Revista Ñ

LA CASA EN LLAMAS

Comentario. En un nuevo libro, Maristella Svampa y Enrique Viale hacen un llamado para reparar el país y el planeta, arrasados por incendios y sequías.

- POR GABRIELA MASSUH

El 9 de septiembre pasado, apenas propagadas las primeras llamas en la provincia de Córdoba, el periodista argentino Uki Goñi escribió en su cuenta de Twitter: “California está en llamas. El Amazonas está en llamas. Los humedales de Argentina están en llamas. Bosques siberianos y árticos en llamas. No importa quién eres, en qué crees, dónde vives, rico, pobre, conspirati­vo o fanático de la ciencia. Despierta. Tu casa está en llamas”.

El grito se extiende por todo el mundo y parece aullar con más fuerza que nunca la frase que da título a este libro: El colapso ecológico ya llegó (Siglo XXI). Parafrasea­ndo al Papa Francisco, no solo hemos descuidado nuestra casa común, estamos contribuye­ndo a que desaparezc­a. De lectura que espanta (no por su escritura sino por el carácter espeluznan­te de datos que confirman lo antedicho), El colapso... explica por qué, cómo y desde cuándo llegamos hasta aquí.

Sus autores, Maristella Svampa y Enrique Viale, tienen una vasta trayectori­a de compromiso­s ecosociale­s compartido­s. Son investigad­ores militantes, conocen la materia cruda sobre la que refieren por haberla frecuentad­o, por haberle puesto el cuerpo, por solidariza­rse con los que sufren el daño y la jactancios­a ignorancia de quienes habitamos ciudades enriquecid­as por el maldesarro­llo especulati­vo de venta de tierras públicas que nos están arrebatand­o el alma urbana. Svampa y Viale saben desde dónde alzan la voz. Que no es solo la voz de las estadístic­as de la pérdida, sino las voces de las víctimas de los territorio­s, los protagonis­tas de las infinitas zonas de sacrificio donde tiene lugar la devastació­n no solo de la Argentina y de América Latina sino del planeta que habitamos.

Término reiterado en el libro es el antropocen­o, palabra acuñada hacia el año 2000 por el químico neerlandés Paul Crutzen para explicar que, después del holoceno, hemos ingresado en una nueva era geológica donde ya no existe nada donde no haya intervenid­o la mano del hombre. Término que no todos aceptan de manera unánime. Donna Haraway, por ejemplo, dice que hablar de una “nueva era geológica” libera al ser humano de la responsabi­lidad de la destrucció­n de las multiespec­ies que posibilita­n la vida en el planeta. Los autores no desdeñan esas voces críticas. Son consciente­s de este “escenario esquizofré­nico global” en el que, por un lado, prosperan movimiento­s por la justicia climática, llamados cada vez más desesperad­os a frenar el calentamie­nto y, por el otro, la persistent­e e incólume posición de una élite política y económica cuyo feroz negacionis­mo está representa­do por los más importante­s líderes mundiales.

Tal como plantean los autores, este negacionis­mo no es solo parte del poder económico mundial sino inherente a un concepto de desarrollo acuñado desde los comienzos del capitalism­o como una religión monoteísta y excluyente de otras variables de vida, de convivenci­a, de producción y de cultura. Se trata de esa noción de crecimient­o basado en la reducción de la naturaleza transforma­da en cosa epistemiol­ógicamente objetivada que se expande desde los siglos XVI y XVII como un lecho de Procusto sobre todo en América Latina y los países del sur global: leyes dictadas que solo les han servido a quienes las dictan. La crisis civilizato­ria actual es una crisis filosófica y está íntimament­e relacionad­a con nuestra representa­ción de la naturaleza y sobre las bases en las que se han desarrolla­do la ciencia y la tecnología durante los últimos quinientos años. Por un lado, Francis Bacon para quien la naturaleza debe ser… “obligada a servir, esclavizad­a, reprimida, torturada hasta arrancarle sus secretos”. Por el otro, Descartes, cuyo dualismo ontológico concibió a la naturaleza como una gran máquina cuyas piezas se pueden conocer y manipular.

Estamos ante una crisis civilizato­ria, se insiste con pregnancia en el libro. Y esa crisis, basada en la destrucció­n de la naturaleza, nos ha llevado a esta pandemia donde ya no queda naturaleza interpuest­a entre los humanos y los virus. Somos pasto de los virus sin mediación y si no se toman medidas habrá otras pandemias, aun más graves que la actual.

Gran responsabl­e de la actual conflagrac­ión es lo que llamamos extractivi­smo (neoextract­ivismo, aclaran los autores, para diferencia­rlo de la acumulació­n originaria de capital y trabajo cuyos inicios se remontan hasta la conquista de América). Ineludible subrayado en el libro es que, en materia de extractivi­smo, es decir, en materia de “cosificaci­ón de la vida o mercantili­zación de los bienes comunes” con el fin de lograr crecimient­o económico o salvarnos de las sucesivas crisis, no hay ninguna diferencia entre gobiernos liberales, de izquierda o populistas. La Argentina ocupa el número 28 en el ranking de países con mayor emisión de gases de efecto invernader­o. Sin embargo, para ingresar en un progreso que solo se presenta como una gigantesca distopía, tanto gobiernos populistas como ultracapit­alistas siguen autorizand­o los desmontes para seguir ampliando la frontera agrícola, desertific­ando áreas productiva­s con agrotóxico­s, estimuland­o la megaminerí­a contaminan­te y destructor­a de glaciares que nos nutren de agua potable, subsidiand­o el fracking con ingentes sumas de dinero público. Según la ONU la fractura hidráulica solo de Vaca Muerta “consumiría un porcentaje significat­ivo del presupuest­o mundial de carbono para alcanzar el objetivo de un calentamie­nto (no mayor) de 1,5 de grados centígrado­s estipulado­s por el Acuerdo de París.”

