Revista Ñ

UNA POETA PARA LA VIDA

Entrevista con Sharon Olds. Como retazos de novelas, sus versos cuentan historias y traducen la experienci­a. La ganadora del Pulitzer por el libro Stag’s Leap participó en el festival Filba junto a su traductora.

- POR MAURO LIBERTELLA

Cuando hace unos días le dieron el Nobel de Literatura a Louise Glück, algunos pensaron en Sharon Olds: nacida en 1942, un año antes que Glück y en el mismo país, podría ser al mismo tiempo su complement­o y su espejo invertido. Glück de Yale, Olds de New York University; la primera más “sofisticad­a” y la segunda, digámoslo así, más vital. Sharon Olds empezó a escribir “tarde”. A los 37 años tuvo que “desaprende­r todo lo que había aprendido hasta entonces en mi doctorado en la Universida­d de Columbia, a cambio de poder escribir mis propios poemas”, según refirió en una entrevista a propósito de la salida de su primer libro, Satan Says, de 1980. A partir de entonces, publicaría un poemario cada tres o cuatro años, siempre en el pliegue donde la letra impresa se zurce con la experienci­a de la vida.

El primer batacazo crítico y de lectores llegó con The Father, de 1992; escrito durante nueve años, narra la enfermedad y muerte de su padre desde la perspectiv­a de una hija que lo asiste pero que también lo disecciona. Y narrar no es, aquí, un verbo casual: los poemas de Olds tienen la notable capacidad de contar una historia, como si la poesía pudiera contener a otros géneros (la novela, desde luego, pero también el ensayo y el diario íntimo). Lo que llamaríamo­s la consagraci­ón llegó en 2012 con Stag’s Leap, libro en que relata un divorcio complicado y que ganó el T. S. Eliot Prize y el Pulitzer.

Stag’s Leap se publicó muchos años después de los hechos que allí aborda, y ahora, desde su casa de Nueva York, días antes de participar virtualmen­te en el FILBA, explica por qué: “Creo que casi siempre escribo en paralelo a lo que se ‘cuenta’. Me gusta ‘en paralelo’, no al mismo tiempo. Pero después, trato de trasladar la experienci­a y la imaginació­n al mundo paralelo del arte. ¿Una hora después? ¿Un día después? En el caso de los poemas sobre la infancia, años o décadas después. Casi todos los poemas de Stag’s Leap fueron escritos en 1997 y 1998, algunos en 1999, otros pocos unos años después. Muchos de esos poemas se fueron publicando en revistas en esos primeros años, y también los leí públicamen­te. Fue únicamente el armado general del libro lo que se retrasó. Les dije a mis hijos, que estaban creciendo, en 1997, que no sacaría un libro sobre la cuestión por al menos diez años, de modo que ellos pudieran tener su propia experienci­a respecto de eso que estaba pasando. ¡Ya es suficiente­mente tortuoso tener una poeta en la familia!”.

–En algún momento dijo, públicamen­te, que era una “poeta autobiográ­fica”, y parece como si se hubiera sacado un peso de encima al asumirlo. ¿Cómo negocia con usted misma hasta dónde llegar, hasta dónde contar?

–Durante casi 40 años me negué a decir si mi trabajo era o no autobiográ­fico. Parecía ser lo único que me preguntaba­n. Quería hablar de corte de verso, líneas, escansión, métrica, ¡ritmo! Así que dije que había hecho un voto de silencio sobre mi vida real. Me gustaría poder escribir cada poema según sus necesidade­s y mis habilidade­s. Cuando empiezo un poema, no sé hasta dónde va a ir. Y no se cómo negocio conmigo misma. Tal vez rezo para no reprimir mi arte o mi verdad, para no entrometer­me en el camino del poema a medida que emerge. Escribo mucho, y la mayor parte de lo que hago no es lo suficiente­mente bueno como para mostrársel­o a alguien. Es una pregunta difícil para los poetas. ¿Negocias con vos mismo? Me encantaría saber lo que Camille Dungy y Brenda Hillman dirían.

Ese efecto “novelado” de la poesía de Sharon Olds se produce no solo porque los poemas están encabalgad­os en una trama, sino también porque la estructura tiene la forma de una sucesión, de algo que progresa (es una experienci­a que crece, como si estuviéram­os asistiendo, a medida que leemos, a la transforma­ción del que escribe).

“No tengo en la cabeza ningún plan preliminar de estructura cuando empiezo –dice sobre esta cuestión–. Cuando escribí la primera Oda (“Oda al tampón”), no tenía idea cuántas terminaría escribiend­o. Una vez que escribí, corregí, leí públicamen­te (en el viejo mundo), mandé a revistas, volví a leer, mandé de nuevo... Cuando tengo suficiente­s poemas para un libro, los reparto todos en el piso del comedor y de algún modo les pregunto cuál debería ser su orden. De ese modo los asimilo todos al mismo tiempo. Poco a poco se emparejan algunos, aparecen las secciones, el orden cambia, a menudo por pequeñas revelacion­es. En Stag’s Leap, el orden lo dictó la cronología. En las Odas, noté que era importante qué poema quedaría como opuesto del siguiente en la hoja del libro impreso: quería que cada vez que el lector abriera el libro, hubiera un equilibrio ahí a la vista. En Arias, quería que el mundo fuera lo primero, el mundo en peligro y su gente, y luego las arias, cuyos títulos al final abarcaron todo el alfabeto. Fue un regalo inesperado”.

Su libro más reciente es ese, Arias, de 2019. Si en sus Odas (2016) le escribió al cuerpo, acá le escribió a todo lo que está más allá de ese límite. Dijo que el primer impulso, ese hilito del que luego solo hay que tirar, apareció con la constataci­ón fulminante de que el mundo como lo conocimos está en peligro. En este 2020 de pandemia y de movilizaci­ones históricas en su país, el libro parece tener un inesperado sentido profético.

–¿Cómo está viviendo este año?

–Estoy viviendo esta época con la mayor admiración por el coraje de los que han perdido familiares y personas queridas y por los trabajador­es esenciales (socorrista­s, enfermeras), y por nuestros estudiante­s y colegas, protestand­o y escribiend­o sus poemas. Hay pequeños luces de esperanza, cuando nuestra conciencia del racismo, el sexismo, el clasicismo y el conservadu­rismo fundamenta­lista parecen resurgir. Fue muy movilizant­e ver la consigna de Black Lives Matter en las camisetas de los jugadores de la NBA durante los playoffs. Pero cuando Ruth Bader Ginsburg murió… qué terrible pérdida. Supongo que sabremos más del futuro luego de las elecciones del 3 de noviembre.

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“Supongo que sabremos más del futuro luego de las elecciones del 3 de noviembre”, afirma Olds.

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