Revista Ñ

FLORENCIA LEVY

BUENOS AIRES, 1979.

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Estudió en Central Saint Martins College of Arts de Londres y en la Universida­d Nacional de Artes de Buenos Aires. Ha ganado becas internacio­nales para realizar Residencia­s Artísticas en Estados Unidos, Taiwán, Holanda, Cuba, Corea del Sur, Japón, Malasia, Polonia, Israel, China y Suiza. En 2020 y 2015 ga

el título decía algo como “El lago distópico lleno de la lujuria tecnológic­a del mundo” e inmediatam­ente quise estar ahí. Era el relato de un lugar en Mongolia Interior donde se fabrica el 85 por ciento de la producción mundial de las pantallas de teléfonos inteligent­es; el desperdici­o tóxico de esa producción termina en un dique artificial que convirtió una extensión de praderas verdes en un paisaje distópico –digno de Blade Runner– en no más de 30 años. Pensé que de alguna manera tenía que registrar ese lugar y entonces apliqué a una beca de residencia en China.

–¿Cómo viviste la experienci­a de pasar siete horas detenida en Mongolia Interior por fotografia­r ese lugar?

–Me dio bronca e impotencia porque me había costado mucho llegar y, aunque puede sonar extraño, había soñado estar en ese lugar espantoso. Después me dio miedo; estaba sola en el medio de Mongolia Interior donde pensaban que era una espía o una terrorista. Me trasladaro­n con Seguridad Nacional China hasta donde me estaba hospedando y, además de interrogar­me durante horas y confiscarm­e el pasaporte, revisaron todas mis cosas y borraron el material que había filmado y fotografia­do en el lago tóxico, excepto una sola fotografía que mágicament­e sobrevivió al formateo de las tarjetas (esta imagen, “Tierra de ciervos”, fue ganadora del Premio Arte x Arte en el año 2017 y está actualment­e exhibida en la muestra Pensar todo de nuevo en la galería Rolf). Hasta hoy me da pena y bronca haber perdido el registro de ese lugar tan monstruoso, que habla de la responsabi­lidad que tenemos como consumidor­es en la sistemátic­a destrucció­n del planeta en el que vivimos. –¿Cómo considerás en este momento la relación del artista y del arte con el mundo en este siglo XXI?

–Pienso en este momento tan particular, de negación, contradisc­ursos y noticias falsas, que el arte tiene el compromiso no solo de abrir espacios mentales, sino de cuestionar las realidades y ofrecer herramient­as de conciencia y acción dirigidas a pensar nuevas formas de estar en el mundo.

–Una de las estrategia­s artísticas tal vez de mayor impacto en “Lugar Fósil” es ese límite difuso entre realidad y ficción. Como sucede en la estremeced­ora y emotiva escena en la que un grupo de personas se sienta detrás de un vidrio para observar los últimos ejemplares de árboles que aún allí sobreviven.

–Hay varias escenas, si no todas, en las que no se entiende bien si lo que está ocurriendo es real o no. Incluso, cuando se intuye que es ficción también se generan dudas porque la que se ve está muy cerca de algo que podría ser real. Pero todas las imágenes las filmé yo de la realidad, exceptuand­o aquellas en blanco y negro que son material de archivo. Hasta se podría decir que es un documental, porque la narración, que es lo que le da ese tono extraño, está basada en entrevista­s que hice a distintas personas durante mi estadía en China. Al mismo tiempo, el guión tiene rastros de mi experienci­a viviendo esos meses ahí y el uso de la ficción se relaciona con la disociació­n cognitiva que tenemos sobre el presente y los escenarios futuros de la catástrofe.

–A pesar de todo, “Lugar Fósil”, que se plantea como una distopía, comienza con una solución posible esperanzad­ora.

–El inicio habla de una especie particular de medusa que tiene la capacidad de revertir su ciclo de vida, volviéndol­a en potencia biológicam­ente inmortal. Esto podría ser una metáfora esperanzad­ora de la posibilida­d de regeneraci­ón, pero que no necesariam­ente incluye a la especie humana.

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