Adiós a la artista que se consagró a los 90
Luchita Hurtado. Había nacido en Venezuela en 1920. Feminista, ambientalista, durante décadas trabajó a la sombra de sus maridos y colegas famosos.
Luchita Hurtado, cuya obra fue reconocida por el mundo del arte muy tarde en su vida murió hace días en su casa de Santa Mónica, California. Tenía 99 años. Casi contemporánea, y amiga de Frida Kahlo, Isamu Noguchi y Agnes Martin, entre otros prominentes artistas modernos, Hurtado, de origen venezolano, era una participante activa en las escenas artísticas de Nueva York, México D.F. y Los Ángeles, donde vivía desde 1951. Su trabajo pasó por el surrealismo, el muralismo mexicano, el feminismo y el ambientalismo, y estuvo asociada con Dynaton, un grupo de artistas abstractos con tendencias místicas, entre los que se encontraban su segundo marido, el austromexicano Wolfgang Paalen, y su tercer marido, el estadounidense Lee Mullican. Sin embargo, su arte tuvo escasas exhibiciones hasta los años 70, y después se mostró sólo esporádicamente en pequeños sitios hasta que entró en los 90.
Hurtado describía cuerpos –el propio, pero también figuras totémicas– que se fundían con paisajes e interiores en expresiones de comunalidad y arraigo. “Estoy relacionada con todas las cosas de este mundo”, dijo una vez. “Su visión del cuerpo humano como parte del mundo, no separado de la naturaleza, es ahora más urgente que nunca”, dijo el curador suizo Hans Ulrich Obrist, cuando en el 2019 la artista fue nombrada en la Time 100 list de personas influyentes. “Su extraordinaria obra ofrece una perspectiva singularísima que pone la atención en los bordes de nuestros cuerpos y el lenguaje que usamos para cerrar la brecha entre nosotros y los otros”.
A los 8 años emigró a Nueva York, donde vivió con su madre, una costurera, su hermana y dos tías; su padre quedó en Venezuela. Estudió Bellas Artes en el Washington Irving High School de Manhattan.
Su primer marido, Daniel del Solar, la abandonó a ella y a sus hijos cuando el segundo era todavía un bebé. “Vino por sus libros y se fue, y nunca más lo vi”, recordaba. Para mantener a su familia, trabajó como vidrierista en la tienda departamental Lord & Taylor, y como ilustradora de moda freelance para Condé Nast.
Tomó clases en la Art Students League y, con el escultor Isamu Noguchi y otros. pasó por influyentes galerías, incluyendo Art of This Century, de Betty Parsons y Peggy Guggenheim. Fue a través de Noguchi que conoció a Paalen. Hurtado se juntó con él en México a mediados de los años 40 y se volvió parte de una comunidad artística muy unida allí, donde muralistas mexicanos, fotógrafos estadounidenses y surrealistas europeos que habían huído de la Segunda Guerra Mundial se mezclaban libremente. La pareja vivía en el mismo barrio que Kahlo y su marido, Diego Rivera, y socializaba con la pintora británica Leonora Carrington. Viajaron por México coleccionando arte precolombino, cuya influencia puede verse en los cuadros de Hurtado de este período. Fuera de Los Ángeles, continuó siendo ampliamente desconocida hasta el 2015, cuando, mientras trabajaba en la finca de Mullican (que murió en 1998), su anterior director, Ryan Good, descubrió un tesoro de pinturas y obra en papel, marcados con las iniciales “L.H.”. Consultó a Hurtado, que estaba usando el nombre Luchita Mullican, y descubrió para su sorpresa que la obra era de ella. Good se propuso encontrarle un galerista. A esto le siguieron una exhibición en la Park View Gallery de Los Angeles en 2016, y reseñas entusiastas. Christopher Knight, crítico de arte en Los Angeles Times, elogió el “balsámico don visual” de los trabajos en papel de Hurtado.