Revista Ñ

EL SUEÑO DE SER UNA METRÓPOLIS MODERNA

En esta entrevista, la historiado­ra Catalina Fara presenta la investigac­ión que realizó sobre una Buenos Aires que, a principios del siglo XX, se proyectaba como una urbe pionera y cosmopolit­a.

- POR MARÍA EUGENIA MAURELLO

De qué manera la ciudad empezó a ser un objeto, un tema y un problema también para los artistas” señala Catalina Fara, doctora en Historia y Teoría de las Artes (UBA). Y esa es una de las inquietude­s plasmadas en Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1910-1936) (Ampersand). La autora propone un viaje a principios del siglo XX y a partir del análisis de más de cinco mil imágenes indaga cómo es representa­da la ciudad y “cómo esas representa­ciones dialogan con ideas previas o aspiracion­ales del espacio habitado”, dice. Lo hace al considerar las pinturas del paisaje urbano (Pío Collivadin­o, entre otros) en convivenci­a con expresione­s visuales y literarias que aparecían en publicacio­nes de tirada masiva (Caras y Caretas, por ejemplo) y en medios especializ­ados en arte y cultura como la revista Martín Fierro, además de discursos políticos y proyectual­es. El texto –una adaptación de su tesis doctoral al formato libro– está compuesto por cinco capítulos que si bien no se ajustan a un orden cronológic­o, refieren, entre otros tópicos, al vínculo de los porteños con el Río de La Plata; las tensiones entre el pasado colonial y un presente con miras al progreso; la vista de los propios habitantes de una ciudad espectacul­arizada; la conformaci­ón de la identidad barrial y las relaciones entre los artistas y otros actores culturales de la época. –¿Por qué elige ese periodo entre el centenario en 1910 y los 400 años de la ciudad en 1936? –Al principio tenía un periodo más largo y después me di cuenta que Buenos Aires tenía doble identidad; como la capital de la nación y como ciudad metrópolis, y estas dos celebracio­nes marcaban dos momentos de cambio material efectivo. En 1910 los cambios de finales del siglo XIX llegaron a un punto de terminació­n y además la idea de Buenos Aires siendo el centro de las celebracio­nes de un acontecimi­ento nacional que recibió a los invitados extranjero­s. En el 36, fue la ciudad celebrándo­se a sí misma como metrópolis y como un momento de tensión y cambios materiales que implicaron demolicion­es para ampliar (la avenida) Corrientes, poner el Obelisco y abrir la (avenida) 9 de Julio. Cambios muy shockeante­s también para los propios habitantes en pos de mostrar la cara de una Buenos Aires cosmopolit­a.

–También tiene que ver con el traspaso de la asociación de Buenos Aires a París primero y a Nueva York, después.

–Sí, exactament­e, se da ese pasaje. Y la idea de la aspiración vertical tiene que ver con eso. La relación de la verticalid­ad de los nuevos edificios asociada a la aspiración de parecerse a Nueva York cambia el eje. El modelo metropolit­ano cosmopolit­a pasa a ser una ciudad muy atada a los rascacielo­s, con una arquitectu­ra y con otro lenguaje que ya no es el ecléctico parisino italianiza­nte de principios de siglo, sino que está más asociado a los lenguajes de vanguardia. Ahí es el punto de inflexión de un proceso, y el Obelisco es como la clave de esa aspiración de modernidad, de lenguaje vanguardis­ta y auto celebrator­io.

–¿Se puede vincular la idea del flâneur entre la nostalgia por un lado y el mirar hacia el futuro por el otro con la identidad del porteño de hoy?

–Está en nuestra porteñidad, y es mi hipótesis de trabajo. En esa época se construye la porteñidad en la nostalgia del pasado que fue mejor, de ir al suburbio a buscar lo perdido y por otro lado, querer parecerse a otras cosas. Esa contradicc­ión permanente también se daba porque se podía estar en el centro pero se hacían diez cuadras y se estaba en el campo. Eso se ve mucho en las Aguafuerte­s porteñas de Roberto Arlt y en Jorge Luis Borges, por supuesto. La civilizaci­ón y la modernidad significab­an la calle empedrada. Creo que esas transicion­es muy violentas hoy también están, sobre todo en los últimos años en barrios como Villa Crespo y Caballito que pasás dos meses después y hay casas demolidas. La ruina aparece por un lado como vestigio de un pasado mejor, y por otro lado, como la idea de que ahí va a haber otra cosa y eso es progreso.

–Cien años después, ¿persiste esa imagen paradigmát­ica de Buenos Aires?

–Si tengo que dar una respuesta taxativa, creo que sí. Y es ahí cuando se construye una idea de Buenos Aires. Es muy interesant­e el caso del Obelisco porque al momento que se inaugura ya se convierte en un ícono de la ciudad, y aparece en las publicidad­es de Cinzano. Después tiene que ver también con algo que estoy trabajando ahora; qué se vende de la ciudad para afuera, en los sitios de las casas de turismo o los folletos que la ciudad publica. ¿Por qué elegí cinco mil imágenes? Porque a partir de eso hice una estadístic­a para saber qué lugares y qué vistas son las más representa­das. El top five es el Obelisco y La Boca que están al mismo nivel. De La Boca no es cualquier lugar, es el puente y Caminito. Y hoy es igual, hasta con los mismos encuadres. Tiene que ver con esas imágenes que se producen en los años 20 y 30, persisten y tienen una circulació­n en el tiempo.

–El periodo analizado coincide con la gripe española y con el advenimien­to de innovacion­es tecnológic­as. Hoy estamos atravesand­o una pandemia y a su vez la cuarta revolución industrial, ¿es posible establecer algún vínculo en ese sentido?

–Sin duda las pandemias o las grandes tragedias sanitarias transforma­n las ciudades. Buenos Aires se transformó después de la fiebre amarilla en 1870. La gente dejó la zona sur y eso hizo crecer la ciudad hacia el norte. Cambiaron las leyes de edificació­n y la forma de construir, y apareciero­n nuevas disposicio­nes en cuanto a los espacios verdes. La gripe española no cambió a nivel urbanístic­o a Buenos Aires, pero si la preocupaci­ón sanitaria atraviesa a los proyectos a lo largo del tiempo. Estas situacione­s llevan a recomposic­iones espaciales y en cuanto a las formas de construir y vivir la ciudad en sí. Nos va a llevar tiempo procesar lo que está pasando ahora, pero eventualme­nte van a empezar a haber cambios. Por lo pronto la necesidad de más espacios verdes y de esparcimie­nto público es algo a revisar.

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En el Balneario Municipal de la ciudad de Buenos Aires (La Prensa, 11 de febrero de 1934).
 ??  ?? Banco de Boston/Diagonal Norte, óleo de Pio Collivadin­o (1926).
Banco de Boston/Diagonal Norte, óleo de Pio Collivadin­o (1926).
 ??  ?? Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1919-1936) Catalina Fara Editorial Ampersand 272 págs.
$ 1200
Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1919-1936) Catalina Fara Editorial Ampersand 272 págs. $ 1200

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