Revista Ñ

Periplo sin rumbo, fuga sin fin

Documento. El pasajero narra en vivo la odisea de un hombre que intenta salvar su vida en la oscura Alemania nazi.

- POR SOFÍA TRABALLI

Ulrich Alexander Boschwitz escribió la novela El pasajero en tan solo cuatro semanas, al enterarse de los pogromos contra la comunidad judía ocurridos en Alemania entre el 7 y el 13 de noviembre de 1938. En 1935, él y su familia habían dejado el país, tras la aprobación de las llamadas “Leyes Raciales” de Núremberg; este contexto de persecució­n y destierro explica por qué las dos primeras ediciones del relato –escrito en alemán– fueron traduccion­es al inglés, publicadas en Inglaterra (1939) y en Estados Unidos (1940). De Suecia a Noruega y de allí a Francia, Boschwitz escribe desde el exilio, y en el exilio morirá antes de cumplir treinta años, a bordo de un barco de pasajeros alquilado por el gobierno británico y hundido en 1942 por un submarino alemán.

Durante décadas, el manuscrito original de El pasajero durmió el sueño del olvido en el Archivo del Exilio de la Biblioteca Nacional de Fráncfort, hasta ser descubiert­o y editado por primera vez en alemán en 2018. Traducida al español por el sello Sexto Piso, la novela relata el angustioso periplo emprendido por Otto Silbermann, un empresario berlinés de origen judío, tras la violación de su domicilio perpetrada por miembros de las SS y las SA. De tren en tren y de una ciudad a otra, aterrado por la posibilida­d de ser detenido, el protagonis­ta emprenderá la misión (casi) imposible de salir de Alemania.

En El pasajero todo es tránsito, vertiginos­o movimiento: de ahí que pueda ser leída como un pesadilles­co relato de viaje de impronta kafkiana, una huida sin rumbo y sin fin entre sinagogas quemadas y comercios destruidos, a través de un país convertido en una trampa mortal.

Como contracara de esta peripecia con ciertos rasgos autobiográ­ficos – el propio Boschwitz fue arrestado una vez al intentar cruzar la frontera luxemburgu­esa–, los pensamient­os del protagonis­ta revelan el penoso trance de un ser humano llevado al límite: de sus fuerzas, de sus valores, de sus certezas, condenado “a sospechar de todo y de todos”, a renegar de su identidad, y hasta a negarle ayuda a otra persona en su misma situación. Porque Silbermann no es un héroe sin tacha sino un hombre común capaz de actos reprochabl­es, preso de una lógica perversa que, por momentos, lo transforma y lo lleva a desconocer­se a sí mismo.

El pasajero plantea el interrogan­te de cómo sobrevivir al terrorismo de un Estado totalitari­o. Exhausto e insomne en un vagón de tren, el protagonis­ta reflexiona: “todo ha cambiado. Ya no tengo seguridad de ningún tipo. Casi hemos dejado de ser sujetos para convertirn­os en objetos”. Vulnerado en sus derechos humanos como tantos otros civiles en la Alemania del Tercer Reich, Silbermann es víctima de un estado de excepción – esa antigua figura jurídica reelaborad­a por Giorgio Agamben en su filosofía política– en el que no existe el delito contra su persona porque la ley ha sido suspendida. Una circunstan­cia agravada por la posición que adoptaron países como Francia, Inglaterra o Suiza, que por ese entonces restringie­ron el ingreso a su territorio de ciudadanos judíos procedente­s de Alemania.

El efecto perturbado­r que la novela genera se debe, en gran parte, al contraste entre la desesperac­ión y la locura creciente del personaje y la impasibili­dad de un entorno social en el que la violencia antisemita se ha banalizado hasta convertirs­e en “algo del todo normal, un asunto cotidiano”. Dicho esto, cabe aclarar que los alemanes que aparecen en el relato no son objeto de una visión unívoca: no todos son delatores y asesinos; algunos ayudan a Silbermann, mientras otros se repliegan en una pasividad cómplice.

Boschwitz compone un texto eléctrico que matiza tragedia y suspenso con ciertos toques de clásico humor judío aplicados en el momento justo. Escrito al calor de los hechos, El pasajero acaso constituya el primer testimonio literario de los crímenes nazis, de una época signada por “una mezcla de brutalidad y romanticis­mo, ignorancia y presunción”, cuya huella traumática pervive hasta el presente.

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 ??  ?? El pasajero Ulrich A. Boschwitz
Trad. J. A Campos Sexto Piso
248 págs.
$930
El pasajero Ulrich A. Boschwitz Trad. J. A Campos Sexto Piso 248 págs. $930

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