La democracia de Estados Unidos se juega en el espíritu del “toma todo”
Que se debata sobre la calidad de la democracia de Estados Unidos parece insólito, un hecho inédito. Dada la calidad discutible de los sistemas políticos en gran parte del mundo, la gran democracia estadounidense (por lo menos puertas adentro) parecía un gigante con pies de hormigón armado. Sin embargo, las elecciones de este martes 3 de noviembre ponen a la luz la debilidad de un monstruo complejo que en el campo financiero, tecnológico, militar –entre muchos otros–, sigue fortaleciendo su imagen y papel de potencia mundial. Tal como afirma el profesor de la Universidad de Chicago, Eric Posner, la elección presidencial no es sobre una agenda política, ni siquiera es sobre Trump. Es sobre el sistema constitucional, aunque la elección no podría poner fin a ese sistema. “Si bien Trump tiene un carácter autoritario y admira a dictadores como el presidente ruso Vladimir Putin, incluso ganando la reelección es improbable que se convierta en un autócrata. Pero lo que está en cuestión el papel del gobierno nacional en la vida del país”, sostiene Posner. Días atrás, Noam Chomsky alertaba contra la posibilidad de que Trump podría negarse a dejar el cargo si pierde el martes.
Biden tiene ventaja, pero nadie quiere festejar antes de tiempo después de las elecciones de 2016 en las que Trump venció a Hillary cuando gran parte del mundo descontaba que la victoria demócrata. Hoy el país está partido por una tensión infartante y hay distintas formas de interpretar esta situación en la que no necesariamente se gana por tener más votos.
Alguien que ha interpretado y analizado esta situación histórica con sarcasmo es el standapero estadounindense de origen musulmán Hasan Minhaj. Conduce un ciclo de informes periodísticos desde arriba de un escenario hiphopero con rasgos didácticos, ocurrencia y algo asombroso para la media de su país: sentido común.
En unos de sus programas (se pueden ver en YouTube y Netflix) da una clase magistral hasta poner en ridículo los problemas del sistema electoral bipartidista de EE.UU. y por qué el que gana se lleva todo (incluso cuando tiene menos votos nominales que el otro candidato). Así fue que Trump tomó el liderazgo del país en 2016, al igual que ocurrió cuando George Bush venció a Al Gore en 2000.
Minhaj se da lujos. Para ese programa se sentó con la demócrata progresista Alexandria Ocasio-Cortez (AOC). Se reunieron en el Hotel Watergate en pre pandemia y hablaron de la división ideológica entre moderados y progresistas bajo el gran paraguas del Partido Demócrata, que según AOC es “menos una fractura y más como dos miembros diferentes”. El conductor también habló con los militantes progres que trabajaron por la candidatura de Bernie Sanders que decían que iban a votar blue (demógratas) pero que, en realidad no querían votar a Biden. El sistema político tampoco admite pensar una tercera opción, siempre han fracasado y no estuvieron cerca de convertirse en candidatos ganadores.
Minhaj explica cómo gran parte de las elecciones en EE.UU. no requieren una mayoría para ganar. Argumenta que estos triunfos de la pluralidad nos hacen “malinterpretar los principios más básicos de nuestra democracia” y que con un sistema de “todo para el ganador” finalmente “todo se trata de a quién odiamos, no de quién nos gusta”.
El trumpismo dejó al desnudo la complejidad y las diferencias abismales entre las megalópolis de las costas y los pueblos del centro; los ricos y los pobres; los que pueden estudiar y los que no; los movimientos religiosos y los no creyentes; la tolerancia y el racismo. Una ficción que retrata de forma nítida esta situación es la serie Little Fires Everywhere (“Fuegos pequeños por todas partes”, disponible). El drama, situado en una ciudad nueva en 1997, enfrenta a dos mujeres complejas que transitan una relación que se vuelve escabrosa. Allí hay racismo, género, identidad, maternidad, aborto, mentiras. La guionista y creadora de la serie, Liz Tigelaar, trabajó con su equipo de guionistas para establecer un “lenguaje común” en torno a la complejidad que presentaba la temática. Allí trabajaron el libro del sociólogo Robin DiAngelo Fragilidad blanca: ¿por qué es tan difícil para los blancos hablar sobre racismo? y pidió al equipo que compartiera la investigación y el material de lectura. “Fue una experiencia realmente transformadora, terminé como una persona muy diferente”, le dijo Tigelaar a la revista The Atlantic.
En todas estas instancias se está jugando la democracia. La que va a decidir quién va a gobernar y la que intente solucionar los mil y un conflictos que recorren este país tan complicado como interesante que presenta experiencias democráticas en los jardines comunitarios de Brooklyn hasta el racismo al que parece imposible cortarle sus raíces en varios estados del país.
Según el politólogo francés Pierre Rosanvallon, Trump tiene un comportamiento típico de líder populista, pero con una particularidad: “tiene un nivel de vulgaridad casi único. Este populismo vulgar tiene una consecuencia muy importante: para Trump todo se resuelve en un combate político entre los que están a favor suyo y los que están en contra. No se le da más importancia a tener un proyecto positivo para el país, todo se ve a través de una polarización de la política. Trump logró que el Estado de Derecho sea considerado como secundario frente a la división política. Esto es muy grave porque un país no depende únicamente de una Constitución escrita, depende de un espíritu de las instituciones. Trump está obligado a seguir la Constitución formalmente, pero no sigue las tradiciones constitucionales. El país que parecía tener un sistema de pesos y contrapesos muy fuerte también puede ser frágil. Esto debería ser una alerta para todas las democracias. Los países más estructuralmente democráticos también pueden vacilar”.
Es mucho lo que está en juego. El planeta democrático puede recibir una buena clase de política o el peor de los ejemplos.