiene que ver con entender los liderazgos de manera más colectiva apostando a lo que el otro puede aportar. Esa es la única manera de salir adelante: construir con el otro. –¿Por qué el límite? ¿Después de los 35 no se podría cambiar ciertas mañas de los políticos?

–Creemos que es más fácil acompañar al que se está iniciando con una red que lo ayude a mantener el norte que tratar de cambiar o convertir a nadie. Los jesuitas, de Roma a cualquier otro rincón del mundo, manejamos la fe con esa cuota de realismo.

 ?? RAFAEL MARIO QUINTEROS ?? 1º de mayo de 2020. Olla popular en Moreno, al oeste de la provincia de Buenos Aires, uno de los 33 municipios que integran el Conurbano.
RAFAEL MARIO QUINTEROS 1º de mayo de 2020. Olla popular en Moreno, al oeste de la provincia de Buenos Aires, uno de los 33 municipios que integran el Conurbano.

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