Para visitar el centro de la curiosidad
Antología. Variadas plumas, locales y extranjeras, desfilan por este volumen, que reúne la crítica reunida del poeta Mario Nosotti.
El oficio de escribir reseñas nunca es reivindicado como corresponde. O es obviada su vitalidad o no tenida en cuenta su gesta. “Reseñar es una actividad vertiginosa (…) Encerrarse con un libro, hacer íntima una relación que durará unos días, descubrir ese cuerpo, la voz que constituye la corporalidad de una escritura, para volcarse al juego de escuchar y mirar, marcar y resaltar, intuir asociaciones, ver cómo se dibujan esas formas de ideas”, resalta Mario Nosotti (San Fernando, 1966) en la introducción a Sombras bajo la lámpara de aceite, una colección de sus colaboraciones en distintos medios gráficos y virtuales a lo largo de los últimos años.
La estructura que sustenta el recorrido está montada en cinco fases. Arranca con “Experimentadores, disruptivos, provocantes”, en el que cohabitan John Cage con Mariano Dupont y Mario Arteca, Allen Ginsberg con Néstor Perlongher y Philippe Sollers. “La poesía moderna se erige en la tensión de un discurso que busca traicionarse a sí mismo, ir algo más allá de lo que el consenso convalida como poético”, alega Nosotti en su abordaje de El rumor de los bordes, de Lila Zemborain. Esto es algo de lo que va a suceder: nunca nos vamos a ir con las manos vacías, siempre rescataremos una cita o un imaginario para incorporar a nuestra mesita de luz.
En “Brasiles” nos vamos a encontrar con un acercamiento a ciertos nombres –Ferreira Gullar, rescatado por el tándem Bárbara Belloc y Teresa Arijón, en su faceta de crítico de arte, polemista y teórico de la poesía y las vanguardias– y ciertas aventuras lingüísticas como la de Josely Vianna Baptista o la de Paulo Leminski y su joyceana Catatau.
Desde hace un tiempo, Nosotti –autor de los libros de poemas Parto mular, El proceso de fotografiar y La casa de la playa, y editor de la revista Música Rara (2004-2006) que acaba de ser digitalizada por el proyecto Archivo Histórico de Revistas Argentinas– ha venido trabajando en una aproximación a la obra y la figura de Juan L. Ortiz. Fruto de esa tarea fue la elaboración de la cronología narrada que es parte de la nueva edición de la Obra completa del poeta entrerriano. Pero aquí y ahora es auspicioso el segmento “Orticianas”, donde a través de varios artículos, Nosotti reconstruye su historia como lector de Juan L.
En “Prosas de altura”, se encadenan las búsquedas de Aurora Venturini, Gloria Peirano y Patricio Pron, entre otros. Y a continuación, hay un lugar para el caso (poco habitual y creciente) de poetas que se animaron con alguna instancia del discurso crítico: “Poetas ensayando”.
Para finalizar, estas Sombras bajo la lámpara de aceite –título que remite a la hermosa cita de David Markson: “Durante la noche, la lámpara de Flaubert ardía con tanta regularidad en su estudio de Croisset, que los pilotos del Sena podían usarla como orientación”–, consignan el trabajo de una constelación de poetas, muchos de ellos revisitados por Nosotti a lo largo de los años, tal el caso de Arturo Carrera, Mónica Sifrim y Mercedes Roffé.
Su colega Carlos Battilana, en el epílogo de este viaje al centro de la curiosidad, rescata el doble desafío del poeta y crítico: “Ejercicios laboriosos, placenteros y discretos que, en el caso de Mario Nosotti, son su modo de intervención. La confirmación de un tono”.