Atravesado por la música
Como un museógrafo, durante la cuarentena Nicanor Aráoz se dedicó a rastrear CDs de música electrónica de los años 90. Primero en Mercado Libre, después se enredó en pugnas con DJs para que le vendieran los discos de una tecnología casi tan obsoleta como escasa de mística en estos días. “A esta pausa de meses la atravesé por la música, que mantuvo mi vínculo con la exposición”, explica el artista en un alto durante el montaje de Sueño sólido, la muestra que quedó en suspendida hasta ahora por la pandemia. A un museo de historia de la rave se puede acceder, solo a cambio de una moneda, en la rockola ubicada en un rincón de la sala del Moderno. “La rockola estaba sola en la sala, y venía a cargar los discos que conseguía”, relata Aráoz. “Pero también es una máquina del tiempo de mi adolescencia, cuando compraba discos”. Con una gigantesca escultura inflable de plástico traslúcido coronándola, la rockola adquiere lo que la curadora Lucrecia Palacios llama “una religiosidad latente”, lejos de una interpretación documental.