Secretos adictivos de Lee Child
Policial. Otra potente entrega en la saga del detective Jack Reacher, que lleva vendidos más de 100 millones de ejemplares en todo el mundo.
Últimamente se estuvo discutiendo mucho acerca de los géneros literarios, a raíz del concurso del Fondo Nacional de las Artes. La consolidación de la literatura detectivesca de Lee Child en Argentina, en las cuidadas traducciones de Aldo Giacometti, reabre un abanico de preguntas para respuestas tentativas sobre la narrativa de suspenso: ¿La literatura de género es muy distinta a la que, supuestamente, no tiene ninguno? Y, en última instancia, ¿a qué género responde un libro como Mañana no estás, recién publicado y que hoy nos convoca? Podría ser un policial pero... ¿Importa?
Mañana no estás es otra entrega de la larguísima saga de Jack Reacher, el protagonista de casi todos los libros de Lee Child; ya son, de hecho, 25 las novelas que lo tienen como eje del relato; algunas están escritas en primera persona, como esta, y otras en tercera. Todas son implacables, adictivas, de un ritmo cardíaco acelerado pero nunca excesivo: llevar el pulso justo al punto previo al infarto.
Contó en alguna entrevista que el origen del apellido de su héroe surgió de un chiste interno con su mujer. Una tarde, en un supermercado, Jane le dijo a Lee que, como él es tan alto, si su literatura no tiene éxito puede trabajar en un lugar como aquel, alcanzándole a la gente los productos de las bateas superiores (la traducción de Reacher sería “alcanzador”). A veces la literatura se alimenta de circunstancias así de casuales.
Pero sus libros sí tuvieron éxito. Lee Child es el seudónimo de Jim Grant, un británico nacido en Coventry en 1954. A los 40 años quedó desempleado cuando la empresa en la que trabajaba hizo una reducción de personal y entonces tuvo la peregrina idea de ponerse a escribir ficción.
En 1997 apareció Killing Floor, su primera novela, y al año siguiente se mudó a Estados Unidos. Si iba a cambiar de vida y de nombre, por qué no cambiar también de continente. Estados Unidos era no sólo un lugar para ser alguien nuevo sino, sobre todo, un territorio conceptual muy definido para desplegar las aventuras brutales de su Jack Reacher. Entrega a entrega, los libros se hicieron más y más conocidos y hoy los números son abrumadores, inimaginables en un lugar que no sea el país de los excesos: vendió más de 100 millones de ejemplares.
Mañana no estás es una novela neoyorquina de pura cepa. La trama empieza en el subte y en cierto sentido esos vagones bajo tierra van a ser el hilo que estructure el libro. Cada vez que Reacher baje o suba las escaleras del metro, estaremos asistiendo a un nudo decisivo de la trama.
En esa escena fundante Jack se sube a las dos de la madrugada a un vagón en el sur de Manhattan, con dirección uptown. Inmediatamente ve a una mujer cuya actitud coincide, punto por punto, con un famoso listado que la contrainteligencia israelí elaboró para detectar a terroristas suicidas que están por acometer una masacre. Son once indicadores de comportamiento: ropa amplia para esconder explosivos, los labios emitiendo un rezo casi imperceptible, la mirada fija en un punto abstracto, la transpiración. Reacher ve a la mujer y está seguro de que esconde un secreto atroz, entonces se acerca a hablarle, con la intención de disuadirla o al menos de retrasar el desenlace dramático.
Lo que viene después es una trama llena de vueltas de tuerca, que incluye sicarios, policías estatales, FBI, políticos con prontuarios inconfesables y mucha adrenalina. Adelantar más pormenores de la trama sería una imprudencia.
Pero si esta es una novela neoyorquina no lo es por mencionar lugares emblemáticos de esa ciudad tan transitada por la ficción (esa sería la manera menos sofisticada de hacerlo) sino por enhebrar la trama con la ciudad de una manera inseparable y necesaria; genera la ilusión de que ese libro no podría ocurrir en ningún otro lugar del mundo, y tal vez así sea.
Jack Reacher conoce la ciudad mejor que aquellos que lo quieren matar y por eso sobrevive. ¿Pero qué es conocer una ciudad? Conocer una ciudad es saber exactamente dónde termina un barrio y empieza otro, y ese es un límite que nunca coincide con el que indican los mapas. Es poder reconocer una zona por el follaje de los árboles o por el estilo arquitectónico de las fachadas; es saber que donde ahora hay una farmacia antes hubo un almacén, y conocer las líneas de colectivo y subte que pasan por cada cuadra, dónde hay un buen bar, una librería o un cine allí donde estés. Una forma del conocimiento acumulativo y empírico, capas y capas de materia urbana que producen una conclusión recién luego de muchos años de investigación ininterrumpida.
Lee Child conoce Nueva York con ese nivel de detalle y la novela abunda en detalles. Y ese es, quizás, su gran talento literario: en una trama veloz y contundente, digna de una película de disparos y persecuciones, Child suelta detallecitos acá y allá y, como sabemos, la literatura está siempre en los detalles.
Si la escritura de Child es adictiva (el libro realmente no se puede soltar) quizás no sea solamente por la trama, que está construida con los más altos estándares del género, sino por un recurso finalmente íntimo: Jack Reacher va produciendo sus inferencias y sus hallazgos inductivos en tiempo real y nosotros estamos ahí, acompañando su cuerpo (que pelea y siempre gana, como James Bond) pero sobre todo su cabeza. Cuando Reacher deduce algo, su inteligencia es la nuestra. Eso produce un efecto de compenetración y hasta de identificación, incluso cuando nuestra realidad sea por supuesto muy distinta a la de un ex oficial del servicio secreto norteamericano.
Queda, a futuro, un misterio. Lee Child se está retirando y en estos días le está enseñando a su hermano los trucos de su oficio para que él continúe con la saga en las décadas que se vienen, como una empresa familiar. Es una movida rara, temeraria, que puede salir mal. Habrá que confiar en esa inteligencia de la que hablábamos y, si no, quedan al menos 25 libros buenos para habitar.