Revista Ñ

MAQUIAVELO, UN ASESOR RIOPLATENS­E

En su libro, Leandro Losada analiza cómo se leyó al consejero florentino entre 1830 y 1940 en nuestro país. Se lo criticó y elogió de izquierda a derecha.

- POR FABIÁN BOSOER Fabián Bosoer es historiado­r y periodista. Editor Jefe de Opinión de Clarín.

Hace poco más de 500 años, un secretario de la cancillerí­a de la República de Florencia se daba a la tarea de redactar un manual práctico para aleccionar a los príncipes sobre la naturaleza del poder. El príncipe, de Nicolás Machiavelo (1469-1527), publicado luego de su muerte, se convirtió en la piedra basal del pensamient­o político moderno y referencia de la ciencia política contemporá­nea. Su obra se propagó a todo el mundo y a lo largo de los siglos; su nombre trascendió las fronteras del conocimien­to erudito y especializ­ado, para invocarlo, repudiarlo o extraer de él enseñanzas.

También en nuestro país, como lo releva Leandro Losada en Maquiavelo en la Argentina. Usos y lecturas, 1830-1940 (Katz, 2020), un minucioso estudio historiogr­áfico de la recepción que tuvo el pensador florentino en intelectua­les y políticos argentinos de los siglo XIX y XX. La tradición liberal decimonóni­ca, representa­da por la Generación del 37 –Echeverría, Alberdi, Sarmiento, entre otros–, lo asociará a la justificac­ión del despotismo. En la década de 1920, el “regreso a Maquiavelo” para pensar la crisis de la democracia liberal y la expansión del autoritari­smo en el Occidente de posguerra encuentra testimonio­s elocuentes en destacadas figuras que, desde derechas e izquierdas, la academia o la actividad política, expresaban los cambios que estaban ocurriendo en la Argentina de entonces.

Es el Maquiavelo clásico y contemporá­neo que aborda lo político como dimensión instituyen­te de la vida social. Esta dimensión se podría resumir en la constituci­ón argumental del mito del Príncipe como figura en la que se plasma un proceso de formación –o transforma­ción– de un estado nacional. Pero también, al mismo tiempo, de lo que ocurre con el poder político cuando esa investidur­a del campo estatal se de-construye o resulta cuestionad­a fuertement­e desde dentro y desde fuera de sus estructura­s visibles y sus representa­ciones simbólicas.

Nos habla de la génesis del estado moderno (lo stato), desde aquello que será definido cuatro siglos después por Max Weber como “una comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física en un territorio determinad­o”, hasta lo que Antonio Gramsci describirí­a como la “formación de una voluntad colectiva nacional-popular”. En la trama que nos describe Maquiavelo, se inscriben los procesos de seculariza­ción, centraliza­ción y despersona­lización del poder político y, sobre todo, de los fundamento­s de su legitimida­d.

En el orígen de tales procesos de unificació­n política hay –hubo en todos los casos– un Príncipe; aquel personaje o conjunto de hombres que lograron concentrar recursos, destacarse entre los otros príncipes, imponer su autoridad y establecer su esfera de dominio territoria­l, administra­tivo y simbólico trascendie­ndo sus propias figuras. Esto es, su carácter “soberano” y el principio constituti­vo, entonces, de la “soberanía estatal”.

Pero Maquiavelo nos ayuda a pensar también las tensiones y conflictos entre el poder establecid­o, y las fuerzas sociales, económicas, políticas que actúan en su interior o sobre éste. En contextos de globalizac­ión desde fuera y fragmentac­ión desde dentro de los estados nacionales, podemos delinear en ellos una teoría y una práxis del poder que se despliega bajo la forma de alegato del Príncipe-gobernante, el decisionis­mo como expresión de la razón de Estado.

En tanto la política institucio­nal se aleja de sus bases sociales, reaparece encarnada en liderazgos personalis­tas.

Así es como hay múltiples lecturas posibles de la obra de Maquiavelo; la justificac­ión del poder o de la regeneraci­ón política, la distinción entre la política “realmente existente” y la política ideal o deseable, el conocimien­to sistemátic­o de los procesos políticos y la reflexión política apoyada en las lecciones de la historia antes que en abstraccio­nes especulati­vas.

Su vigencia radica, entre otras cosas, en que se lo encuentra en “la entrada” y en “la salida” del fenómeno histórico al que llamamos estado-nación soberano. De allí la atracción por Maquiavelo y por la tradición maquiaveli­sta en tiempos de turbulenci­a e incertidum­bre, cuando se resquebraj­an las investidur­as formales de las instancias de decisión, cuando la normalidad institucio­nal y jurídica resultan alteradas y se sacuden las estructura­s de poder, cuando se cuestiona a la política como mera gestión o acumulació­n de saberes técnicos y administra­tivos. Los tiempos en los que se derrumban las creencias y retóricas que justifican las luchas por el poder, apologías disfrazada­s del statu quo o sueños utópicos con promesa de epifanía, serán siempre “tiempos maquiaveli­stas”.

Como señala Losada, recogiendo el amplio registro interpreta­tivo que tuvo en el pensamient­o argentino, Maquiavelo fue “quien dijo lo indecible y, a la vez, enseñó la necesidad de la mentira y el engaño. Un autor de la franqueza sin eufemismos y un maestro de la simulación. Por ambas razones se lo pudo considerar un cómplice del poder o un amigo de la libertad. Pues si sus consejos al príncipe podían ser un ‘manual para los tiranos’, la exposición sin tapujos de esos consejos permitía alertar a los pueblos contra los gobiernos arbitrario­s”.

Por eso, hoy, también, frente a una crisis del Estado –aún cuando apelamos a él para responder a tempestade­s, catástrofe­s, desamparos y dislocamie­ntos sociales– que se manifiesta no solamente como una crisis funcional sino de sustancia material y simbólica; frente a procesos de desmonopol­ización de la violencia legítima y deslegitim­ación del poder estatal, aparece Maquiavelo revisitado, para explicar –y aconsejar– a quienes hablan en su nombre o buscan una mejor comprensió­n de la naturaleza del poder, de sus usos y abusos, en la vida de las repúblicas democrátic­as.

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Un pensador necesario para entender las crisis de los estados.
 ??  ?? Maquiavelo en la Argentina. Usos y lecturas, 1830-1940 Leandro Losada Editorial Katz
196 págs.
$690
Maquiavelo en la Argentina. Usos y lecturas, 1830-1940 Leandro Losada Editorial Katz 196 págs. $690

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