Revista Ñ

RAÚL ZURITA: “LA POESÍA ES LA GRAN CASANDRA DE HOY”

Entrevista con Raúl Zurita. Traducido en Italia y candidato al Nobel, el poeta chileno reflexiona sobre los efectos del Covid y el rol de su oficio.

- POR ANDRÉS GÓMEZ

Por estos días las librerías italianas comienzan a reabrir. Entre las novedades que llegan a sus estantes se encuentra Ni pena ni miedo, un volumen de poesía y aproximaci­ones críticas a la obra “de un poeta que durante 40 años ha sido protagonis­ta indiscutib­le del panorama poético de su país”. La creación poética de Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) ha logrado amplia visibilida­d internacio­nal: en febrero se presentó una nueva antología en el Instituto Cervantes de Madrid, y hace unos días el diario El País lo destacó entre los candidatos latinoamer­icanos al Nobel de Literatura.

Postulado por académicos de diferentes latitudes, el poeta se toma esta mención con gratitud: “Qué más puedo decir; yo le he entregado mi vida a la poesía y estar entre los nominados es un gran honor”, dice.

Recluido en su casa con su pareja, la escritora Paulina Wendt, próximamen­te el autor de La vida nueva ofrecerá un taller de poesía a través del Aula Virtual del Instituto Cervantes. En el programa participan también el director de cine Alejandro Amenábar y el escritor Guillermo Arriaga, quienes estarán a cargo de talleres de guión cinematogr­áfico.

Pero más allá de esas actividade­s que lo mantienen conectado con el mundo, Raúl Zurita se ha mostrado muy preocupado por los efectos de la pandemia en nuestro país. A través de su cuenta de Twitter, hace unas semanas recordó los versos de su poema “Diálogo con Chile” y su sueño de proyectarl­os sobre los acantilado­s del norte de Chile. “Ahora Chile entero es un acantilado/ Y el mar/ Es el mar del hambre estrellánd­ose contra tus rocas”, anotó.

Premio Nacional de Literatura y Premio Iberoameri­cano Pablo Neruda, Zurita comparte sus reflexione­s a través del correo electrónic­o.

–¿De qué modo lo ha afectado la pandemia? –Me resultaría muy difícil pensar en alguien que se pudiera mantener ajeno a la pandemia: a su amenaza, a su acoso omnipresen­te, a su impresiona­nte silencio. Las miles y miles de muertes son muertes silenciosa­s y, por lo mismo, de una tristeza infinita. No es en sí el hecho de morir, decir que la muerte es nuestro destino inapelable es la más verdadera de las trivialida­des; es la imagen que se nos enrostra de golpe de la soledad de la muerte, se nace y se muere solo, eso todos lo sabemos, pero no estábamos preparados para esta constataci­ón definitiva. Morir conlleva una ilusión, pues, lo que la pandemia nos muestra es una muerte sin ilusión; envueltos en esas escafandra­s de plástico nos vemos desfilar sin un discurso, sin una palabra final. Sin un último beso.

–¿Cómo ha tolerado el encierro?

–Lo he tolerado bien, pero la realidad que le afecta a tantos; el hacinamien­to, el hambre, el desvalimie­nto, hace que una afirmación simple como esa: “lo he tolerado bien”, inevitable­mente conlleve un sentimient­o de culpa. La distancia entre el horror de un mundo injusto hasta la náusea y dos seres, yo y mi mujer, por ejemplo, que se abrazan guarecidos del infierno del afuera, es la confirmaci­ón de una inequidad monstruosa, inequidad que hasta las piedras conocían, menos Mañalich, pero, por lo mismo, nunca se ha tenido más fuerte la sensación de que somos una humanidad y, simultánea­mente, la pavorosa impotencia de serlo. Y sí, escribo, es lo que estoy exactament­e haciendo en este instante al contestar sus preguntas.

–Dante tiene mucha relación con su vida y obra, ¿resuena para usted en este período?

–Sí, más que nunca. En La Divina Comedia, Dante al salir del Infierno ve las estrellas de

la noche resplandec­iendo, ojalá que, saliéndose del poema, esas mismas estrellas estén en esta noche esperándon­os.

–En este escenario, ¿el adjetivo dantesco toma una nueva forma ante nuestros ojos? –Ante los míos, sí, ante los ojos de los demás, no lo sé. Sería presuntuos­o pensar que todos se han vuelto de golpe lectores de La Divina Comedia.

–¿Qué extraña de la vida anterior a la pandemia? –A veces me pregunto si hubo en rigor una vida anterior. También me lo preguntaba el 11 de septiembre del 73, en medio de las golpizas en el barco Maipo: ¿Hubo una vida anterior a esos golpes? ¿Y si todo lo anterior no fue solo un espejismo del que estamos despertand­o? ¿Y si todos los abrazos que dimos fueran ilusiones? ¿Y si todas las despedidas también lo fueran? No, sé que no es así, pero podría serlo. Y tal vez sería liberador pensar que no hubo nada antes. Sería algo así como ser Borges, pero no el Borges que sabemos, sino uno de verdad, un Borges que agoniza junto contigo.

–¿Qué rescata de este período?

–Su absurda y rotunda verdad, está en la es

trofa final del poema “Vida” del poeta Gonzalo Millán: Se desgastan las células, los órganos, los tejidos/ disminuyen las fuerzas viales/ La muerte es el fin de la vida.

–¿Qué rol le cabe a la poesía ahora? ¿La poesía puede iluminar esta catástrofe humana?

–Lo duro de las profecías es que sólo se entienden cuando se cumplen. La poesía es la gran Casandra de nuestro tiempo, Casandra era esa vidente troyana que sabía todo lo que iba a suceder pero nadie la escuchaba. En la poesía está dicho todo: el presente, el pasado y el futuro, pero al igual que Casandra, nadie la escucha.

–¿Cómo cree o espera que será la vida nueva después de la pandemia?

–Es un deseo, pero es el más ferviente de los deseos, es un sueño, pero es un sueño tan fuerte como para apagar todo el dolor del presente y del pasado: que el mundo sea mejor que su pasado, que el mundo sea mejor que su presente, que el mundo sea mejor que su futuro.

 ?? GERARDO DELLORO ?? Una de las voces más potentes de la lírica hispanoame­ricana, dará clases en julio en el aula virtual del Instituto Cervantes.
GERARDO DELLORO Una de las voces más potentes de la lírica hispanoame­ricana, dará clases en julio en el aula virtual del Instituto Cervantes.

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