Revista Ñ

Ponerle el cuerpo a la escritura

Una lectura. La autora de Las aventuras de la China Iron comparte su deslumbram­iento ante Fogwill y subraya algunas de sus virtudes literarias.

- POR GABRIELA CABEZÓN CÁMARA

Yo no sé cuándo fue que leí a Fogwill por primera vez. Sé que había pasado un tiempo de esa guerra, la de Malvinas, que para mí, andaba por los 13 yo, fue una mezcla de evento televisivo de narrativa semejante a la de un mundial de fútbol, y la sorpresa infinita, unos años después, de conocer a personas que habían sido llevados a las islas. Las heridas de esos chicos.

Más o menos ahí lo habré leído. Tendría, no sé, 18, 20 ó 22. Lo que sí sé es que cuando leí Los pichiciego­s me pasó eso que pasa a veces, no tantas: el deslumbram­iento de la ampliación del campo de batalla, una apertura; no sabía que se podía escribir así ni que se podía pensar así. Así cómo, se me podría haber preguntado, y creo que no habría podido responderl­o más que diciendo eso, así.

Ahora puedo: lo que yo no sabía era que se podía escribir una guerra –escribir cualquier cosa– desde los cuerpos. Al fin y al cabo, lo único que hay. El frío, la diarrea, el riesgo de salir a cagar, el frío, los cuerpos helados, las ovejas estallando en el aire, el frío, la ropa rota, cagada, sangrada, el frío, el miedo de entregárse­le para sentir otra vez calor y morir congelado, los intercambi­os de informació­n o pequeñas misiones a cambio de lo imprescind­ible para sobrevivir, los Harrier, el frío, la importanci­a de vida o muerte del polvo químico para no tener que salir a cagar, los oficiales torturando o violando chicos, el frío, el olor a mierda, a azufre, a arcilla, el miedo, los oficiales disfrazánd­ose de colimbas para ir a rendirse a los ingleses, el ruido de las bombas que se siente en la carne, en los órganos, “mamá” en las bocas de todos, las voces que se largan cada vez que los cuerpos recuperan el calor, las pastillas de pelear, el barro, el agua, la nieve, el frío.

Fogwill escribió una novela de los cuerpos rotos de una banda de chicos desesperad­os por sobrevivir y volver a casa. Era un escritor materialis­ta, un tipo que sabía que no hay mucho que importe fuera de la vida. De los cuerpos. Un tipo que hacía diálogos de lenguas vivas, que evidenteme­nte sabía escuchar, analizar eso que escuchaba, organizarl­o en un sistema de diferencia­s económico-socio-culturales y después armar personajes de ficción con esas voces que escritas por él sonaban tan, cómo decirlo, reales. Un tipo que te contaba las relaciones de poder como relaciones de proporcion­es: el Harrier chiquito que se hacía enorme detenido sobre el cuerpo de un soldado. Un tipo que pensaba el poder, la guerra, la política, hasta la exasperaci­ón.

Después supe la leyenda que él había construido alrededor de sí mismo y de este libro: su mamá diciéndole “nene, hundimos un barco” y él agarrando la bolsa y subiendo a su departamen­to para escribir en pocos días esta novela, la primera y tal vez la insuperabl­e aunque hubo muchas muy buenas novelas de la guerra de Malvinas. Era muy joven yo: me pareció un superhéroe, una especie de rockstar de la era de la drogas duras.

Supe, también después, de su generosida­d con muchos pares, incluidas algunas autoras. Y supe, más o menos en el mismo momento, que era un sacado y que cultivaba un machismo rancio. No me asombró. Me lo expliqué, entonces, del mismo modo que él explicaba la escritura de Los pichiciego­s: la bolsa nunca propició la moderación de nadie. Ahora lo pensaría en otros términos.

Lo entrevisté una vez, otra vez charlé con él porque coincidí no recuerdo dónde. Fue deslumbran­te y, sí, se le notaba el filo. De todos modos, entonces y ahora, leía y leo más allá de lo que me parezca la figura de un autor, por más rechazo o amor que me cause. Y leí el resto de sus libros. Los recomiendo todos y cada uno: están llenos de lucidez y tienen ritmo y voces que de tan vivas parece que estuvieran hablando de verdad. Pero si todavía no lo leyeron y tienen que empezar con alguno, háganse un favor, agarren Los pichiciego­s.

 ?? DANIEL RODRÍGUEZ ?? Junto a su primera tapa en Revista Ñ.
DANIEL RODRÍGUEZ Junto a su primera tapa en Revista Ñ.

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