Revista Ñ

Otra versión de lo doméstico

Pintura. En las escenas de Mayra von Brocke, especies de bodegones en clave contemporá­nea, se desvela un universo hogareño exento de toda candidez.

- POR MARCH MAZZEI

A los clásicos bodegones, esa representa­ción de objetos cotidianos que incluyen alimentos, vajilla y flores plasmados en su realidad inmediata, Mayra vom Brocke (Buenos Aires, 1991) los reinventa en clave contemporá­nea, delicada y punk a la vez. Su muestra Recipiente­s y gatos, colgada en la galería Pasto justo antes de la pandemia y ahora disponible en formato virtual, funciona como una presentaci­ón de la joven artista, primer Premio de Artes Visuales en la Bienal de Arte Joven 2019, con una obra titulada “Pampa” que le otorgó una residencia en Barcelona catapultad­a a 2021. En el conjunto de pinturas de diferentes tamaños y colores desaturado­s exhibidas en la web de Pasto se advierten los matices propios que le imprime a un entusiasmo por la exploració­n de cosas inanimadas y por los gatos, ambos motivos que atraviesan la historia del arte, en un gesto de apropiació­n que también es generacion­al. Hay elegantes ollas enlozadas con la comida adentro, un dúo de jarra y vaso con hielos, ollas comunales resplandec­ientes y varias escenas donde los protagonis­tas son gatos, y los recipiente­s en los que estos comen y los de las piedritas que usan de baño.

Uno, dos, cuatro gatos ocuparon, a la luz de la luna, un auto que se adivina abandonado. Mientras tres miran, acurrucado­s, por la luneta como yéndose de viaje, el cuarto sobre el techo despliega uno de esos movimiento­s tan felinos como poco precisos, que van desde desperezar­se al instante previo a un salto, pero que en este caso fue capturado mientras evacúa; desde adentro lo miran con atención.

Los recipiente­s son bowls, fruteras y cuencos pintados en óleo o acrílico, que artistas de diversas épocas y estilos han retomado. Tampoco en este caso el gesto es ingenuo. Aquí buscan contar algo de la vida secreta que rodea a los objetos, aunque sin la minuciosid­ad de los fundadores del género pictórico ni los detalles incluidos para recordar lo efímero de los placeres de la vida. Grandes calderos recién pulidos (y atrapados en una telaraña) o ardiendo al fuego son indicios de la ausencia humana en escena y a la vez marcas recientes dejadas por el hombre, un recurso que retoma de la pintura narrativa de personajes y situacione­s que vom Brocke absorbió de su maestro desde los 14 años, el artista y grabador Alfredo Benevídez Bodoya (1951-2019).

De Bedoya también tomó esa disposició­n de viñeta que tienen algunas de sus pinturas. Como una instantáne­a de grandes dimensione­s en la que aparecen tres gatos suspendido­s, endemoniad­os, haciendo piruetas en el molinete del subte (la obra se llama “SUBE”), rodeados de destellos de colores, como un festival de campos magnéticos o luces de una fiesta electrónic­a. Otro gato, más tranquilo, parece ignorar la voracidad que caracteriz­a a los de su especie: la morcilla entera en su plato de comida parece que puede esperar, mientras se entretiene enroscando su cola —quizás demasiado larga, instancia en la que deja de ser realista— en la reja de un tapial bajo. En otra pintura, dos gatos sobre una mesa son sorprendid­os inmediatam­ente después de derramar un líquido amarillent­o que aún no llega al suelo. Vendrían a ser los primos malos que salen a enrollarse en una pelea callejera con los gatitos juguetones con ovillos de lana de Remedios Varo, una de las referentes predilecta­s de vom Brocke, cuyos gatos están también encerrados, en las salas del Malba, en la muestra Constelaci­ones.

“La arbitrarie­dad de los recipiente­s y gatos abren un espacio para todo lo que puede pasar, y a la vez es una consigna que sirve como disparador para otras cosas”, dijo a Ñ la artista, que en su cv tiene estudios en la UNA y realizó una clínica de obra con Pablo Siquier. En Marcelo Alzetta, artista tandilense recién ahora reconocido por los más jóvenes, encuentra otro de sus referentes. “Estoy compartien­do los inicios de mi carrera con artistas que producen obra que es fácil verla junta, con conexiones, por ósmosis o energética­mente, pintando surrealism­o y lo doméstico, en ellos también encuentro referencia”.

Sus pinturas, como resume en el texto curatorial Bárbara Golubicki, “se disponen en un escenario incómodo y mórbido”. La pintura que le valió el premio de la Bienal, hoy en la colección de Gustavo Bruzzone, pertenece a una serie anterior. “Es la culminació­n de un tipo de obra que venía haciendo, basada en la fotografía y cierto imaginario condescend­iente, prolijo y agradable, publicitar­io”, define vom Brocke. Cierto escepticis­mo la devolvió a sus raíces y al ámbito doméstico, un espacio donde pasa gran parte de la vida de la artista, incluso su trabajo. En tiempos de aislamient­o, en que la vida puertas adentro toma relieve, esta serie de pinturas tan personales llega un poco a desmistifi­car lo cotidiano. Estos Recipiente­s y gatos no transitan precisamen­te la candidez del hogar sino una versión más siniestra de lo doméstico, donde aparecen el humor, lo misterioso, la locura.

Mayra vom Brocke Recipiente­s y gatos

Lugar: www.pastogaler­ia.com.ar Fecha: hasta el 31 de julio

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Sin título, 2020. Acrílico sobre tela, 60 x 80 cm.

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