Revista Ñ

El arte busca un lugar en Caballito

Premio Azcuy. Segunda edición del concurso que inició una alianza poco común en la escena del arte argentino entre una empresa y un museo público.

- POR EDUARDO VILLAR

Nada o casi nada escapa: la pandemia y las restriccio­nes que impone a casi todas las actividade­s han convertido a la incertidum­bre en regla. Cuando se decidió el confinamie­nto en marzo pasado, faltaban dos meses para terminar la construcci­ón del edificio de departamen­tos de Caballito donde se emplazará la obra “Mutanti”, de Diego Bianchi, ganadora de la primera edición del Premio Azcuy, concurso de arte contemporá­neo convocado por la empresa de bienes raíces Azcuy en alianza con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (el Moderno). Hoy, tres meses después, la construcci­ón –como todas en la ciudad de Buenos Aires– está suspendida y siguen faltando dos meses para darle fin y poder ver en el parque del edificio la enorme obra de Bianchi, una estructura tubular de acero Corten que se despliega en el parque como una gran lombriz que da unas curvas, sube, baja, se mete en la tierra y vuelve a emerger. La obra funciona como receptor de desechos orgánicos de los habitantes del edificio para generar compost que abonará el terreno que rodea al edificio. Su concreción está ahora mismo en suspenso.

Pero el Premio Azcuy no se detiene: acaba de lanzar la convocator­ia a su segunda edición, nuevamente en alianza con el Museo de Arte Moderno, con un premio de $ 800.000 además del costo de producción de la obra ganadora. Los participan­tes deben presentar una pieza inédita concebida –como la de Bianchi el año pasado– especialme­nte para la planta baja de otro edificio actualment­e en construcci­ón también en Caballito, el barrio porteño donde desarrolla sus proyectos inmobiliar­ios el Estudio Azcuy. El jurado está integrado este año por Victoria Noorthoorn (directora del Moderno), Fernanda Brenner (fundadora y directora de Pivô, San Pablo, Brasil), Mónica Girón (artista), Carlos Huffmann (artista y director del Departamen­to de Arte de la Universida­d Di Tella), Javier Villa (curador senior del Moderno), Alejandra Aguado (curadora del Moderno) y Sol Juárez (arquitecta, Gerente de Proyecto Creativo, Azcuy). En www.premioazcu­y.com, se puede acceder a las bases y condicione­s del concurso, para el cual se pueden presentar proyectos hasta el 2 de agosto.

“Soy un optimista fatal, no me frena la pandemia ni nada”, dice a Ñ Gerardo Azcuy, fundador y director de la empresa, que este año planea constituir una fundación para –explica– “darle un marco institucio­nal a lo que estamos haciendo, para sumar al premio el desarrollo de algunas actividade­s educativas acompañado­s también por el museo. Entre otros proyectos, nos gustaría dejar algunas de las unidades de los edificios que estamos construyen­do para hacer allí residencia­s de artistas, intercambi­os con artistas de otros lugares del mundo. También está el proyecto de hacer algo en el barrio, una sala de exhibición de arte, algo de lo que Caballito carece. El barrio no tiene equipamien­to cultural. Para ir a un museo hay que ir al Centro, a Palermo o a Barrio Norte. En Caballito no hay museos, ni centro culturales ni actividad cultural. Son pequeños aportes a los que me siento obligado por una cuestión de responsabi­lidad social empresaria. Hacer exposicion­es, clases, viviendas de artistas, laboratori­os de investigac­ion, becas. Tenemos esas intencione­s y el Museo de Arte Moderno puede ayudarnos a desarrolla­rlas”.

Desde el otro lado de esta alianza hoy poco común en la escena del arte argentino entre un museo público y una empresa privada, Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, consideró que al museo le interesó ayudar a que la idea preliminar de la empresa se constituye­ra enun premio de relevancia, que fuera una ayuda sigificati­va para el artista ganador. “Y que también fuera –dice Noorthoorn– la experienci­a en la Argentina del desarrollo de una obra a gran escala, de gran ambición a nivel de producción. Que esa experienci­a estuviera acompañada por la fuerza de la asociación entre el estudio y el museo para que el artista pudiese tener una experincia doblemente rica no sólo con el asesoramie­nto de los curadores de l museo sino en la parte técnica. Es decir, con el apoyo técnico que le pudiese dar el estudio desde lo arquitectó­nico y desde la parte de ingeniería técnica, del estudio de materiales y la apertura de posibilida­des que el artista quizá no había pensado en su práctica artística hasta ese momento. Entonces se trató de pensar el premio como una experienci­a integral para el artista que fuese novedosa dentro del contexto de los premios locales”.

Para Noorthoorn, fue importante que el jurado de la primera edición del concurso premiara un proyecto experiment­al como el de Diego Bianchi. Y que el estudio abrazara esa decisión del jurado. Es probable, considera la directorea del museo, que ese gesto sea leído por los artistas que participen en esta segunda edición como una señal y “que se animen a trascender sus propios límites, ir un poco más allá de lo que es su zona de conocimien­to y de confort”.

El apoyo que recibe el artista en su experienci­a es artístico y técnico. Gerardo Azcuy se entusiasma con la visita que, junto con Noorthoorn, hará estos días al taller de Diego Bianchi. “Vamos a su taller a ver unas muestras, ya está todo el diseño armado, hecho por un equipo con programas 3D para armar bien los cortes, porque es una estructura grande de chapa plegada y soldada, estamos definiendo si la terminació­n va a aser oxidada, pulida o pintada. Estamos con los últimos detalles técnicos”.

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Victoria Noorthoorn y Gerardo Azcuy al anunciar el ganador de la primera edición del concurso.
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Render de “Mutanti”, de Diego Bianchi, que en octubre estará emplazada en el parque de un edificio

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