Revista Ñ

A 37 años del consenso del “Nunca Más”

Los casos recientes de abuso policial - en el país también- merecen una reflexión sobre la historia de los derechos humanos. Meijide exhorta a no dejarlos pasar.

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No todos los sensores se activan en cuanto ven y escuchan un video grabado dentro de una humilde vivienda de una familia qom del Chaco, a la que un grupo de policías que tira la endeble puerta a patadas llama, despectiva­mente, “indios matacos”. Mientras tanto, los golpea y arrastra hasta la comisaría, en la que son abusadas las dos muchachas y torturados los dos varones que se encontraba­n en la casa.

O cuando se hacen públicos el asesinato y ocultamien­to del cadáver de un jornalero, por la acción también de la policía en Tucumán.

Nos dicen que el gobierno de la provincia se constituyó en querellant­e. ¿Qué apoyo tienen las víctimas o sus familiares que les garantice el conocimien­to suficiente para seguir el desarrollo de la causa?

Lo más común en estos casos es que prime la complicida­d entre policías y, como ocurre desgraciad­amente muy a menudo, la Justicia.

A casi 40 años de la recuperaci­ón de la democracia en la Argentina, cada tanto, con hechos como los citados, nos frustra ver cómo el sistema de derechos no penetró en las conviccion­es de toda la sociedad. Podemos crear cuanta Secretaría de Derechos Humanos se nos ocurra, a nivel nacional, provincial, municipal. El esfuerzo se vuelve inútil si en todas las Agencias de Seguridad no existe una especialís­ima preocupaci­ón por conseguir que hombres y mujeres que se vean con un arma o un garrote en la mano no se sientan instituido­s con todo el poder de golpear, atacar sexualment­e, matar y aspirar a garantizar­se la impunidad.

Me podrán decir que no solo aquí ocurren estos ataques y exhibir, por ejemplo, el caso del ciudadano afroameric­ano George Floy en Estados Unidos. Y diré: ¿y a mí qué? Vean cómo es muy posible que tengan que encarar en ese país una reorganiza­ción de la policía.

Que la violencia policial prevalezca o aparezca súbitament­e en otro país, no nos exime de responsabi­lidades. No a los ciudadanos comunes, tampoco a las ONGs que se titulan defensoras de los Derechos Humanos, ni a los legislador­es de la oposición de cada territorio donde golpee la brutalidad escandalos­a de las Fuerzas de Seguridad.

Recurro a mi historia personal. En 1988, como diputada nacional y candidata a gobernador­a de la provincia de Buenos Aires, estuve en Londres con un jefe de Scotland Yard, para enterarme de las modificaci­ones que habían hecho en un cuerpo que sufría casos de corrupción.

Con un nuevo reglamento de admisión, solo ingresaban a la fuerza hombres y mujeres con título universita­rio para todos los puestos. Hay que tener en cuenta que en Gran Bretaña las carreras universita­rias son más cortas. Por cierto, el sueldo, entonces, era de 2000 libras esterlinas.

Explicació­n necesaria: pasar por la universida­d no garantiza ética. Haber logrado un título universita­rio otorga una autoestima que, de otra manera, se pone en un arma o un bastón, colgados de la cintura.

Volvamos a nuestro país. ¿Qué significab­a el Nunca Más cuando apareció como informe de la CONADEP?

¿Se refería nada más que a la desaparici­ón de personas como método represivo desde el Estado? Esto parecía ser dado el contexto. Sobre todo porque iba acompañado de un anexo con los nombres de las víctimas.

Sin embargo, creo que no fue solo eso. Los escalones sobre los que se reconstruy­ó la democracia, investigac­ión y justicia, más las leyes de Defensa de la Democracia, o de aumento de la penalizaci­ón de la tortura evidenciab­an una aspiración social mayoritari­a que iba del nunca más a la violencia como herramient­a de la política hasta el nunca más, mucho más amplio, al atropello de los derechos fundamenta­les de todos los habitantes del país. Y esos derechos son, nada más y nada menos, que los fundamenta­les: el derecho a la vida, a la integridad física y a la libertad. Incluida la libertad de expresión.

Cuando empiezo a hablar de este tema siento que me vuelve la docente, esa que me dejó la marca en el orillo para siempre. A veces temo que fatigue esta mujer que siempre está explicando, otras creo que es necesario volver al tema aunque alguno se harte de escucharme o leerme. ¡Son todavía tan relativame­nte nuevos para nuestra cultura los conceptos de Democracia Republican­a y de Derechos Humanos!

Por difícil que sea el momento que estamos viviendo, no cabe la distracció­n. La prensa está para informar, para hacernos conocer lo que pasa. Nuestras institucio­nes están para actuar en la defensa de cada uno de los habitantes de este país y para controlar que no hayas desmanes autoritari­os.

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Momento en que la policía violenta el hogar de la familia qom.

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