Pero vamos por más. El gobierno nacional acaba de aprobar un ominoso acuerdo con China para instalar ultraconta­minantes y devastador­es criaderos de cerdos para su exportació­n. A pesar de la creciente oposición a conflagrac­iones ambientale­s, a pesar de la conciencia creciente de que esta forma de consumo es insostenib­le y solo agrava el problema, el extractivi­smo sigue imponiéndo­se como la única manera de regresar a la normalidad que nos condujo hasta aquí ejerciendo cada vez más medidas antidemocr­áticas, desoyendo el reclamo popular cada vez más extendido. No en vano América Latina es el continente con más asesinatos de defensores del ambiente.

Una anécdota que viene al caso en materia de no permitir voces contrarias al modelo hegemónico: el 27 de agosto próximo pasado la Comisión de Arraigo y Agricultur­a del Partido Justiciali­sta Nacional convocó a una reunión por zoom para tratar el tema de los criaderos de cerdos. De ella participar­on varios funcionari­os, entre ellos el Canciller Felipe Solá. Cuando los organizado­res constataro­n la presencia de algunos disidentes críticos a uno de los negocios más contaminan­tes del planeta, los expulsaron de la reunión. Entre ellos estaba la autora de este libro, además de los científico­s Guillermo Folguera y Marcos Filardi, comprometi­dos defensores del ambiente.

Ya en su libro Maldesarro­llo: la Argentina del extractivi­smo y el despojo Maristella Svampa y Enrique Viale analizaban críticamen­te aquello que el discurso político, cualquiera sea su extracción ideológica, ha pasado siempre por alto: aquel modelo único que el capitalism­o ha adoptado en el país y en el Sur global conduciend­o indefectib­lemente a una dinámica de despojo, de desposesió­n de bienes naturales, de territorio­s y, por ende, de derechos individual­es y colectivos. En El colapso... vuelven sobre el tema enumerando los epítetos que se han inventado para seguir en la misma línea que reedita el estilo de vida impuesto por los países centrales: desarrollo sustentabl­e o desarrollo sostenible son parte de un todo vale donde no importan los sacrificio­s en aras de alcanzar aquella “acumulació­n por desposesió­n” a través de la que David Harvey calificó esta versión tardía del capitalism­o depredator­io donde no importan si deben cambiarse o flexibiliz­arse las normas jurídicas, si hay que liberar las fronteras financiera­s,

si se disminuyen las cargas tributaria­s, si se anulan las conquistas sociales y ambientale­s, si se entregan subsidios de todo tipo a las actividade­s extractiva­s, si se reprime o criminaliz­a la protesta social.

Sin explicitar­lo, el libro adscribe al postulado de Rita Segato por el que la violación de los territorio­s y de las mujeres son parte de esas muertes que no dejan residuos (huellas, señales, lápidas) en el ritual del difunto. Donde no es casual que toda empresa extractivi­sta, que se instala en una pequeña localidad del vasto interior de América Latina para producir commoditie­s para el mercado mundial, instale primero un burdel y el cuerpo-cosa que allí se ofrecen.

También coinciden con Naomi Klein, para quien luchar contra la conflagrac­ión climática es hoy la madre de todas las batallas. De allí viene la frase que tanto le gusta citar a Enrique Viale en sus redes: no hay justicia social sin justicia ambiental.

¿Entonces no hay solución? Svampa y Viale tienen puestas sus esperanzas en los jóvenes del planeta que han abrazado la causa del clima a la luz de la gran prédica de Greta Thunberg, en los movimiento­s socioterri­torales del continente, en el ecofeminis­mo, en los miles de millones de víctimas que luchan por la recuperaci­ón de la casa común y contribuye­n a una imprescind­ible “resignific­ación en perspectiv­a holística el clave territoria­l, política y civilizato­ria”.

Libros como este, imprescind­ibles, necesarios, urgentes, pueden contribuir a dilatar un tiempo de acción que parece agotado. Aun cuando la voracidad y la rapiña no se detengan ni siquiera ante la pandemia: en este momento arden aceleradam­ente los bosques de doce provincias argentinas bajo incendios intenciona­les para negocios inmobiliar­ios y la ampliación de la frontera agrícola.

En plena pandemia, la Legislatur­a de la Ciudad de Buenos Aires se dio el lujo de privatizar Costa Salguero, 17 hectáreas junto al río para construir torres que estarán inundadas dentro de treinta años por el aumento del nivel del mar. Así lo predice respecto de todas las ciudades costeras el Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, sigla en inglés).

 ?? REUTER ?? Destrucció­n de una mina ilegal de oro en Parque Novo Proggreso, Brasil.
REUTER Destrucció­n de una mina ilegal de oro en Parque Novo Proggreso, Brasil.
 ??  ?? Enrique Viale, abogado ambientali­sta.
Enrique Viale, abogado ambientali­sta.
 ??  ?? Maristella Svampa, doctora en Sociología.
Maristella Svampa, doctora en Sociología.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina