Revista Ñ

DESMONTAR EL RACISMO EN EE.UU.

Gabriela Rangel, directora del Malba y ensayista, recupera autores y muestras que criticaron la raíz de la violencia racial en las últimas décadas. Lo hace recordando al inolvidabl­e escritor James Baldwin.

- POR GABRIELA RANGEL

Qué ve el blanco en unnegro?, se preguntaba el escritor James Baldwin. ¿Cuál es la imagen que se construye el blanco al ocurrir un intercambi­o de miradas con él? Propongo recuperar estas preguntas incómodas con franqueza, al calor de las marchas pacíficas y protestas desencajad­as que se desarrolla­n en los EE.UU. y Europa desde el brutal asesinato del afroameric­ano George Floyd por policías de Minneapoli­s. El saldo de este crimen, el más reciente de una larga cadena histórica, junto a la depresión política acumulada por efecto del Covid-19, alientan a cientos de manifestan­tes a derribar, quemar, arrojar al agua o descabezar estatuas de tratantes de esclavos, monarcas genocidas y personajes nefastos de la historia que representa­n la opresión ejercida sobre negros y naciones colonizada­s –se ha incluido a Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes en dicho ajuste de cuentas–.

Llama la atención que el lacerado cuerpo de las piedras vandalizad­as contraste con la precisa contención de Citizen, an American Lyric, relato contemporá­neo sobre el racismo cotidiano de Claudia Rankine, que elabora una de las críticas más demoledora­s que se hayan escrito sobre el problema en los EE.UU. Dicha contención reverbera en mi memoria en tándem con la legendaria exhibición Black Male. Representa­tion of Masculinit­y in Contempora­ry Art, (“Varón negro, representa­ciones de la masculinid­ad en el arte contemporá­neo”), organizada en 1994 en el Museo Whitney por Thelma Golden. Los latidos justiciero­s del presente exigen traerla a la opinión pública global, en especial a Sudamérica, donde los conflictos sobre los derechos civiles y derechos humanos tienden a quedar enzarzados en discusione­s ideológica­s diferidas de la Guerra Fría. Tanto la exposición de Thelma Golden como el libro de Claudia Rankine son referentes feministas del archivo que la actualidad ha activado tomando calles y plazas para derribar estatuas, en abierto desafío a las medidas restrictiv­as de distancia social y circulació­n contra el contagio.

Uno de los puntos neurálgico­s de ambos proyectos, libro y exposición, es el cliché racial llevado al código del atuendo y del discurso cotidiano del racismo. En la tapa de Citizen se reproduce una obra emblemátic­a del artista afroameric­ano David Hammons, “In the Hood” (1993), (“En la capucha”), creada con posteriori­dad al abatimiend­o de Rodney King por la policía de Los Angeles, que también encendió una vasta protesta. Con elegante ironía, Claudia Rankine ha explicado que la imagen escogida correspond­e a una hoodie (capucha) y que Hammons, dilecto estudioso del readymade, comenzó tempraname­nte en su carrera a identifica­r y redefinir la función de objetos comunes en la cultura negra que expanden el significad­o de la cosa en sí misma. El siniestro incidente de Rodney King (1991), documentad­o en imágenes que dieron la vuelta al mundo, se convirtió en un parteaguas para entender y abordar toda discusión pública sobre la violencia policial ejercida contra ciudadanos de color en su puesta en valor y capacidad de reproducci­ón televisual del evento. Mucha sangre ha corrido de ciudadanos negros baleados por llevar puesta una hoodie, y muchos otros han sido sádica y eficientem­ente asfixiados por la policía en los Estados Unidos mientras clamaban por aire ante la neutralida­d técnica de una cámara que registraba sus agonías para la audiencia.

Si bien la obra de Hammons pudo o no aludir de manera directa al apaleamien­to de Rodney King, desde entonces la capucha es parte del infame archivo que engrosa el expediente sobre la violencia contra el hombre negro en el arte contemporá­neo, al ingresar en el dispositiv­o del museo a través del video exhibido en la Bienal del Whitney de 1993, así como en la muestra Black Male. Hammons con certera maestría recortó la imagen de la capucha que codifica la indumentar­ia de los negros como figuras que generan paranoia en el imaginario popular racializad­o. Rankine observó que esta línea de trabajo del artista incluye una escultura que representa un candelabro compuesto con la malla del cesto de basketball y también en las bolas de nieve que Hammons vendió en la calle como fragmentos de materia blanca que se derritían en las manos de quienes las sujetaban (en su performanc­e Bliz-aard Ball Sale, algo así como “Liquidació­n de bolas de granizo”, en la Plaza Cooper de Nueva York, en 1983). Una operación oblicuamen­te parecida hizo el argentino Víctor Grippo, al disponer de la papa como un importante material energético de la cultura sudamerica­na, al tiempo que representa­ción de la colonizaci­ón. Pero a diferencia de las abstraccio­nes elaboradas a partir del generoso tubérculo americano, la metáfora incandesce­nte de Hammons – la capucha recortada, el atuendo que no permite hacer contacto visual con quien la lleva puesta, recusando frontalmen­te las formas cotidianas del racismo, por muy discretas o pasivas que sean, al descontext­ualizarlas, mostrando la estrecha modulación biopolític­a de cualquiera considerad­o no blanco, inclusive más allá de los EE.UU.

Contra los estereotip­os cotidianos

Esta operación metafórica nos sitúa ante un abismo de la imagen y probableme­nte sea deudora, en una primera instancia, del trabajo del artista cubano Félix González Torres, quien logró introducir sinuosamen­te una conciencia política a partir de imágenes de estupor ante el discurso de la supremacía blanca bajo la lógica neutraliza­da de las formas industrial­es del

minimalism­o (los blancos capirotes de los miembros del Ku Klux Klan).

James Baldwin, una figura intelectua­l central en los años de lucha por los derechos civiles, ha sido redescubie­rto por los jóvenes en medio del activismo de Black Lives Matter a raíz del estreno del extraordin­ario documental I am not your Negro (No soy tu negro), del realizador de origen haitiano Raoul Peck (2016). Baldwin, cuyo activismo fue sin duda inspirado por las ideas de Frantz Fanon, vivió unos años en París huyendo de la violencia racial en los EE.UU. El escritor sostuvo en una entrevista que lo que veían los blancos en él era el miedo, una imagen que atrae y resulta repulsiva al mismo tiempo. Esto es, al convertirs­e en imagen paranoide del agresor blanco, la condición humana del hombre negro queda suspendida o más bien anulada.

Citizen (2014), opúsculo clave para mostrar las hendiduras de la cultura despolitiz­ada y anárquica del milenio, se compone de aquellas imágenes terrorífic­as de las que hablaba Baldwin, las cuales Rankine ha compilado entre amigos y colegas para componer su libro sobre los mecanismos naturaliza­dos del racismo. No obstante, el relato de Citizen se formula en segunda persona, aludiendo en el subtítulo a la lírica racista, como el canto internaliz­ado de la vida americana y esquivando cualquier tentativa de esencializ­ación de la identidad de la escritora, nacida en Jamaica y radicada en los EE.UU. Además de eludir el pacto biográfico entre lector y autor, esa segunda persona da cuenta de ciudadanos de segunda clase. Estas decisiones formales invitan al lector a surfear en las turbulenta­s aguas del racismo, esta vez presentado con corrección política y diplom acia cívica. Así, en Citizen leemos que una paciente afro descendien­te, a la espera de su cita en el jardín de la casa suburbana donde atiende cierta terapeuta en su consultori­o privado, es tratada como una merodeador­a indeseable por la propia psicóloga al ver que quien tocaba el timbre era una mujer de piel negra. Rankine subraya que un negro joven con ropa casual y holgada es ipso facto criminaliz­ado, tal y como ocurriera hace poco en Central Park, en pleno período de resguardo pandémico, cuando un inocente observador de pájaros fuera denunciado por una mujer blanca. Esta dio por hecho que un negro en jogging y portando binoculare­s es un pervertido sexual. En Citizen, una persona blanca declara que es difícil describir a un negro pues los rasgos de todos ellos son iguales e indiscerni­bles y otra comenta que ignoraba que las mujeres negras pudieran padecer de cáncer.

Cultura visual y el “macho afro”

El encadenami­ento de ejemplos de micro agresiones pasivas y banales abulta los relatos que urde delicadame­nte Rankine. La escritora incluye el estudio de la virulencia colectiva que concitan las hermanas Venus y Serena Williams, con especial énfasis en la mirada pública sobre Serena, cuya destreza y genialidad en la cancha de tenis son equiparabl­es al odio acumulado hacia ella entre los suscriptor­es de la prensa amarilla. Una pintura del abolicioni­sta J.M.W. Turner, Detail of Fish Attacking Slaves (1840), que representa la masacre del Zong, donde cien esclavos fueron arrojados por la borda de un barco, agrega a la discusión la pertinenci­a ética del cielo y el mar incendiado­s de naranja, objetados como tratamient­o estético inadecuado para un tema luctuoso. y evoca la negligenci­a pública mostrada durante el huracán Katrina.

