Los niños no contestaban a las pregunta
En versos claros, de clima nocturno, sembrados de lagunas y elipsis sugerentes, el escritor finlandés Bo Carpelan tramó líneas tocadas por un leve surrealismo de fábula.
El pájaro de fuego
Un día el pájaro de fuego entró volando en el cuarto de estar. Muebles y paredes quedaron completamente devastados. Por no hablar del silencio ulterior, del humo que apenas se pudo desalojar, que quedó pegado largo tiempo al tejido de los sueños.
Quién ha dicho…
Quién ha dicho que el silencio testimonia sobre lo impronunciado. La ausencia de palabras es solo ausencia.
Habla pues en proporción a lo que no puedas decir.
Nada puede dejarse impronunciado a no ser por torpeza o sabiduría
Pequeño poema
La veleta gira al viento, su peso es el del viento.
Ahora cesa.
El silencio deviene piedra.
Cae a través de ti de ti a tal velocidad, que te despiertas aterrorizado, una noche de verano.
Nadie supo con exactitud que eran tan pobres
La pobreza se oculta.
Los niños no contestaban a las preguntas, tenían unos ojos sin vida Nunca estaban con los demás.
Se quedaban en una habitación pobremente amueblada que solía estar a oscuras.
Su padre no hacía nada, se le veía muy poco.
La madre era muy tímida.
Se quedaron sólo tres meses, la época más fría.
Anochecer silencioso
Nadie se acerca.
La sala está sangrando como una flor, una boca, silenciada;
el niño que duerme en la madre durmiente se vuelve hacia su imagen en la noche;
la nieve cae, borradas por el viento están las huellas torpes que se dirigen fuera de mi infancia.
Las palabras tratan de encontrar el cami hacia el centro del silencio, ligeras como montañas transmitidas por el viento.
Junto a la mesa tu figura
Junto a la mesa tu figura, sobre tu mano la sombra de la cabeza del niño, una fruta, una mirada fija, a través de la ventana, en los movimientos de los árboles, el movimiento reflejado en el cuchillo que corta el pan, el uso y claridad de las cosas.