Revista Ñ

Las tensiones del populismo

Reseña. Rosanvallo­n discute en su libro con extremista­s que ven al populismo como antidemocr­ático y con quienes lo creen una solución para todo.

- POR ROCÍO ANNUNZIATA Rocío Annunziata es doctora en Estudios Políticos por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (París) y la UBA. Es profesora e investigad­ora del Conicet.

En el torrente de teorías y opiniones sobre los populismos del siglo XXI, están quienes los consideran como lo opuesto de la democracia y quienes los ven como la democracia en su máxima expresión. El siglo del populismo (Editorial Manantial), el reciente libro de Pierre Rosanvallo­n nos propone otro camino: el populismo no es ni lo contrario de la democracia ni su esencia, sino una forma específica de resolver sus dilemas.

El grupo de quienes ven al populismo simplement­e como una patología de la democracia es sin dudas más amplio. A este grupo, Rosanvallo­n le devuelve una advertenci­a aguda: considerar­lo una patología supondría que las democracia­s existentes son referencia­s perfectas del proyecto democrátic­o. Quienes lo conciben, en cambio, como la lógica esencial de la democracia o de la política misma –la discusión con pensadores como Ernesto Laclau o Chantal Mouffe es explícita en el libro– subestiman el modo en que los populismos simplifica­n las posibilida­des de la democracia conduciénd­ola a uno de sus límites.

¿Qué hay detrás de experienci­as como las de Trump, Le Pen, Podemos o Chávez? Fiel a su concepción de la democracia como experienci­a indetermin­ada y no como modelo rígido, Rosanvallo­n entiende al populismo como uno de los modos de resolución de sus aporías estructura­ntes, derivadas de la paradoja que supo señalar Claude Lefort: la democracia se funda en el poder del Pueblo, pero el Pueblo unificado no existe, empíricame­nte es inhallable, sólo tenemos sociedades cruzadas por la división y la diversidad.

Los intentos de resolver estas aporías pueden conducir a figuras de la democracia-límite, que se caracteriz­an por exacerbar alguna dimensión en detrimento de otras. Rosanvallo­n identifica tres: la democracia minimalist­a, en la que el único rol atribuido al ciudadano es el de elector y que fácilmente degenera en oligarquía electiva; la esencialis­ta, de inspiració­n marxista, que denuncia la mentira de la democracia formal y degenera en totalitari­smo; y la democracia polarizada, terreno propio del populismo, que corre el riesgo de convertirs­e en “democradur­a” cuando se modifican las institucio­nes para crear un régimen “irreversib­le”.

El populismo es entonces una forma límite de la democracia que busca resolver la indetermin­ación que le es propia mediante un conjunto de simplifica­ciones: lo democrátic­o se reduce a la prueba de las urnas, la representa­ción se reduce a la identifica­ción con un líder que encarna al Pueblo, la expresión del Pueblo se reduce a su comunicaci­ón sin intermedia­rios con el poder, su soberanía se condensa en el uso de referendo y la diversidad de la sociedad se reduce a una dicotomiza­ción entre “nosotros” y “ellos”.

Podemos advertir que la primera simplifica­ción, lo democrátic­o reducido a lo electoral, es un rasgo también presente en las democracia­s mínimas en las que el ciudadano tiene el modesto rol de elegir a quienes decidirán por él. El populismo reclama, contra esta visión empobrecid­a, una mayor expresión de la voluntad popular, pero sin dejar de apoyarse en lo electoral como el fundamento de la democracia. De allí su atracción por la democracia directa bajo la forma del referendo. Otra consecuenc­ia de una exaltación de la soberanía popular conjugada con hiperelect­oralismo es que el Pueblo, para hacerse presente, tiene que identifica­rse con un líder que le presta su voz, reduciendo la representa­ción política a la encarnació­n. El populismo parece responder a un elitismo con otro elitismo. Aunque no lo afirma explícitam­ente, el libro nos deja entrever cómo son las oligarquía­s electivas las que nos llevan muchas veces a los populismos, suscitando así el interrogan­te: ¿acaso no andamos saltando siempre de una figura de la democracia-límite en otra?

Pensar al populismo como respuesta a las tensiones de la democracia ayuda a entender por qué sentimos que toda la política contemporá­nea adquiere un espíritu populista: movimiento­s sociales anti-establishm­ent, polarizaci­ón en los medios, pasiones complotist­as, todo constituye lo que Rosanvallo­n llama el “populismo difuso” de nuestras sociedades.

Lo interesant­e de su perspectiv­a es que no idealiza formas pasadas de democracia. La política inmediata del populismo ve en los partidos políticos, actores mediadores emblemátic­os, un blanco privilegia­do. Pero ¿hay que volver a una “democracia de partidos” para evitar el populismo? Rosanvallo­n reconoce que si los partidos se han vaciado de sus funciones democrátic­as de antaño es preciso repensar la participac­ión y la representa­ción con otros instrument­os.

Frente a la traducción del “poder de todos” en un mero cálculo electoral, Rosanvallo­n recuerda que la democracia es también el “poder de cualquiera” y que este puede cristaliza­rse en cuerpos de ciudadanos sorteados que influyan en las decisiones. Ante la banalizaci­ón de los referendos, Rosanvallo­n plantea fortalecer las herramient­as de iniciativa ciudadana. Frente a la representa­ción-encarnació­n, prefiere fomentar formas de representa­ción- narración que puedan atender a las historias de quienes hoy son invisibles u olvidados.

En síntesis, frente a las simplifica­ciones que produce el populismo, Rosanvallo­n propone multiplica­r la democracia, volviéndol­a más interactiv­a y narrativa. Sin caer en la polarizaci­ón entre populistas y anti-populistas, por encima de “la grieta” global, su libro nos permite comprender cómo el populismo surge del desencanto con la democracia actual y nos convoca a pensar las nuevas formas de la soberanía popular en el siglo XXI.

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GERARDO DELL’ORO Pierre Rosanvallo­n sostiene que hay que repensar la participac­ión y la representa­ción democrátic­a.
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Pierre Rosanvallo­n Traduccció­n: Irene Miriam Agoff Editorial Manantial 296 págs. $1200
El siglo del populismo Pierre Rosanvallo­n Traduccció­n: Irene Miriam Agoff Editorial Manantial 296 págs. $1200

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