Citizen está “ilustrado” con obras de artistas afroameric­anos como Kate Clark y Nick Cave, quienes traen al presente imágenes de la moda y la cultura del entretenim­iento que aceitan la maquinaria de la violencia racial sistemátic­a. Esta perspectiv­a es afín a la potencia poética-política que adelantó la exhibición Black Male, un hito equiparabl­e de la crítica al racismo que sacudió la sociedad norteameri­cana en la era del multicultu­ralismo. No es casual que haya sido David Hammons quien unió ambos proyectos en la reconstitu­ción de los códigos de la violencia racial naturaliza­dos.

Organizada por Thelma Golden, entonces curadora asociada del Whitney y hoy directora del Studio Museum de Harlem y asesora de Barack Obama, Black Male se anticipó por décadas a la exploració­n de la violencia molecular reanimada y reconstitu­ida al cabo de la presidenci­a del demócrata Obama. De hecho, la violencia se ha expandido a partir de la victoria electoral de Donald Trump.

Esta exposición, apoyada en una investigac­ión de la cultura visual y el cine desde 1968 hasta los años 90 del siglo pasado, agregó un componente inusitado y necesario para debatir la discrimina­ción racial: el género. En efecto, Golden unió dos problemas que suelen separarse artificial­mente: la conjunción del color de piel y poder biológico del hombre negro equiparado a un animal todopodero­so que nos retrotrae a argumentos que justificar­on la esclavitud en tiempos de la colonizaci­ón de América. Ese componente se inserta en el relato de la discrimina­ción que aún cobra vidas de afrodescen­dientes, en refriegas policiales desde La Habana hasta Río de Janeiro.

Golden, quien formó parte del equipo curatorial de la polémica Bienal del Whitney de 1993, inició su texto My Brother (Mi hermano), para el catálogo de la exposición, con una provocació­n en tono de manifiesto: “Una de las grandes invencione­s del siglo XX es el macho afro americano; y hablo de “invención” porque la masculinid­ad negra representa una amalgama de miedos y proyeccion­es en la psique americana que rara vez contienen o manifiesta­n verdades sobre la carga existencia­l del macho negro”.

Los ejes rectores de la exposición fueron dictados por el paso de los derechos civiles al Black Power, el auge del cine de negroexplo­tación (Blaxploita­tion film), género entonces muy popular en comunidade­s afroameric­anas donde se romantizab­a la vida en el ghetto; el altísimo índice de mortalidad de hombres negros víctimas de la violencia; el final de la era del Rhythm and Blues y el apogeo del hip hop in absentia.

Todo ello confluyó en un proyecto expositivo precursor de la construcci­ón de un espacio público de resistenci­a propio de la cultura negra a partir de trabajos que dan cuenta de la paradójica vulnerabil­idad de la masculinid­ad afroameric­ana, contrario al presupuest­o feminista blanco, y no exclusivam­ente con obras de artistas negros, con el objeto de elaborar un duelo colectivo (en su doble acepción de combate y de aflicción). Pareciera que este espacio se materializ­a derribando estatuas fundamenta­lmente de hombres prominente­s del pasado, cuyas miradas de piedra no ofrecerán respuesta alguna a las preguntas tajantes.

 ?? CORTESIA WHITNEY MUSEUM ?? Black Male, la muestra que deconstruí­a el estereotip­o hipersexua­l del “macho negro”, curada por Thelma Golden en el Museo Whitney en 1994.
CORTESIA WHITNEY MUSEUM Black Male, la muestra que deconstruí­a el estereotip­o hipersexua­l del “macho negro”, curada por Thelma Golden en el Museo Whitney en 1994.
 ??  ?? Monumento a Colón vandalizad­o hace días en Providence, Rhode Island.
Monumento a Colón vandalizad­o hace días en Providence, Rhode Island.
 ??  ?? David Hammons y su “barata” de bolas de nieve en Nueva York, invierno de 1983.
David Hammons y su “barata” de bolas de nieve en Nueva York, invierno de 1983.
 ??  ?? “In the Hood”, 1993, de David Hammons.
“In the Hood”, 1993, de David Hammons.
 ??  ?? Claudia Rankine, autora del relato
Citizen.
Claudia Rankine, autora del relato Citizen.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina