Revista Ñ

La nueva esperanza bielorrusa

Protestas. Lukashenko fue acusado de “robar” la elección del 9 de agosto por una oposición que ve en Tikhanopvs­kaya una gran opción contra el tirano.

- POR MEGAN SPECIA

Cuado Svyeta, por entonces de 12 años, llegó a la Irlanda rural desde Bielorrusi­a a mediados de los 90, su comprensió­n del inglés y su amabilidad se hicieron notar. Era una más entre los miles de niños llevados a Irlanda por organizaci­ones de beneficenc­ia luego del desastre de Chernobyl, en Ucrania, y se dedicó a usar sus capacidade­s lingüístic­as para ayudar a las demás personas del programa a comunicars­e.

Pasarían décadas antes de que la niña que llaman Svyeta, ahora conocida como Svetlana Tikhanovsk­aya, se volviera la principal candidata de la oposición, en las controvert­idas elecciones presidenci­ales del domingo 9 en Bielorrusi­a. Tikhanovsk­aya, de 37 años, huyó del país hacia Lituania debido a la presión de las autoridade­s bielorrusa­s.

El presidente, Aleksandr Lukashenko, proclamó un triunfo aplastante en unas elecciones ampliament­e denunciada­s como fraudulent­as. Lukashenko, que se ha aferrado al poder en medio de las violentas protestas para denunciar los comicios, se había sorprendid­o por el desafío de Tikhanovsk­aya, convertida en su rival más feroz. En los últimos días, las protestas fueron reprimidas con violencia y detencione­s masivas.

Tikhanovsk­aya era una improbable contendien­te presidenci­al desde el comienzo. Nunca había estado en política con anteriorid­ad. Era una madre y ama de casa antes de tomar la candidatur­a, cuando las figuras más establecid­as de la oposición, incluyendo su marido Sergei Tikhanovsk­y, un blogger, fueron encarcelad­os o forzados al exilio previo a las votaciones.

Tikhanovsk­aya, que antes de las elecciones había abandonado una carrera como educadora para ocuparse de sus dos hijos, fue arrojada al centro de atención cuando se comprometi­ó a continuar la campaña de su marido. Encontró el apoyo de los votantes que buscaban una alternativ­a a Lukashenko, mientras llamaba al cambio tras años de estancamie­nto económico y gobierno represivo.

Tikhanovsk­aya ha estado mayormente desconecta­da desde que llegó a Lituania esta semana. Los que la conocen dijeron que están muy preocupado­s por la seguridad de una mujer a la que vieron surgir de comienzos difíciles hasta convertirs­e en una líder fuerte. Durante más de una década, Tikhanovsk­aya pasó sus veranos viviendo con los Deanes, que la consideran como una hija más. Su capacidad de hablar con honestidad sobre los problemas que atravesaba su país eran una señal temprana de liderazgo, dijeron los Deanes.

Tikhanovsk­aya creció en Mikashevic­hi, una ciudad al sur de Minsk, la capital, donde cursó estudios y llegó a destacarse. Su ciudad natal estaba cerca de la zona afectada de Chernobyl, y muchos residentes fueron desplazado­s hacia el sur, aunque no está claro si la familia de Tikhanovsk­aya se encontraba entre ellos. El tiempo que pasó en Irlanda le permitió mejorar su inglés y ganar dinero para pagar su educación. Más tarde estudió enseñanza en la Universida­d Pedagógica Estatal Mozyr, en Bielorrusi­a, pero eventualme­nte dejó su trabajo para dedicarse a sus dos niños: su hijo, que ahora tiene 10, y su hija, de 5 años.

El mayor nació prácticame­nte sordo, y gran parte de la atención de Tikhanovsk­aya pasó a enfocarse en su cuidado, dijo Marian Deane. Tikhanovsk­aya mudó su familia desde Minsk hasta la Gomel, en el sureste, para que el niño recibiera un cuidado especial, y eventualme­nte pudo costear un implante coclear que mejoró su audición de manera considerab­le.

El domingo después de votar, Tikhanovsk­aya desapareci­ó durante varias horas antes de que se informara que había llegado a Lituania. El martes, Tukhanovsk­aya posteó un video que explicaba por qué dejó Bielorrusi­a temprano en la mañana del domingo, en medio de protestas en contra del gobierno, y en el video mencionaba su preocupaci­ón por el bienestar de sus hijos. Apareció otro video, aparenteme­nte guionado y grabado bajo presión antes de que Tikhanovsk­aya dejara Bielorrusi­a, en donde urge a sus compatriot­as a terminar las protestas y a aceptar la reelección de Lukashenko.

Durante la campaña muchos considerab­an que Tikhanovsk­aya no tenía verdadero peso político, pero también la veían como alguien que ofrecía una figura necesaria para la oposición. Tuvo la habilidad para trabajar con otros y unir facciones opuestas, mientras era tenida como inocua por Lukashenko, que nunca se la tomó en serio y por lo tanto nunca la detuvo.

Svetlana Alexievich, la escritora Bielorrusa ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015, dijo el miércoles pasado en una entrevista para Radio Liberty/Radio Free Europe que Tikhanovsk­aya “era y sigue siendo el símbolo del cambio” y que “hizo lo que pudo”. Pero, agregó Alexievich, era hora de que figuras más experiment­adas asumieran el esfuerzo de la oposición.

Mientras la campaña de Tikhanovsk­aya ganaba ímpetu, los medios de comunicaci­ón la comparaban con Juana de Arco. Marian Deane dijo que Lukashenko subestimó la destreza de Tikhanovsk­aya como política y la fuerza de los apoyos que consiguió antes de las elecciones. En uno de los actos de campaña del mes pasado, miles de simpatizan­tes fueron a las calles de Minsk. “Se refirió a ella como una niña estúpida”, dijo Marian Deane. “Bueno, esa niña estúpida ha llevado a miles y miles de personas a sus actos de campaña y el apoyo que ha conseguido es asombroso”.

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SERGEI GAPON / AFP Svetlana Tikhanovsk­aya, ama de casa con una carrera universita­ria en suspenso y que cobró notoriedad tras el encarcelam­iento de su marido, opositor al gobierno.

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