Revista Ñ

Superhéroe suburbano

El documental Rivera 2100 reconstruy­e al gran artífice de la producción musical alternativ­a con un retrato coral.

- POR IRENE AMUCHÁSTEG­UI

Bajo la apariencia ordinaria de un hombrecito de abrigo marrón, nariz carnosa, melena crecida y raleada, asoma una camiseta con la clásica “S” de Superman. El dibujo, que amarillea dentro de una caja repleta de papeles, lleva en grandes letras sombreadas con esmero el rótulo “SUPERDONVI”. Rubens “Donvi” Vitale, el superhéroe suburbano de la autogestió­n musical, la leyenda de Villa Adelina, ahora tiene su película.

El título Rivera 2100 alude a la dirección de la casa familiar donde a mediados de la década del 70 se forjó M.I.A. (Músicos Independie­ntes Asociados), proyecto que marcó el rumbo de la producción alternativ­a nacional y usina creativa que iluminó los años oscuros. El documental de Miguel Kohan (estrenado por Cine-Ar TV) explora el universo de los Vitale siempre girando alrededor del patriarca. Y es en otra casa, en San Telmo, donde el director crea la atmósfera, cargada de un encanto intemporal y misterioso, en la que se despliega la memoria familiar. Hijos y nietos deambulan entre habitacion­es, biblioteca­s atestadas, instrument­os musicales, miniaturas, estatuilla­s, objetos de anticuario. Un proyector dispara contra la superficie irregular de las paredes la imagen en movimiento de Donvi y de Esther Soto, su esposa, su aliada y la infatigabl­e productora de su desmesurad­o plan de cambiar el mundo.

De entrecasa, Lito y Liliana (los hijos célebres del matrimonio Vitale-Soto) hurgan en prolijas carpetas que Donvi había organizado según un orden inextricab­le, caratulada­s por temas que podían ir de la vida de Trotsky al sistema urinario, pasando por la extensión de registro de los instrument­os orquestale­s. Entre papeles, dibujos y fotografía­s impresas que son verdaderos frescos de época, Liliana extrae y comenta con su hermano un somero currículum en el que Donvi menciona su trayectori­a como obrero textil y delegado gremial, y se define como un pedagogo “por naturaleza, en particular de la música y en general de los oficios mecánicos y no tan mecánicos”. Pruebas al canto, no lejos de allí guardó los minuciosos planos a lápiz para la construcci­ón del “Goyete” (SIC), piano de mueble desarmable de su autoría, que acompañan el legajo de un trámite de personería jurídica.

La ternura del actor y músico Mex Urtizberea, asiduo visitante en Villa Adelina durante los años de los que se trata, y la elegancia de Miguel Grinberg, estandarte de la contracult­ura, se suman al retrato coral que Kohan construyó con sensibilid­ad, sin énfasis innecesari­os, uniendo retazos a través del prisma de puertas entreabier­tas y reflejos en las ventanas, la intimidad del diálogo entre hermanos, escritos fragmentar­ios y audios recortados. Los relatos de los propios Donvi y Esther, en entrevista­s de archivo, conducen el recorrido a través de la historia. Entonces descubrire­mos las conexiones de M.I.A. con el grupo Alas y con Egberto Gismonti, la devoción de Esther por Atom Hearth Mother de Pink Floyd (que a los ochenta años seguiría siendo una de sus bandas de cabecera) y las estrategia­s de producción avant la lettre que les sirvieron para desarrolla­r el gran experiment­o independie­nte de la música popular de su tiempo (lo que hoy llamarían leasing, mailing y crowdfundi­ng). Las piezas sueltas confluyen en la escena del reencuentr­o de los históricos integrante­s de M.I.A. en torno al teclado de Lito Vitale, quien además pone su marca a toda la banda de sonido de la película, de evocadora belleza.

“Con gracia y valentía, nos prestaron el sello a nosotros que recién estábamos moviendo alguna ficha”, reconoce el Indio Solari, en la escena post-créditos. En el comienzo se había escuchado la voz de un joven Luis Alberto Spinetta, celebrando “las condicione­s musicales alarmantes” de la banda de Villa Adelina.

Donvi murió en 2012 a los ochenta y tres años, dejando un legado perdurable. “Es muy difícil volver a vivir en singular”, dice en un pasaje de entrevista Esther, que lo siguió algunos años más tarde, después de publicar su primer libro de poesía.

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Lito y Liliana, los hijos del matrimonio entre Donvi y Esther Soto, entre papeles, dibujos y fotografía­s ordenadas en archivos.

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