La lúcida voz de Germain Derbecq
Libro. Lo que es revelación reúne textos críticos de la pintora francesa que en los años 50 y 60 promovió como pocos la obra de sus colegas argentinos.
La editorial Iván Rosado publicó Lo que es revelación, un libro que recopila una selección de textos críticos y curatoriales de Germaine Derbecq (París, 1899–Buenos Aires, 1973) realizada por Florencia Qualina y que contiene, además, un texto de cierre de Federico Baeza. La figura de Derbecq merecía este libro y merecerá otros más. Desde su llegada al país en 1951 se convirtió en una animadora rigurosa y creativa de la escena visual de Buenos Aires, asumiendo roles de curadora, de crítica y de directora de la mítica galería Lirolay.
El libro es el resultado de un proceso que comienza en la exposición de las obras propias de Derbecq en la Galería Calvaresi en marzo de 2019. En esa muestra, curada por Baeza –que se tituló Frenéticamente decidida a ir hacia delante–, la pintura de la artista tomó el protagonismo que quizá nunca antes había tenido –en parte porque concentró sus esfuerzos en la promoción de otros artistas y en parte por el peso de su esposo, el escultor Pablo Curatella Manes– al mismo tiempo que forjó la continuidad de una idea de investigación y puesta en valor de la figura de Derbecq dentro del marco cultural de su época. La decisión de Guido y Franco Calvaresi, al frente del espacio, fue la de editar un compendio con textos críticos de la creadora francesa, puestos en conversación con otros, producidos por Baeza y Qualina, representantes de otra época y de otra mirada sobre el mundo del arte contemporáneo. La participación de Calvaresi en un proyecto de esta naturaleza es interesante desde varios aspectos. En primer lugar, amplía su papel más allá del hecho primario de mostrar y vender, proponiendo una suerte de “programa” Derbecq. Al mismo tiempo, parece entender el proceso de transformación del ecosistema del arte a partir de la pandemia. No son pocos los que creen, entre ellos el influyente galerista alemán David Zwirner, que es bastante probable que las ferias internacionales sufran las consecuencias del Covid-19 y que las galerías van a recobrar centralidad. Uno de los factores de dinamización más importante en este proceso es la producción de contenidos y el sostenimiento de programas de investigación y producción con cierta lateralidad al funcionamiento habitual de los espacios expositivos.
Lo que es revelación reúne escritos de Derbecq que van desde 1953 hasta 1971. Sus textos aparecieron durante 20 años en la revista Le Quotidien, publicación ligada a la comunidad francesa y, a partir de 1970 en su propia revista, Artinf, que creó junto a Silvia de Ambrosini, Lidy Prati y Odile Baron Supervielle. En ambas publicaciones, Derbecq desplegó un tipo de crítica que combinaba la frescura analítica con una sofisticada búsqueda de la riqueza vital de las obras y los artistas. El elemento religioso, presente en toda su obra, coloca la sensibilidad espiritual en primer plano sin forzar los métodos expresivos ni los soportes novedosos. Para Derbecq, el experimentalismo de los nuevos artistas no era algo muy distinto a la rigurosidad y al preciosismo del arte religioso. En realidad, lo veía como una continuidad del espíritu artístico intentando expresar lo permanente y lo universal, sea en la majestuosidad de una catedral gótica o en un cuadro cubista o de abstracción geométrica.
De las muchas aristas que permiten ver los textos seleccionados hay dos muy interesantes, por razones diferentes. Uno es el interés por generar un nuevo coleccionismo. Así expresado parece algo de estos días, pero Derbecq lo problematizó en 1953, poniendo el énfasis en el amor y el coraje. Los nuevos coleccionistas tendrían que elegir artistas jóvenes, continuadores y no seguidores de los maestros y en ellos se expresaría la posibilidad de descubrir y profetizar. En alguna medida, Derbecq hablaba de ella misma y de sus apuestas a las nuevas generaciones de artistas experimentales usando, en este caso, el ejemplo de André Farey –curador del Museo de Grenoble– y su incesante tarea de imponer el arte moderno por sobre el clasicismo provincial y consagrado de la Francia de esos días. La otra dimensión atractiva es la política. Sus escritos recorren temporalmente un ciclo de muchísimos cambios en la realidad argentina. Desde la caída de Perón hasta la sucesión de gobiernos militares, Illia, Frondizi y su pacto con Perón. Fueron tiempos de radicalización política y de enormes controversias generadas al interior del mundo del arte por las tensiones entre lo políticamente comprometido y lo experimental. Todas estas circunstancias no aparecen nítidas en los textos de Derbecq pero, al mismo tiempo, el lector adivina su posición y su interés. Desde su lugar de directora de la Galería Lirolay, desde su creación en 1960 hasta 1963, promovió a los creadores más vanguardistas: Kemble, Greco, Polesello, Aizenberg, entre otros, convertidos luego en referentes de la escena artística argentina. En alguna medida, esta postura se liga con un argumento de naturaleza política, no coyuntural, pero sí profundamente política. En 1955, se publica un texto suyo en Le Quotidien bajo el título “¿Puede ser el arte para el pueblo?”. Luego de una introducción histórica y casi antropológica, termina con una fuerte argumentación a favor de la democratización de la experiencia artística y la emparenta –asentada en su profunda religiosidad– con una necesidad espiritual para los hombres.
Derbecq demostró, en más de un escrito, una confianza monumental hacia Buenos Aires para convertirse en el centro de las artes en América del Sur. Esa confianza se ha ido perdiendo. Sin embargo, experiencias como las que permiten concretar este libro son pequeños pasos hacia la posibilidad de renovar esa esperanza y esa expectativa.