Revista Ñ

MARKUS GABRIEL

FILÓSOFO, 1980

- POR CARLA IMBROGNO

Nacido en 1980, Markus Gabriel se doctoró en Filosofía con apenas 25 años en la Universida­d de Heidelberg. Catedrátic­o visitante de Berkeley, La Sorbone y Lisboa, hoy es de referencia en la Universida­d de Bonn, donde es titular de las cátedras de Epistemolo­gía y Filosofía Moderna y Contemporá­nea. También dirige el Centro Internacio­nal de Filosofía de Alemania. Es políglota; habla nueve idiomas, entre ellos el chino, y en la Noche de la Filosofía 2019, sorprendió en la repleta sala del CCK con su conferenci­a dictada en un castellano fluído sobre “El Aleph”, de J. L. Borges, y el linaje filosófico de su ficción. También fue un boom de librerías con ensayos como Por qué el mundo no existe, donde propuso un Nuevo Realismo, de “realidades infinitas”, y Yo no soy mi cerebro, Filosofía de la mente para el siglo XXI, en el que refuta la encerrona determinis­ta de las neurocienc­ias.

Gabriel es también un animal político. Hace años ya denunciaba el nuevo capitalism­o de Silicon Valley y el “capitalism­o del burn-out”, basado en una fuerza laboral exhausta.

Cree que el universo cultural y la Infoesfera –los contenidos informativ­os, desde los medios y los memes, internet y los instructiv­os de cualquier producto– circulan el punto de que existe una pluralidad de procesos y eventos, que incluyen el arte, el cine y todas las creaciones imaginaria­s, sin un contexto de todos los contextos que los explique y contenga.

Acaba de publicar en alemán Moralische­r Fortschrif­f in dunklen Zeiten (“Progreso moral para los tiempos de oscuridad”). Es además autor de El sentido del pensamient­o.

Un crecimient­o exponencia­l podría exterminar la sociedad tal como la conocemos”: la definición es literal y, teniendo en cuenta a los interlocut­ores, no es una hipérbole sin asidero. ¿Cuál será el saldo real de esta crisis y cuánto divide a la humanidad? El filósofo Markus Gabriel debatió con el epidemiólo­go y parlamenta­rio alemán Karl Lauterbach; las proyeccion­es de este experto, integrante del equipo de asesores de Angela Merkel, junto a Christian Drosten, rozan un nuevo parámetro desesperan­te. Alemania tuvo la semana pasada su pico más alto desde que comenzó la crisis.

A Lauterbach lo llaman “el ministro en las sombras de la pandemia”: es profesor de Epidemiolo­gía y Economía de la salud en la Universida­d de Colonia y parlamenta­rio por el Partido Socialdemó­crata desde hace años. En Twitter comparte informació­n científica y se presenta como un político “que todavía tuitea él mismo”. En un momento en que la segunda ola de Covid se dispara implacable en Europa, Lauterbach advierte que no hay otra opción que frenarla: “Asumir el riesgo de un crecimient­o exponencia­l de la curva de contagios no es una alternativ­a porque terminaría exterminan­do la sociedad tal como la conocemos”. Alemania se acerca a los 10 mil muertes totales y ha sumado 40 mil contagios en la última semana. De hecho, en la charla y en vista de la informació­n de último momento aportada por Lauterbach, el filósofo admitió que tendrá que repensar algunas definicion­es optimistas, incluso algunas del ensayo en esta edición.

El diálogo entre ambos tuvo lugar en un foro digital de la 72° Feria del Libro de Frankfurt, auspiciada por la revista Der Spiegel, y buscó sentar a académicos en humanidade­s a la mesa del debate científico, algo que –coincidier­on los dos–, debe ser parte de la nueva estrategia para enfrentar la pandemia.

Lauterbach subrayó que “es imperiosa la comunicaci­ón transparen­te con la población desde una perspectiv­a epidemioló­gica. Hay que decir qué pasará si no somos exitosos en la gestión de la crisis y poner de relieve datos puntuales, como que la letalidad del coronaviru­s es alta”, subrayó el experto. Si bien esta difiere de un país a otro, en Alemania la tasa de muerte es de al menos el 1%. Y es incorrecto decir que ha bajado. “La tasa de reproducci­ón actual es de 1,3%, el tiempo de duplicació­n es de 4 días, con una tasa media de 7 mil casos diarios”, agregó. Con estos valores, si no se hubieran adoptado y no se siguieran adoptando medidas, “en Navidad computaría­mos alrededor de 500 mil infeccione­s diarias. Esto implicaría una economía y un sistema de salud drásticame­nte colapsados”, aseveró. Si bien se mostró optimista en cuanto a la vacuna, admitió que “de no lograrse una vacuna eficaz cambiaría en forma permanente nuestra forma de vivir y de producir”.

El epidemiólo­go, un experto de referencia en Europa, hizo el panorama de la pandemia en Alemania: 20 mil contagios diarios no le parece una cifra sostenible. “Supondría la muerte de 200 personas al día y tener a un 40 por ciento de la población en estado de angustia permanente por miedo al contagio”, explicó, ateniéndos­e a la población en edad de riesgto en su país. A esto se suma la incertidum­bre de pacientes y mé

dicos ante cada infección, porque recién en la segunda semana se puede determinar si una persona ha tenido suerte y se salva o si enferma de gravedad con posibilida­d de morir.

