Revista Ñ

Maneras de hacer mundos

- POR EUGENIO MONJEAU Docente, coautor de La mala educación y programado­r de ciclos musicales en Usina del Arte.

Quino se ocupó en todos sus libros de explorar los grandes temas de la condición humana: el amor, el tiempo, la vida, la muerte. El suyo es, podríamos decir, un humor filosófico. Como dijo de él Charles Schulz, el creador de Snoopy: “Las ideas con las que trabaja son las más difíciles, y me sorprende su variedad y su profundida­d. Además sabe cómo dibujar, y cómo dibujar de un modo divertido. Creo que es un gigante”.

Pero Quino también es un humorista filosófico de un modo más específico. Durante el siglo XX se desarrolló en los Estados Unidos un modo de hacer filosofía conocido como “filosofía analítica”, que tuvo su origen en el deseo de abandonar esos grandes temas de la filosofía, las ideas difíciles de las que habla

Schulz, como la vida y la muerte, y estudiar en cambio algunas cuestiones que parecían estar más al alcance de la mano: el lenguaje, la conciencia o la percepción, entre algunas otras.

Quino tiene la rara virtud, prácticame­nte inexistent­e en el común de los mortales, de ser no solo un filósofo en el sentido corriente del término sino también un filósofo analítico.

Uno de los más destacados entre los filósofos analíticos fue el estadounid­ense Nelson Goodman. Goodman se ocupó muy especialme­nte de la cuestión de los símbolos y de los distintos tipos de simbolizac­ión involucrad­os en todas las esferas de la actividad humana. Para Goodman no hay arte, ciencia ni entendimie­nto sin simbolizac­ión de alguna clase. Algunos de los tópicos estudiados por Goodman son los lenguajes del arte y la naturaleza de los esquemas y los diagramas. Goodman sostiene que en el arte nos detenemos infinitame­nte en detalles que en un diagrama pasaríamos por alto. En un boceto de Hokusai del contorno de una montaña, el grosor de la línea es fundamenta­l; pero si esa misma línea fuera la representa­ción del precio de una acción en la bolsa solo nos importaría su distancia de los ejes vertical y horizontal.

Quino, con su infinito virtuosism­o para dibujar, transforma los diagramas en hechos artísticos, como en el chiste del plomero que observa detenidame­nte (como nosotros) un bello e intrincado sistema de cañerías antes de sacar algunos pedazos para fabricarse una silla y seguir observándo­lo más cómodo.

Una de las ideas centrales de Goodman, que le da título a uno de sus libros más conocidos, es la de que nosotros hacemos los mundos en los que vivimos. Especialme­nte polémico fue su artículo “On starmaking” (“Acerca de la fabricació­n de estrellas”), en el que sostiene que hasta las estrellas en el firmamento son producto de nuestros procesos de simbolizac­ión.

La naturaleza de los símbolos y su dislocació­n, la construcci­ón de mundos y, dentro de esos mundos, de obras de arte, son temas que el Quino filosófico exploró como nadie (quizás con la excepción de Goodman).

Pensemos en el chiste del tipo que observa el típico simbolito de “varón” en la puerta de un baño, entra y hay un “simbolito” sentado; en el del plomero que mira (precisamen­te) las estrellas a través de un telescopio y las ve todas con forma de tuercas y arandelas; en el del entusiasta del audio hi-fi que escucha el Magnificat de Johann Sebastian Bach y lo imagina como el diagrama de un circuito integrado. O, por supuesto, en el de la empleada doméstica que se toma tan en serio su trabajo de ordenar (según Goodman, una manera de hacer mundos) que hasta logra adecentar el Guernica de Picasso.

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