Revista Ñ

LOS PAPELES QUE NO SE PERDIERON EN EL FUEGO

Mariana Enriquez, periodista. La enorme antología El otro lado reúne los artículos dispersos de la última ganadora del Premio Anagrama de Novela.

- POR ELVIO E. GANDOLFO

Para una recopilaci­ón de notas y columnas, el tamaño de El otro lado es fuera de lo común: setecienta­s páginas. La apuesta editorial habría sido imposible (o al menos rara) de no mediar la sólida carrera literaria de la autora (¿el “lado” del “otro lado”?), que incluye ya una “gran novela” larga y exitosa, premiada, Nuestra parte de noche, y una participac­ión a pleno en la promoción internacio­nal de sus libros de cuentos a partir de su publicació­n en el sello español Anagrama, y su traducción a numerosos idiomas. A su vez, este tomazo tiene asegurada la reedición futura en Anagrama, y cuenta con un reconocido “sello de calidad”: la edición (en el sentido anglosajón) de la también periodista, cronista y columnista Leila Guerriero.

Podría temerse la saturación, incluso el empacho. Pero el subtítulo dice: “Retratos, fetichismo­s, confesione­s”. La variedad no es solo de tono, o de denominaci­ón. También de extensión. Distribuid­as en dieciocho partes, siete de ellas pertenecen al “Mundo privado”. Los demás subtítulos tienen que ver con el periodismo informativ­o. Si alguien tuviera curiosidad por Mariana Enriquez como cronista, le convendría leer Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerio­s (2013), que cumple al pie de la letra con el título, y son un efecto colateral de su carrera periodísti­ca.

La primera nota de su mundo privado (y del libro) es “Como empecé”: “No escribí mi primera novela porque quería ser escritora, ni porque quería publicar, ni porque conocía a escritores y los admiraba y quería ser como ellos.” Ese pie a tierra aclaratori­o es frecuente. Basta con que le den la oportunida­d de ejercerlo. En ese sentido, el libro es testimonio de la variedad de publicacio­nes dedicadas a distintos tipos de periodismo que hay (o hubo) en Argentina.

Antes de recorrer el libro, los seguidores de la autora como periodista (abundantes y muchas veces anteriores a su fama literaria) pensarían en el diario Página 12 y su suplemento Radar. Pero hay también notas de La mujer de mi vida, El guardián, TXT, La mano, Freeway, alguna conferenci­a y algunos inéditos.

Está bien empezar con confesione­s personales. Permite entrar en confianza. Porque cuando llega la avalancha de notas periodísti­cas muy informadas se produce un asombro (en caso de ser lector solo de su obra literaria): suelen recorrer a menudo a autores (Hubert Selby Jr., Joyce Carol Oates), músicos (los Rolling, Prince, grupos de rock emblemátic­os), o artistas de vidas complicada­s, o habitantes del margen. En sus confesione­s íntimas a veces desopilant­es, Enriquez se describe como ex adicta, pésima bebedora (una de las adicciones dejadas atrás), con cero interés en la carrera maternal.

Pero el periodismo, y la crítica, y la elaboració­n de perfiles como los que ha hecho sobre Hebe Uhart y en La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo, la muestran como una encarnizad­a buscadora del dato exacto, de la complejida­d de las carreras que suele investigar. Una buena idea, por ejemplo, ha sido reunir en una de las partes las distintas notas sobre los Rolling Stones, una banda que no la vuelve loca, pero en la cual la fascinan sus mujeres: Marianne Faithfull y Anita Pallenberg. Incluso cuando trata a Mick Jagger, a cuyo glamour se resiste, no deja de reconocer: “Él es el jefe”, en una breve estampa brillante.

Igualmente minuciosas y cargadas de datos son las despedidas extensas de Ray Bradbury, Richard Matheson, Ursula K. Le

Guin o Maya Angelou. En general la atraen y a veces la fascinan la muerte, la negrura, la rareza, incluso en sí misma. En “¡¡¡Ayuda!!!” reconoce (como parte de la construcci­ón de una imagen, a esta altura, aunque la nota es de 2004): “No funciono.” Ruega tener docenas de secretario­s y sirvientes que le permitan controlar sus excesos. Sin medias tintas: “Necesito alguien que me obligue a bañarme cuando la depresión y la dejadez me dicen que nadie se dará cuenta de que mi pelo chorrea grasa”.

Dicho de otra manera: más que sentido del humor (como tienen otros escritores) Mariana Enriquez es cómica, una y otra vez (en las confesione­s). Pero es muy seria cuando hace periodismo, desde siempre. Y eso le ganó poco a poco un lugar cada vez más sólido en un campo tan de machos alfa como es el periodismo argentino. Por lo que figura aquí, un espacio especialme­nte productivo se ubica entre 2010 y 2012.

En un texto prefiere a los turistas en vez de los famosos “viajeros”, supuestame­nte más serios. En otro ruega: “Aflojen con las tetas”. En “Las aguas suben” se considera perseguida por las continuas inundacion­es porteñas. Un nuevo eje, tal vez inesperado, es el familiar. “Flor de Edipo” es un texto que todo padre de una hija desearía leer. En seguida, por las dudas, viene “Mamá, mujer liberada”. Y para terminar, “Lo que pasó”, que arranca: “Supe el secreto de mi familia una tarde calurosa, a mediados de los años ochenta”. Y la nota cumple a fondo con revelar “el secreto de mi abuelo”. Por las duEscritor­a,

das lejos, en una revista chilena (Dossier).

Un rasgo que llama la atención es que en varios casos se incluyen dos notas sobre un mismo tema o personaje. Aunque eso provoca alguna repetición, a la vez da un efecto didáctico, casi de taller sobre periodismo: puede verse cómo funciona una nota breve y una larga a partir de un mismo punto de partida. O con distintos enfoques.

Es un libro generoso, laberíntic­o, complejo. Por eso un pequeño resquemor de lector maníaco puede llevar a imaginarlo con cien páginas menos (las notas que menos lo atraparon). Pero basta pensar un momento para reconocer que también podría tener cien páginas más. El peso específico no variaría demasiado, y tal como está ya es variado, rico, alimentici­o.

 ?? ARIEL GRINBERG ?? Su última novela es la premiada Nuestra parte de noche.
ARIEL GRINBERG Su última novela es la premiada Nuestra parte de noche.

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