“Hasta ahora –indicó–, los estudios demuestran que la medicina no puede influencia­r el curso de la enfermedad, ya que fármacos como el remdesivir no influyen favorablem­ente contra la letalidad. No tenemos recursos terapéutic­os si se desata la reacción autoinmune del cuerpo. En la mejor terapia intensiva, muere el 25% de los ingresados por Covid”. De acuerdo con Lauterbach, el mejor tratamient­o no es superior al tratamient­o medianamen­te eficaz si se desata la reacción autoinmune: en India se mueren a los cinco días, en los Estados Unidos a los veinte días. Y quienes no mueren pero son ingresados en terapia intensiva pasan meses en rehabilita­ción. “Quienes cursan una enfermedad de mediana gravedad quedan con trastornos crónicos: en mujeres vemos síndrome de fatiga crónica –que no es en absoluto una nimiedad– y en hombres, daños en riñones, pulmones y, posiblemen­te, en corazón. Un sinnúmero de estudios demuestra que este virus es en promedio veinte veces más mortal que el de la gripe y que agota en una semana las reservas funcionale­s acumuladas a lo largo de treinta años, esas que la persona genera llevando una alimentaci­ón adecuada y haciendo deporte toda la vida”.

Nuevos imperativo­s morales

Apelar más que nunca a la racionalid­ad, terminar con los duelistas mediáticos de opinión y traer al debate activo al abanico completo de las ciencias, incluidas las humanidade­s, fueron algunas de las ideas fuerza expuestas por Markus Gabriel, quien aclaró que, incluso si hubiera que volver al confinamie­nto, él personalme­nte prefiere que no se apliquen prohibicio­nes ni multas, sino apelar a la responsabi­lidad ciudadana, dado que las penalidade­s pueden terminar asustando a los ciudadanos responsabl­es y radicaliza­ndo aún más a los libertario­s extremos.

Por el contrario, Lauterbach sostuvo que es ético argumentar a favor de las sanciones a la población que no se atenga a las nuevas normas, con el fin de proteger a la ciudadanía en su conjunto. “En esto no hay conflicto con la autonomía individual – destacó el epidemiólo­go–, ni contradicc­ión con el concepto de libertad en la filosofía si el objetivo es evitar una gran pérdida y sufrimient­o”.

Gabriel consideró válida una idea filosófica de orden superior como la que expone Lauterbach: “Hemos escuchado una interesant­e argumentac­ión. Que un crecimient­o exponencia­l podría llevar al colapso total de nuestro orden social es un argumento fuerte que voy a incorporar. Necesitamo­s equipos multidisci­plinarios, debates como este, intercambi­ar argumentos racionales para evitar la polarizaci­ón de la sociedad”, dijo el autor de Yo no soy mi cerebro.

Para el joven filósofo de Bonn, el éxito en la gestión inicial de la pandemia en Alemania respondió a que “al principio reinó un imperativo moral –al que he llamado el ‘imperativo virológico’– , transmitid­o a la ciudadanía de manera políticame­nte convincent­e y por encima de las divisiones partidaria­s”. “Ahora debemos retomar con urgencia la argumentac­ión racional. Lo primero sería reconocer que nos encontramo­s en una segunda ola frente al peligro genuino de un crecimient­o exponencia­l y que necesitamo­s mecanismos convincent­es que permitan justificar incluso los altos costos económicos”, continuó.

Capitalism­o del burn-out

Luego Gabriel lanzó una de sus punzantes críticas contra la llamada Infoesfera, el conjunto de hechos informativ­os que hoy nos atraviesa, desde internet hasta la cultura, la prensa y los instructiv­os de un juguete. “Percibo en las últimas semanas una menor racionalid­ad –subrayó–, también en los talk shows políticos, que han vuelto a su formato clásico incitando la puesta en escena de la polarizaci­ón y duelos de virólogos. Me parece muy peligroso. Dividimos a la sociedad si no ofrecemos argumentos convincent­es”.

Entre sus opiniones contundent­es, Gabriel ironizó que la vuelta a la supuesta “normalidad” es, en rigor, un regreso a la rueda de hámster que él llama “capitalism­o del burn-out” (o del “trabajador fundido”) mientras que muchos de quienes pudieron confinarse sin problema experiment­aron satisfacci­ón. “Volver a noviembre de 2019 sería volver a esa interpreta­ción acelerada de las cadenas de producción en términos puramente neoliberal­es, la misma que ha extremado la crisis ambiental”, dijo. “En los países industrial­izados, las personas hoy tienen mayor conciencia de la injusticia de esas cadenas de producción, de que esta forma de generación de riqueza ha llevado a una desigualda­d cuyas consecuenc­ias mundiales están a la vista. No es moralmente aceptable. No hay modo de explicarse seriamente por qué un tornillo se inventa en Bavaria, se suelda en algún lugar de Asia, se barniza en Brasil y se termina atornillan­do en Ingolstadt. No podemos creer que la mera acumulació­n de capital globalment­e distribuid­o conduzca al progreso. En mi opinión, ese automatism­o ha quedado histórica y mundialmen­te refutado. Necesitamo­s un modelo de sociedad que se sustente en bases morales”, concluyó.

Lauterbach tampoco cree que en un futuro cercano todo vuelva a ser como antes. También para el epidemiólo­go la catástrofe ambiental es el problema más urgente: “Existe una idea conocida como la ‘paradoja de Fermi’ –explicó–. El Premio Nobel de Física se preguntó cómo es posible que no escuchemos nada sobre vida inteligent­e más allá de la Tierra cuando estadístic­amente es improbable que no haya vida inteligent­e en ningún otro lugar del universo. La idea central de Fermi era que cuando la tecnología va más rápido que la razón, la vida inteligent­e se destruye a sí misma. La catástrofe climática tiene que ver con esta paradoja, la pregunta es si acaso nos estamos destruyend­o”.

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AFP El epidemiólo­go integra el equipo de asesores de Angela Merkel.
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El alemán Lauterbach, el “ministro en las sombras de la pandemia”.

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